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Imaginismo chileno



El imaginismo chileno es un movimiento artístico literario que surgió a finales de la década de 1920 como respuesta involuntaria al criollismo. Sus cabecillas fueron Ángel Cruchaga Santa María, Salvador Reyes Figueroa, Hernán del Solar, Luis Enrique Délano y Manuel Eduardo Hübner.[1]

La literatura chilena y la hispanoamericana había estado marcada hasta entonces por el criollismo, movimiento que venía desde fines del siglo XIX fuertemente influido por la relativamente reciente independencia de las naciones de América bajo el dominio español. Esto producía literatura épica y fundacional, de lucha contra los embates de la naturaleza o contra algún sistema jerárquico, que buscaba plasmar la realidad y establecer tesis sobre la sociedad.[2]

En ese marco aparece el imaginismo. Con sus obras Barco ebrio, El último pirata y El matador de tiburones, Salvador Reyes da el puntapié inicial para romper con el esquema ya clásico del criollismo y exponer temas, personajes y ambientes totalmente diferentes. Otros escritores ya se inclinaban en esa dirección sin haberlo hecho público, como Luis Enrique Délano.[3]

Con su irrupción en escena, el imaginismo planteó la cuestión del objetivo de la literatura y la función del escritor. Manuel Vega, crítico literario de la época, abogaba por el estudio minucioso, por parte del escritor, de la realidad de su país para reproducirla lo más fielmente posible en sus obras. A su juicio, el flamante imaginismo era una forma de evasión.[4]

Por otro lado, Hernán Díaz Arrieta, más conocido como Alone, celebró la nueva tendencia pues lograba -a su juicio- el objetivo final de la literatura: Emocionarnos, "hacernos sentir, pensar e imaginar", para lograr que nos conozcamos a nosotros mismos y a nuestro semejante.[4]

En el medio de este debate, Salvador Reyes declaró:

El grupo de cabecillas de esta nueva tendencia fundó en 1928 la revista Letras, lo que terminó por darle cohesión al movimiento.

La publicación ese mismo año de La niña de la prisión, de Délano, con prólogo de Reyes, agudizó la controversia. La subsecuente discusión hizo nacer el término imaginismo, y no precisamente de entre sus cultores. De hecho, este grupo de escritores no se propuso fundar una nueva escuela literaria ni dar paso a una nueva moda. Délano lo explicaría así:

Y más tarde reflexionaría:



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