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Isabel Carlota del Palatinado



Isabel Carlota del Palatinado (en francés: Élisabeth Charlotte du Palatinat; en alemán: Elisabeth Charlotte von der Pfalz) (Palacio de Heidelberg, 27 de mayo de 1652 - Palacio de Saint-Cloud, 8 de diciembre de 1722) fue una princesa del Palatinado y duquesa consorte de Orleans a través de su matrimonio con Felipe I. Cuñada del rey Luis XIV de Francia, Madame o Madame Palatine, como se la conoció, pasó a la posteridad por las ácidas descripciones que hizo en sus cartas de la corte del Rey Sol.

Isabel Carlota nació el 27 de mayo de 1652 en el Palacio de Heidelberg, como la segunda hija de Carlos I Luis del Palatinado y Carlota de Hesse-Kassel, Desde su infancia fue conocida por el apelativo cariñoso de Liselotte. De Liselotte se han conservado las miles de cartas que escribía a amigos y parientes, en las que se puede ver uno de los mejores y más minuciosos reportes sobre los sucesos y costumbres durante el reinado de su cuñado, de quien era una cercana amiga.

Sus padres tenían un matrimonio poco feliz, Carlos mantenía una relación extramatrimonial con María Luisa de Degenfeld, una de las damas de honor de su esposa, incluso se casó con ella y sin antes divorciarse de su mujer, arriesgando la ilegitimidad de sus hijos. Liselotte tenía cinco años cuando la enviaron a vivir con su tía Sofía de Wittelsbach, esposa de Ernesto Augusto de Brunswick-Luneburgo. La pequeña siempre recordaría esta época como la mejor de su vida, y a pesar de la distancia se mantuvo en contacto permanente con sus medias hermanas menores. En 1663, Liselotte volvió a Heidelberg a vivir con su madrastra y sus quince hermanos, entre ellos Carlos, futuro Elector del Palatinado.

Al parecer quería casarse con su primo Guillermo de Orange, quien más tarde se convertiría en Guillermo III de Inglaterra, pero su familia consideró más beneficioso desposarla con el hermano del rey Luis XIV de Francia, recientemente viudo de su primera esposa, la princesa Enriqueta de Inglaterra.

Fue entregada como esposa a Felipe de Francia, duque de Orleans, hermano menor del rey Luis XIV, ya viudo de su primera esposa, Enriqueta de Inglaterra, con quien tenía dos hijas. La boda fue celebrada el 21 de noviembre de 1671.

Felipe era conocido en la corte francesa como Monsieur, razón por la cual desde entonces Liselotte asume el nombre de Madame. Ambos se llevaron una pésima sorpresa al conocerse; Isabel Carlota estaba muy lejos de los cánones de belleza de la época, mientras que Felipe en su modo afectado y afeminado estalla en un susurro escandalizado al verla: «¿no esperarán que me acueste con eso[1]​ Las tendencias homosexuales de Monsieur eran por todos conocidas, nunca escondió a sus amantes masculinos ni sus preferencias, incluso Isabel Carlota reconocía sin pudor en sus cartas, que Felipe se encomendaba a los santos y usaba "rosarios y medallas benditas en las partes apropiadas para poder realizar el necesario acto con ella".[2]

Liselotte se opuso siempre a la desmesura de su marido a la hora de hacer concesiones a sus favoritos, quienes se aprovechaban del duque para incrementar sus riquezas e influencias en la corte.[3]​ Dijo ella al respecto:

Isabel Carlota tenía su residencia en el Palacio de Versalles, en el Palais-Royal, pero su lugar favorito era el hermoso Palacio de Saint-Cloud ubicado en las afueras de París, la pareja hizo de este Château su residencia oficial. Liselotte también tuvo aposentos en la residencia privada del Rey, en el Palacio de Marly y en sus años de viuda se quedaría en el Gran Trianón construido por su cuñado.

A pesar de lo que podría pensarse, el matrimonio de Monsieur y Madame fue bastante bien avenido. La relación tenía más que ver con compañerismo y amistad que con el amor, y pese a las dificultades que atravesaron en el lecho, tuvieron tres hijos. Lamentablemente Alejandro Luis, el primogénito y duque de Valois, murió a corta edad, lo que le provocó a la duquesa una fuerte depresión. Este triste hecho resquebrajó la relación entre ambos y ya no volvería a ser la misma. Tras el nacimiento de la menor de sus hijos y considerando terminada la tarea de proveer herederos, decidieron mutuamente terminar con las relaciones conyugales y continuar cada uno su vida privada libremente;[5]​ Felipe con sus amantes y Isabel Carlota centrándose en la crianza y educación de los niños.

Sus tres hijos fueron:

Junto a su marido formaron la Casa de Orleans, rama de los Borbones que toman el poder el año 1830 con Luis Felipe de Francia. Son antepasados de la mayor parte de las casas reales europeas: la española, italiana, búlgara, austríaca, toscana, napolitana, entre otras, descienden de esta pareja.

Liselotte era la única cuñada del rey de Francia, y por ende era muy normal que la pareja pasara la mayor parte del año en la corte, donde Felipe tenía el rango de Hijo de Francia, que los elevaba sobre todos a excepción de la reina, los hijos y los nietos de su hermano.

Su carácter expansivo y abierto le granjeó la confianza y amistad de su cuñado, quien la consideraba una de sus más cercanas amigas. Luis XIV se divertía con su sinceridad y comentarios ácidos. Luis reconocía que gran parte de esta confianza se debía a que era tan poco agraciada que era la única mujer en la corte con quien jamás se acostaría, y ambos se reían mucho de esta ocurrencia.[1]​ Algo que hería sobremanera la sensibilidad de la duquesa era que la maîtresse-en-titre (la amante oficial del rey) y sus hijos ostentaban una posición superior a la suya. Liselotte era inexorable en cuanto a la legitimidad de los miembros de la familia y se encargaba de importunar a quien ostentara ese cargo y a todos los hijos ilegítimos del Rey.

Es de imaginar lo que fue para ella que su hijo Felipe de Orleans fuera comprometido con Francisca María de Borbón, hija legitimada de Madame de Montespan, amante del rey. Cuando se enteró que el joven Felipe había cedido ante el rey y había aceptado el compromiso, la enfurecida Liselotte lo abofeteó delante de toda la corte y le dio la espalda al rey mientras este la saludaba, solamente ella podía permitirse algo así frente al Rey Sol. Más tarde escribió al respecto:

Una vez que el rey dejara a Madame de Montespan por Madame de Maintenon, Liselotte se encargó de hacerle la vida imposible a esta última. En su correspondencia se refiere a ella como "vieja bruja" y "vieja mujerzuela".[6]​ Solamente en una ocasión el rey la encaró y no permitió sus críticas, debido a las cartas en las que lo censuraba por mantener amantes. El rey le advirtió que cambiara de actitud frente a Madame de Maintenon y Liselotte debió, por una vez, tragarse su orgullo y callar.[1]​ El 26 de mayo de 1685, su hermano Carlos II del Palatinado muere sin herederos. Luis XIV reclamó para su cuñada el Palatinado y las ciudades de Oppenheim, Simmern, Kaiserslautern, Sponheim, dando así inicio a la Guerra de los Nueve Años.

El 9 de junio de 1701, su esposo murió de un infarto en el Palacio de Saint-Cloud. Previamente había tenido una acalorada discusión con su hermano en el Palacio de Marly sobre la conducta inapropiada de su hijo, que también era yerno del Rey.

El contrato matrimonial de Isabel Carlota y Felipe estipulaba que esta debía trasladarse a un convento en caso de enviudar. Sin embargo, debido a su influencia con el soberano, continuó residiendo en la corte, manteniendo sus departamentos en todas las residencias reales, y además mantuvo su rango y las dignidades que este implicaba. De su marido heredó 40.000 libras al año, Luis XIV añadió 250.000 y su hijo otros 200.000. Algún tiempo después de la muerte de su esposo, escribió:

En 1715, Luis XIV muere a la edad de setenta y seis años en el Palacio de Versalles. El heredero al trono y bisnieto del Rey, tenía sólo cinco años. En su testamento, el difunto rey le entregó la regencia a su hijo legitimado el duque de Maine en conjunto con Felipe II de Orleans, hijo de Liselotte. Sin embargo, el Parlamento de París revocó las disposiciones de la última voluntad real a petición del duque de Orleans, que así se convirtió en regente único.

En sus memorias, Isabel Carlota describe la nueva era de la Regencia. Ahora que no es superada por ninguna mujer en la corte y se siente liberada de Madame de Maintenon, continúa con sus quejas diarias acerca la decandencia de la corte, sobre la que escribió:

Liselotte tenía mucho cariño a su nieta, María Luisa Isabel de Orleans, duquesa de Berry, y estaba muy preocupada por la salud de la princesa como lo escribe en una carta del 2 de abril de 1719: «Nuestra duquesa de Berry está enferma, tiene fiebre, los vapores y el dolor en la matriz... De momento me han dicho que está muy mal y estoy preocupada: está tan gruesa, tan gorda, y mucho me temo que tiene una enfermedad muy grave...». En realidad, la duquesa de Berry ha llegado al término de un embarazo secreto. Refugiada en una pequeña habitación de su palacio, la joven viuda sufre un parto sumamente laborioso. Liselotte quiere tapar el escándalo y atribuye la "enfermedad" de su desenfrenada nieta a las consecuencias de su glotonería.[8]​ Mientras la parturienta está entre la vida y la muerte, la Iglesia se niega a darle la extremaunción. Por fin, la princesa alumbra a una niña, pero no logra restablecer su salud y fallece en julio. Liselotte quedó muy afligida por esta muerte. La autopsia reveló que la duquesa de Berry ya llevaba un nuevo feto, concebido al mes siguiente del parto.

Isabel Carlota murió a la edad de setenta años el 8 de diciembre]de 1722 en el Palacio de Saint-Cloud.

Es muy ilustrativo el retrato que hace de ella el Duque de Saint-Simon:

«Madame tenía en todo más del hombre que de la mujer. Era fuerte, valiente, alemana a la extremidad, franca, recta, buena y bondadosa, noble y grande en todas sus maneras y mezquina a la extremidad con todo lo que atañía a lo que le era debido. Era agreste, siempre encerrada escribiendo salvo en los breves momentos de corte en sus aposentos; el resto del tiempo sola con sus damas; dura, ruda, proclive a la aversión y temible por las ocurrencias -sobre cualquiera- que tenía a veces; ninguna facilidad, ninguna muestra de ingenio, aunque ingenio no le faltara; ninguna flexibilidad; un celo extremo, como hemos dicho, sobre todo lo que se le debía; la apariencia y la villanía de un suizo; capaz con todo ello de un amistad tierna e inviolable».



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