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Influencia del árabe en el español



La influencia árabe en la lengua española ha sido significativa, especialmente en el nivel léxico, debido a la prolongada presencia arabófona en la península ibérica desde el año 711 hasta por lo menos 1613; entre 1609 y 1613 tuvo lugar la expulsión de los moriscos, muchos de los cuales hablaban árabe. Mientras que el 73 % del vocabulario español se le atribuye al latín, el 27 % restante se reparte entre otras lenguas. [cita requerida] En concreto, Rafael Lapesa afirma que más de 4000 palabras del léxico español, incluyendo topónimos, provienen del árabe.

La influencia arabófona fue más notoria en el sur y este del territorio controlado por los árabes, llamado al-Ándalus. La conquista árabe-musulmana de la península empezó con el establecimiento del Emirato de Córdoba, seguido del Califato de Córdoba y más tarde los diversos reinos de Taifa. El árabe era la lengua dominante en estos territorios y, a la vez, era lengua vecina para los reinos cristianos septentrionales.

El resultado en el español actual son muchos topónimos, sustantivos y nombres propios. Hay que distinguir entre las palabras tomadas directamente del árabe y aquellas que se han formado posteriormente en español por derivación. Así por ejemplo alcohol es una palabra de origen árabe, mientras que alcohólico estrictamente hablando no lo es, aunque su raíz sí es de origen árabe. Teniendo esto en cuenta, los verbos de origen árabe directo son muy escasos, tampoco hay demasiados adjetivos y adverbios y hay una sola preposición procedente del árabe, hasta. Esto puede reflejar que la influencia —siendo amplia y muy importante— no consiguió variar la estructura romance del español. [1]

Todas las lenguas romances de la península ibérica muestran cierta influencia del árabe andalusí, lengua predominante en la región musulmana de la península a partir del siglo IX o X. En muchas regiones, especialmente en la frontera, convivieron personas de hablas romances y habla arábiga, y así mismo los reinos musulmanes y cristianos tuvieron numerosos intercambios comerciales y tecnológicos entre ellos. La existencia de bilingües y personas que transitaban entre una región y otra produjo situaciones sociolingüísticas para una influencia mutua.

Aquello que hoy conocemos por el nombre de castellano, tuvo su origen en Castilla cuando la presencia árabe en la península ibérica era elevada. Esto supuso una importante influencia en el idioma desde sus comienzos.

Los arabismos son más abundantes en los dialectos de la zona meridional, especialmente en toponimia.

Los arabismos pueden encontrarse en muchos campos semánticos del español actual, como por ejemplo el de los oficios, la agricultura, el agua o los alimentos y utensilios[2]

La lengua española actual (formal y específicamente conocida como castellano) primero apareció en el Reino de Castilla, durante este período histórico de dominación islámica sobre gran parte de la península ibérica. El castellano antiguo del Reino de Castilla tendría un impacto creciente en las tierras musulmanas en donde la lengua castellana nunca había sido hablada, mientras que los mozárabes (cristianos parcialmente arabizados que vivían bajo dominio musulmán) del territorio de al-Ándalus emigraban hacia el norte durante las épocas de persecuciones religiosas, particularmente como resultado de la conquista de los Almorávides en el siglo XII.

Aunque el grado hasta el cual el árabe se infiltró en el castellano peninsular sea aún actualmente objeto de debate académico, es comúnmente aceptado que el árabe fue utilizado entre las élites locales.

No obstante, se cree que solamente el último reino musulmán que quedó en la península, el reino de Granada, bajo la dinastía nazarí, fue totalmente arabizado, después de varios siglos de dominio musulmán.

El español tiene, en muchos casos, dobletes lingüísticos latinos y árabes con el mismo significado, o para referirse a exactamente la misma cosa. A continuación se citan algunos ejemplos de ellos, anteponiendo el vocablo de origen árabe a su equivalente de etimología latina: aceituna y oliva, aceite y óleo, alacrán y escorpión, jaqueca y migraña, alcancía y hucha.

Debido a que el sur de España fue el epicentro de la dominación musulmana, la influencia del mozárabe y del árabe es evidentemente más sensible en las lenguas y dialectos (o formas dialectales) meridionales del español peninsular que en los dialectos norteños.

No obstante, en el caso particular del idioma catalán el impacto del árabe ha sido menor, debido a la detención del avance musulmán en la batalla de Poitiers en 732 por Carlos Martel y la posterior formación de la Marca Hispánica. No obstante, sí hay abundante toponimia de origen árabe en las zonas de la antigua Corona de Aragón que fueron conquistadas de forma más tardía.

Algunas palabras también han sido tomadas durante los siglos XIX y XX de la variante del árabe hablado en Marruecos, no sólo debido a la proximidad de ambos países, sino también debido al protectorado español en el territorio del norte del actual Marruecos, así como sobre el denominado Sahara Occidental.

El artículo árabe al- fue incluido en el vocabulario castellano (como a- en palabras que en árabe empiezan por letras solares), pasando a formar parte de muchas palabras, en lugar de permanecer como constituyente sintáctico, [3]​ si bien esto ya no afecta a la morfología del castellano, sino solo al léxico.

Además, se incorporó el sufijo a algunos adjetivos, usado sobre todo en gentilicios del mundo árabe o musulmán.

Aunque no hay consenso sobre ello, es posible que la estructura sintáctica del castellano fuese influida también por la lengua árabe, o bien por la hebrea, lenguas en las cuales generalmente se sitúa primero el verbo y después el sujeto en la frase. Según Rafael Lapesa, tanto en castellano como en portugués ese orden sintáctico es más común que en otras lenguas romances, aunque considera que no hay pruebas suficientes de que esto provenga de la influencia semítica. [4]

Una lista parcial de arabismos es la siguiente:[cita requerida]

A: ababol, aceite, aceituna, aceña, acequia, acicate, adive, aduana, ajedrez, ajonjolí, alambor (referido a la arquitectura o la milicia), alazán, alambique, albahaca, albañal, albañil, albóndiga, albur, alcachofa, alcalde, alcancía, alcanfor, alcazaba, alcázar, alcohol, aldea, alfanje, alfarda, alfombra, alforja, algarabía (referido a a gritería confusa), algarroba, algodón, alhaja, alheña, alhóndiga, alicate, aljaba, aljibe, almacabra, almacén, almadraba, almahala, almanaque, almazara, almez, almocadén, almocárabe, almohada, almohade, almojama, almoneda, almoraduj, almorávide, alquitrán, altabaca, argel, arrabal, arroz, atabal, atún, azahar, azafrán, azogue, azote, azúcar, azucena, azud.

B: babucha, badana, baden o badén, balda (referido a cosa de poquísimo precio y de ningún provecho), balde (referido a vano), baharí, baladí, barrio, batea, bellota, berenjena, bórax.

C: cabila, caire, calafate, cande, carmesí, cenefa, cenit o cénit.

D: dado (referido a los juegos de azar), daga (referido a la hilera horizontal de ladrillos de las que se forman en el horno para cocerlos), diván, dante, dinar.

E: emir, escabeche, elche, engarzar, escaque.

F: faquir, farda (referido al corte o muesca que se hace en un madero para encajar en él la barbilla de otro), fulano.

G: gálibo, galima, gandul (referido a holgazán o al individuo de cierta milicia antigua de los moros de África y Granada), granadí, guitarra.

H: hachís, halagar, halal, hazaña, hasta, hiyab.

I: imán (en lo referente a lo religioso), intifada, islam, imela.

J: jabalí, jarabe, jaima, jinete, jarra, joroba.

L: laúd, lima (referido al fruto del limero), limón (referido al fruto del limonero), laca, leila, latón (referido a la aleación de cobre y cinc).

M: maravedí, meca, mazmorra, mezquino, mezquita, mozárabe, mudéjar, muyahidín.

N: nácara, nadir, noria, naranja, nazarí.

O: ojalá, omeya.

Q: quintal, quilate.

R: rehén, rabal, rasmia, roque (referido a la torre del ajedrez o al carro de dos ruedas con lanza o varas), rubia (referido a moneda), rincón.

S: sandía, serafín (referido a moneda), sufí, suní.

T: tabaco, tabaque (referido a cestillo o canastillo de mimbre), tabique, taza, tambor, talco, taifa, tarima, toronja, turco.

V: valí, visir.

W: wahabí.

Y: yihad.

Z: zanahoria, zenit o zénit, zafar, zafio, zafío.

La influencia de la lengua árabe es más notoria en los topónimos de la península ibérica que en las lenguas romances de la península. Entre los topónimos más conocidos están los siguientes:

Hay una coincidencia en los sistemas fonológicos del árabe y del español moderno en la presencia en las dos lenguas de los fonemas /θ, x/ (como en español zeta y jota o en árabe ث ā’ y خ ā’). Dichos sonidos son raros en las lenguas romances, por lo que algunos autores han atribuido su desarrollo en español moderno a la influencia del árabe. La mayoría de autores no acepta esta explicación, ya que esos sonidos solo se han detectado en español a partir del siglo XVI, cuando la influencia del árabe era casi inexistente, y como desarrollo de cambios fonéticos previos que empezaron con la pérdida de la oposición de sonoridad en los fonemas asibilados.[8][cita requerida] Así los sonidos del español medieval /ʦ, ʣ/ evolucionaron primero a la predorsal /s̪̺/ y luego a /θ/ (este último cambio que no se dio en América, ni Andalucía), mientras que /š, ž/ evolucionaron a /š/ y de ahí a /x/. Esta evolución empezó a partir del siglo XV y no parece tener nada que ver con un sustrato árabe (de hecho, en algunos lugares del Magreb el fonema /θ/ ni siquiera se articula como en español, sino como [ʦ] que es una pronunciación ajena al español moderno).



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