La Iglesia y convento de las Capuchinas, consagrada en 1736, es uno de los sitios turísticos más visitados en la ciudad de Antigua Guatemala.
La construcción, llamada originalmente «Convento e Iglesia de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza», fue aprobada por Felipe V en 1725 justo a la llegada de la Orden de Clarisas Capuchinas a la población. La obra fue iniciada en 1731 y consagrada el año de 1736 bajo la supervisión de Diego de Porres; de hecho, fue el último convento fundado de la urbe y el primero que abandonó el hábito de exigir dote para las nuevas internas, circunstancia que había impedido a jóvenes de escasos recursos acoger la vida religiosa.
La rutina diaria de las profesas estaba regida por una estricta reglamentación que incluía las reglas máximas de pobreza, penitencia y ayuno; asimismo, debían subsistir de las limosnas proveídas por los fieles. Ahora bien, desde la formación de este convento, hubo dos tipos de monjas en los conventos de Santiago de los Caballeros:
En 1773, a raíz de los terremotos de Santa Marta, y aunque el convento no fue del todo afectado, sus bienes fueron trasladados a la nueva Guatemala de la Asunción. Con la propiedad en abandono, fue autorizada su venta en 1813 por el Arzobispo. De ahí en adelante las instalaciones se destinaron para varios usos, pues en su patio fue secado café y además funcionó una tintorería.
En abril de 1920, durante los últimos días del gobierno del licenciado Manuel Estrada Cabrera, el príncipe Guillermo de Suecia visitó Antigua Guatemala y escribió sus impresiones en su libro Between two continents (Entre dos continentes). Su libro es una objetiva descripción de la condición en que estaba la ciudad y el deplorable estado del camino entre Ciudad de Guatemala y Antigua: «por un tramo corto al salir de la Ciudad de Guatemala el camino estaba en condiciones aceptables, pero luego se empezaban a ver pequeñas dunas y posteriormente riachuelos que cruzaban el camino, pequeños barrancos y derrumbes, ya que hacía dos años que el área había sido golpeada por el poderoso Terremoto de 1917 y la corrupción del gobierno impidió que hubiese recuperación alguna». Conforme se avanzaba hacia Antigua las montañas se hacían más y más empinadas y las rocas más pronunciadas; además encima del camino había una capa de polvo de uno sesenta centímetros de alto, que disimulaba los baches, pero no eliminaba sus efectos en la estructura del vehículo. A lo largo del camino vieron largas filas de indígenas que iban hacia la Ciudad de Guatemala, llevando pesadas cargas a sus espaldas con aparente facilidad; hombres, mujeres y niños llevaban algo en la espalda, y lo hacían con paso rápido. Y en cuanto al tráfico, no había, salvo por una o dos carretas haladas por mulas.
Después de pasar Mixco, el camino se hacía aún más empinado, con un barranco profundo a un lado, y un risco elevándose por el otro; era muy frecuente encontrar cruces a la orilla del camino, que marcaban el lugar en donde algún viajero había perdido la vida. Luego de alcanzar el punto más alto, iniciaron el descenso hacia Antigua Guatemala. Ya iban llegando cuando un oficial uniformado con indumentaria rota y sucia les hizo el alto y les dio la bienvenida a la ciudad: era el comandante y lo acompañaban seis soldados descalzos y armados con rifles de madera.
Comparada con el deplorable estado en que se encontraba la Ciudad de Guatemala en 1920 -prácticamente en ruinas por la negligencia del gobierno- la Antigua Guatemala estaba muy bien, aunque la gran mayoría de las iglesias estaban dilapidadas y completamente abandonadas. En muchas de las iglesias, sólo quedaban paredes incompletas y domos derrumbados, e incluso algunas de ellas estaban en condiciones lamentables: Santa Clara servía como criadero de mulas, mientras que la Iglesia de Gracia servía de albergue para una familia de nativos y para sus animales domésticos. Pero había algunos monumentos en buen estado:
En 1943 comenzó la preservación oficial del convento, luego de que fuera declarado Monumento Nacional de Guatemala por el gobierno del general Jorge Ubico Castañeda, y hacia 1950 el Instituto de Antropología e Historia de Guatemala desarrolló trabajos de restauración. Desde 1972 la edificación alberga las oficinas del Consejo Nacional Para la Protección de La Antigua Guatemala. En la actualidad es de los sitios más visitados por el turismo nacional e internacional en esta ciudad.
El convento tenía capacidad para alojar de 25 a 28 monjas bajo la supervisión de una abadesa. La denominada «torre del retiro», en forma de círculo, es única en América. Tal claustro estaba conformado por celdas que disponían de su propio retrete y área de estudio, motivo por el cual ha llegado a considerarse el primer edificio de apartamentos del continente; debajo del noviciado se encuentra una bóveda con una columna de tres metros de diámetro en forma de hongo que sostiene la construcción. La fachada de la iglesia monástica es trabajada en piedra, como lo es también la Iglesia Escuela de Cristo, característica que las distingue de los demás templos coloniales de la localidad.
Detalle de una chimenea
Interior de la iglesia, con el domo construido en 1991.
Celdas de las capuchinas descalzas
Torre de la Soledad
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