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Indigenistas



El indigenismo es una corriente cultural, antropológica concentrada en el estudio y valoración de las culturas indígenas, y el cuestionamiento de los mecanismos de discriminación y etnocentrismo en perjuicio de los pueblos originarios.[1]

Se puede hablar de una historia dentro del indigenismo a partir del sermón de diciembre de 1511 de Antonio de Montesinos. Desde entonces el indigenismo tomó forma con el paso del tiempo y es lícito hablar de indigenismo desde la época de la administración colonial española, con modalidades diversas,[2]​ aunque durante el siglo XIX en los nuevos estados independientes hispanoamericanos la preocupación indigenista perdió terreno.

Franz Boas, el padre fundador de la antropología social, había ya concebido una Escuela Internacional de Arqueología y Etnología Americana con énfasis en el hemisferio occidental, visión que no pudo materializar. En México, es con la revolución (1910) cuando las políticas indígenas tuvieron sus inicios. Un incremento posterior en las dinámicas de las políticas indigenistas pudo ser visible en 1920 dentro del contexto de la estabilización política de la revolución. Estas instituciones apuntaban a la asimilación, hispanización y nacionalización de la población indígena a través de la educación. Desde 1936 el Departamento de Asuntos Indígenas ha coordinado la integración de la población indígena en la nación, a partir de 1939 por medio del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Un nuevo giro inter-americano comenzó en los años veinte con los ya mencionados programas de asimilación a través de la educación en México y un cambio significativo en las políticas indígenas en los EE. UU. Después de la derrota militar de los pueblos originarios a finales del siglo XIX, el gobierno de EE. UU. al igual que el de Canadá implementaron políticas estrictas de reservas indígenas. En la década de 1920 surgieron críticas a las políticas de reservas indígenas debido a las desastrosas circunstancias económicas y sociales desastrosas que se encontraron en esos sitios. Con el fin de implementar una nueva política indigenista se asignó a John Collier como Comisionado del Bureau of Indian Affairs, donde permaneció desde 1933 hasta 1945. En alusión a la política general de Roosevelt, la política indigenista de Collier se hizo famosa como el “Indian New Deal”.

En 1931, John Collier y el antropólogo mexicano Manuel Gamio discutieron la necesidad de establecer una organización inter-americana que pudiera servir como un centro de coordinación y que pueda recolectar datos antropológicos, así como promover el intercambio y experiencias en torno a las políticas indigenistas. Oficialmente, la fundación de un Instituto Indigenista Interamericano (III) fue por primera vez discutida durante la Octava Conferencia Panamericana (Lima 1938). Este debate derivó dos años después en la creación del Primer Congreso Indigenista Interamericano, en 1940 en Pátzcuaro, México, el cual había sido originalmente planificado para tener lugar en La Paz, Bolivia. En este congreso los delegados aprobaron la fundación del Instituto Indigenista Interamericano como una organización internacional independiente con sede en Ciudad de México. En 1942 fue inaugurado el III y – debido a la inesperada muerte de Moisés Sáenz, quien había sido el principal organizador de la conferencia de Pátzcuaro – Manuel Gamio se convirtió en el primer director del instituto. Gamio se mantuvo en su oficina hasta su muerte en 1960.[3]

Tras el Primer Congreso Indigenista Interamericano, el indigenismo se convirtió en la política oficial de los estados de América, de manera que el conjunto de ideas y actividades concretas que han realizado los estados latinoamericanos en relación con las poblaciones indígenas han llevado el nombre genérico de indigenismo.[4]

También, por otra parte, existen corrientes "anarcoindigenistas" que defienden el indigenismo fuera de la política estatal, es decir, a través del anarquismo.[5]

El término ganó importancia en las últimas décadas del siglo XX para referirse a algunas organizaciones sociales y políticas en América Latina.[cita requerida]

En México, el indigenismo sucedió en el año de 1940 en Patzcuaro. Los gobiernos surgidos de la Revolución intentaron forjar una nación en torno a un proyecto nacional, por ello la política indigenista se entendió como un diseño del Estado para modificar la manera de ser de los pueblos indígenas. El congreso indigenista fue convocado por Lázaro Cárdenas.

Esto fue social y conflictivo, cuyo eje principal fue el cuestionamiento de la condición política de los pueblos indígenas y sus derechos. Para el indigenismo del siglo XX, el indio es una categoría específica de orden fundamentalmente socioeconómico, en tanto que la distinción étnica pasa a un carácter secundario. Los indígenas se consideran como marginados, en tanto que no participan de los "beneficios de la civilización", aunque sí de sus perjuicios: explotación, opresión, violencia, violación de los derechos humanos, desnutrición, epidemias y pobreza.

Los indígenas han quedado reducidos a vivir en la periferia, en regiones de refugio alejadas de los centros políticos, en sitios "inhóspitos" o también en los cinturones de miseria de las ciudades. Necesitan entonces, según el indigenismo, participación ciudadana y social y ayuda externa que les impulse a superarse e integrarse.

Jaime Beltrán, explica que en las regiones de refugio donde han logrado sobrevivir la mayoría de las comunidades indígenas, lo urbano domina lo rural, las comunidades se convierten en satélites y se establecen relaciones asimétricas entre los diferentes segmentos de la población. Los indígenas son la parte sometida dentro del hinterland que dominan los sectores que controlan el respectivo centro rector.[6]​ El indigenismo se propuso liberar al indio de esa intermediación opresiva y explotadora.

A diferencia del supremacismo blanco y del igualitarismo liberal, el indigenismo reconoce la especificidad de lo indígena y el derecho de los indios a recibir un trato especial favorable que compense siglos de discriminación, perjuicios y marginalidad.[cita requerida] Sin embargo, cuando los indigenistas hablan de integrar al indio a los beneficios de la sociedad nacional y global, aspiran a que en esa sociedad se encuentren los elementos que posibiliten la "redención" del indio, asumen que la sociedad dominante puede "salvar" al indio, integrándolo a ella.

Para Alejandro Marroquín, el indigenismo como política de los estados, busca "atender y resolver los problemas que confrontan las poblaciones indígenas, con el objeto de integrarlas a la nacionalidad correspondiente" y puede clasificarse en cuatro variantes:[1]

En el Perú, el indigenismo fue un movimiento literario y artístico surgido en los años 30. Sus principales representantes son José María Arguedas (en literatura), Martín Chambi (fotografía), José Sabogal (pintura) y Daniel Alomía Robles (música). Es necesario precisar que el indigenismo no se limita a unas fechas de inicio y final, sino que es una fuerte corriente artística que abarca casi todo el siglo XX y se desarrolla paralela a otros estilos, escuelas, corrientes y generaciones literarias del país.

Su evolución histórica podría clasificarse de la siguiente manera:

Cabe destacar que en el ámbito literario peruano el indigenismo tuvo como característica mayor la preocupación de reivindicar al indígena; es decir, presentar su problemática desde sus propias vivencias y no desde afuera: no lo idealizan. Tuvo, por tal, un rol orientador de denunciar las condiciones de explotación y marginación del indígena, mas no solucionarla.

Donde los máximos representantes manejan un rol distintivo por ejemplo José María Arguedas que, expone al indigenismo desde sus raíces y da a conocer la conciencia social del indígena en su libro Los ríos profundos o en el caso de Ciro Alegría que, presenta la condición dramática de las comunidades en la sierra norte en su obra El mundo es ancho y ajeno, en otras palabras se denuncia la realidad del hombre andino y por último Enrique López Albújar que narra los hechos, costumbre, tradiciones y paisajes del pueblo andino en su libro Cuentos andinos.

En 1910 fue creado en Brasil el Servicio de protección del indio, dirigido por Cândido Rondon. El servicio de protección del indio reconoció la importancia de las culturas indígenas y reconoció la posesión de algunas tierras a grupos de nativos. A partir de 1940 el indigenismo adquirió nuevo interés después de los estudios de etnólogos y antropólogos como los hermanos Villas Boas. En 1961 fue creado el parque nacional do Xingú. En 1973 con el Estatuto do Indio se ha definido el estatus del indígena en términos jurídicos. En la Constitución de Brasil del 1988 se ha declarado que los indios son los primeros y naturales señores de la tierra. A partir de 1992 con la demarcación de la Tierra indígena Yanomami se ha empezado a crear numerosas tierras indígenas. Actualmente las tierras indígenas en Brasil son 672, sumando a un total de 1.106.000 Kilómetros cuadrados (el 13% del total del país). Los críticos de la demarcación de Tierras indígenas de Brasil han argumentado que la extensión de estas es desproporcionada comparado al total de la población indígena del país (0,41% del total, según las estadísticas oficiales). Además estos críticos argumentan que la extensión de las tierras indígenas pone en riesgo la seguridad nacional y la producción agrícola y de ganado.[7]​ a los hijos de los invasores ahora brasileños.

Guillermo Bonfil (1970) y las Declaraciones de Barbados de 1975 (firmada por antropólogos) y la de 1977 (firmada por líderes indígenas), han propuesto alternativas al indigenismo. Bonfil cuestionó los estudios antropológicos cuyo único campo de estudio es la comunidad indígena o la etnia, o en el mejor de los casos una región, sin articular el análisis estructural de la sociedad global. Esta crítica se debe a que la explotación directa de los indígenas fue esencial para la economía colonial y las metrópolis y luego pasó a ser ejercida mediante "vicarios" del sistema capitalista internacional. En la mayoría de los casos no se produjo ni aislamiento ni desarrollo autónomo sino "sujeción vicarial", que conduce a la expansión de la sociedad dominante que acosa a las comunidades indígenas, devora su territorio y lleva a la quiebra y desaparición de más pueblos indígenas.

En vez de un indigenismo que pretende "salvar al indio de sí mismo", Bonfil (1982) propuso el proceso de "etnodesarrollo" como alternativa a la integración y al desarrollismo. Las organizaciones indígenas han ido asumiendo decididamente reivindicaciones de autonomía y autodeterminación y la diversidad cultural ha empezado a ser reconocida como riqueza por los estados y sociedades, de manera que el indigenismo etnocentrista ha cedido campo al pluricentrismo y el reconocimiento de la diversidad, aunque es una lucha viva del siglo XXI.

Para diversos defensores de derechos indígenas, como Stephen Corry, la raíz de la opresión de los pueblos indígenas reside en su sujeción a la sociedad mayoritaria,[8]​ por lo tanto, frente a la propuesta indigenista de asimilación o la de aislamiento promovida por otras corrientes antropológicas, debe primar su derecho a la autodeterminación.

Para Marie-Chantal Barre la política indigenista no toca el fondo del problema y se limita a redefinirlo como un problema de integración, según ideología de las clases dominantes y trata de "resolver" el "problema indígena" mediante la integración, concebida como aculturación. Integración unilateral, es decir un proceso que significa desintegrarse de lo indio para integrarse al sistema dominante existente; aculturación igualmente unilateral y necesariamente desculturizante con respecto a su propia cultura.[9]



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