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Incidentes durante el entierro de Anastasio de los Reyes en 1936



Los incidentes durante el entierro de Anastasio de los Reyes fueron unos enfrentamientos que tuvieron lugar en Madrid el 16 de abril de 1936 mientras un numeroso grupo acompañaba por las calles de la capital de la Segunda República el féretro del guardia civil Anastasio de los Reyes, que había sido asesinado dos días antes por pistoleros de izquierdas durante el desfile militar celebrado para conmemorar el quinto aniversario del advenimiento de la república. La comitiva fúnebre fue atacada con pistolas y ametralladoras en diversas ocasiones por las calles de la ciudad, provocando diversos tumultos y tiroteos. Finalmente la comitiva fue disuelta con el uso de armas de fuego en la plaza Manuel Becerra mediante la intervención de la Guardia de Asalto bajo las órdenes del teniente José del Castillo Sáenz de Tejada. Durante los incidentes fueron asesinadas cinco personas de la comitiva y se contaron treinta y dos heridos.[1]

Estos incidentes fueron clave en la serie de acontecimientos que llevaron al inicio de la Guerra civil española, motivando el asesinato del teniente Castillo, que a su vez motivó el asesinato de José Calvo Sotelo.[2]

Durante la primavera de 1936, la tensión política y social en España había aumentado y el número de huelgas, atentados, asesinatos y enfrentamientos en general, alcanzó una frecuencia y continuidad que anticipaba la guerra civil posterior.

En este contexto, el 14 de abril de 1936 tuvo lugar un desfile para conmemorar el quinto aniversario de la proclamación de la República. Durante el evento, se registraron varios incidentes de carácter más o menos violentos (agresiones, tracas, abucheos y gritos),[3]​ hasta el momento en que desfilaron cuatro compañías de la Guardia Civil, que empezaron siendo increpadas por una parte del público asistente. Tras un enfrentamiento verbal, se registraron algunos disparos por los que murió alcanzado en la espalda Anastasio de los Reyes, alférez de la Guardia Civil, que se encontraba fuera de servicio presenciando el desfile.[3]

El gobierno del Frente Popular, alerta ante los acontecimientos sucedidos y preocupado por una escalada de violencia, decidió que el entierro del alférez se llevara a cabo en la intimidad. Sin embargo, el hijo del mismo, David de los Reyes, y el superior directo del asesinado, Florentino González Vallés, teniente coronel, se mostraron en desacuerdo.

Debido a la negativa de la administración a entregar el cadáver del alférez, el propio teniente coronel acudió a las puertas del depósito judicial escoltado por oficiales de la Guardia Civil y funerarios y, sin registrarse enfrentamientos, recogieron el cadáver contra las indicaciones de los empleados de la dependencia, que advertían que el cuerpo estaba a disposición de la Dirección General de Seguridad.

La desobediencia del teniente coronel animó a numerosas personas a querer participar en el acompañamiento del cadáver hasta su inhumación.[4]

Una comunicación oficial señaló el entierro a las 11 horas del día 16 de abril. Fijando dicha hora, la mayoría de los militares de la capital tendrían imposible asistir al entierro, debido a sus obligaciones profesionales. Un grupo decidió desobedecer dicha orden y fijar la hora del entierro a las 15 horas. Éstos trataron de publicar una esquela en el diario ABC, aunque fue censurada por la autoridad gubernativa y publicada sin hacer mención a la pertenencia del alférez a la Guardia Civil ni a la hora del entierro, hecho que fue denunciado posteriormente por José María Gil-Robles.[5]

El entierro del alférez Anastasio de los Reyes quedó programado para el 16 de abril de 1936 a las 15 horas. Desde mucho antes de dicha hora, a pesar de los intentos del gobierno por evitarlo, se agrupó una multitud en las inmediaciones del cuartelillo de la Guardia Civil "Bellas Artes" para escoltar durante el trayecto la carroza mortuoria que transportaría el cadáver.

Según la prensa de la época, al entierro asistieron numerosas personalidades y un alto número de jefes y oficiales del Ejército y de la Guardia Civil. Encabezando la comitiva se encontraba José María Gil-Robles acompañado de otras personalidades de la derecha española.[1]​ También asisten miembros del gobierno, como el general Mena, subsecretario del Ministerio de Guerra; el general Pozas, inspector general de la Guardia Civil y José Alonso Mallol, Director General de Seguridad.

Desde antes de comenzar la marcha, se pudo intuir que ésta iba a ser acosada por las calles de Madrid. Un individuo con una pistola ametralladora fue detenido antes de que se iniciara el recorrido. Los asistentes trataron de lincharlo, impidiéndolo los agentes de autoridad.[6]​ La comitiva, poco después, se puso en marcha mientras el féretro era llevado a hombros por guardias civiles.

Primer ataque

Al llegar la comitiva a la calle de Miguel Ángel, desde una casa que se encontraba en obras se lanzó una descarga cerrada de disparos contra los asistentes al entierro, resultando varios de ellos heridos, algunos de gravedad. Algunos guardias civiles que asistieron entraron en el edificio en obras y detuvieron a todos los presentes, aunque alegaron que los que efectuaron los disparos habían huido del lugar. Durante el registro practicado se encontró algún arma. La comitiva continuó su marcha.

Segundo ataque

A la altura de la calle de Lista, se produjeron nuevos disparos desde terrazas y azoteas de las casas. De nuevo, se produjeron varios heridos y los atacantes lograron huir. La guardia civil practicó cacheos y estableció un dispositivo de vigilancia alrededor de la comitiva, para intentar garantizar su seguridad. Los hombres uniformados y armados avanzaban por los laterales de las calles con las armas desenfundadas y amartilladas protegiendo la comitiva.

Tercer ataque

La comitiva continuó por la Castellana y la plaza de Colón, hasta iniciar su paso por el paseo de Recoletos. A la altura del número 6, de nuevo desde un edificio en obras, se efectuaron nuevos disparos sobre la comitiva, informándose nuevos heridos.

Tras este tercer ataque, los asistentes se encontraban en un gran estado de nerviosismo y agresividad tras sentirse acosados y atacados por las calles de Madrid y habiendo dejado atrás a varios muertos por el camino. Los tumultos se repetían al paso de la comitiva, que exigía a los peatones con los que se cruzaban que se descubrieran la cabeza en señal de respeto y eran frecuentes las provocaciones que recibían, puño en alto en ocasiones, que provocaban nuevos enfrentamientos. Se produjeron diversas detenciones, también de personas que apoyaban la comitiva cuando mostraban una agresividad más allá de la mera defensa propia.[6]

Ante este panorama y dada la proximidad del Congreso de los Diputados, que se encontraba en sesión, José Alonso Mallol, Director General de Seguridad, ordenó que la Guardia de Asalto se movilizara.

La comitiva llegó a la plaza Cibeles, continuó por la calle de Alcalá en dirección a la plaza de la Independencia, donde el féretro se colocó en el coche mortuario.

Al llegar a la plaza Manuel Becerra, la manifestación, tras haber sido tiroteada en tres ocasiones, había tomado un cariz agresivo y violento. En la plaza esperaban varios camiones de guardias de asalto, enviados por José Alonso Mallol, con la orden de detener y disolver la manifestación. Al mando de la Guardia de Asalto se encontraba el teniente José del Castillo, miembro de la Unión Militar Republicana Antifascista que, dada la escalada de tensión que se vivió en la plaza, ordenó disparar a los manifestantes para disolverlos, falleciendo varios de ellos en dicho tiroteo.

En ese momento fallecieron tres personas, entre las que se encontraba Andrés Sáenz de Heredia Arteta, primo hermano de José Antonio Primo de Rivera. Además, fue gravemente herido el joven de diecinueve años José Llaguno Acha, estudiante de medicina afín a los tradicionalistas, que fue dado por muerto durante muchas horas. Ambos sucesos han sido atribuidos, según las fuentes que se consulten, a disparos realizados por el propio teniente Castillo.[7][8][9][10]

Resultaron heridas durante los incidentes treinta y dos personas, siendo heridas por bala once de ellas: José Luis Llaguno Acha, de diecinueve años, estudiante de medicina; Gregorio Jiménez Duque, de veinticinco años y guardia conductor de seguridad; Emilio Cano Herrero, de cuarenta y siete años, empleado de Correos; Federico Bertoleno Roncali, de sesenta y siete años; Ignacio Marín Carrión, de veintiocho años; José Sáinz Ramírez, de cincuenta y ocho años; Gregorio Morales García, de diecisiete años; Jacinto Fernández, de treinta y un años, conductor de tranvías y Alfonso Pérez Cordero, de cincuenta años; Ignacio Mir Carnicer, de treinta años y Carmelo Herece Herrando, de cincuenta y cuatro años.

Fallecieron cinco personas por herida de bala: José Rangel, Julio Mir, Luis Rodríguez Vargas, de veintitrés años; Manuel Rodríguez Jiménez, de veintiocho años y Andrés Sáenz de Heredia Arteta, de veinticuatro años, estudiante y primo hermano de José Antonio Primo de Rivera.

Durante las horas siguientes fueron detenidas unas 170 personas de organizaciones extremistas de izquierda y derecha.[6]​ Ese mismo día, fue enviado un proyecto a las Cortes Generales, aprobado el día siguiente, que fijaba severas sanciones para los militares que apoyasen organizaciones sediciosas. El teniente coronel Florentino González Vallés, clave en la organización de la comitiva y superior directo de Anastasio de los Reyes, y otros nueve oficiales fueron declarados en disponibilidad forzosa. Casi la totalidad de ellos se unieron a los sublevados durante el Golpe de Estado en España de julio de 1936

El gobierno no inició investigación alguna por las acciones del teniente José del Castillo ni por la forma de disolver la manifestación con uso de munición real.

El asesinato y los incidentes que tuvieron lugar durante el posterior entierro del alférez De los Reyes fueron claramente premonitorios de la Guerra Civil Española. Se trató de una de las primeras veces en que conservadores, monárquicos, guardias civiles, militares, falangistas y tradicionalistas se encontraron juntos y en el mismo bando en enfrentamientos de carácter violento contra pistoleros de izquierdas y fuerzas del orden republicanas.[4]

Las reacciones tibias del gobierno del Frente Popular por la actuación de la Guardia de Asalto provocaron un agrio sentimiento de injusticia y revanchismo sobre las derechas españolas, que influyó, entre otros factores, en el posterior asesinato del teniente Castillo al imputársele la decisión de abrir fuego contra los manifestantes en la plaza Manuel Becerra. Diversos autores, como Paul Preston e Ian Gibson, consideran que los asesinos de José del Castillo fueron falangistas o tradicionalistas respectivamente. Estos incidentes, sumados a la escalada de violencia y confrontación de 1936, podrían haber contribuido, entre otros factores, a la gestación del golpe de estado de julio de 1936.[2]



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