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Jerónimo Anchuela



¿Qué día cumple años Jerónimo Anchuela?

Jerónimo Anchuela cumple los años el 17 de junio.


¿Qué día nació Jerónimo Anchuela?

Jerónimo Anchuela nació el día 17 de junio de 1.


¿Cuántos años tiene Jerónimo Anchuela?

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¿De qué signo es Jerónimo Anchuela?

Jerónimo Anchuela es del signo de Geminis.


¿Dónde nació Jerónimo Anchuela?

Jerónimo Anchuela nació en Daroca.


Jerónimo Anchuela (Daroca, ca. 1706 – Pamplona, 11 de julio de 1763). Impresor afincado en Pamplona, comienza a trabajar en el taller de José Joaquín Martínez y posteriormente se emancipa y abre una imprenta, en la calle de San Agustín, que se mantiene activa en la capital navarra entre 1736 y 1756, periodo en el que se tiene noticia de que imprime 24 libros, al margen de multitud de pequeños encargos para instituciones y particulares. La deficiente marcha del taller de imprenta debió de obligarle, en 1745, a arrendarlo a dos jóvenes oficiales José Botaya y Martín José de Rada. Mientras que Anchuela se centraba en la atención de la librería que había abierto al mismo tiempo que la imprenta aunque en lugar diferente, en la calle Bolserías. En virtud del contrato suscrito al efecto todo lo impreso por Botaya y Rada sería remitido para su venta a la librería de Anchuela, que también se encargaría de la encuadernación de los libros. En 1748 asumió el cargo de administrador de los libros que el Hospital General de Navarra vendía en régimen de monopolio. Se trataba de ediciones de gran difusión y bajo precio, como catecismos y cartillas escolares, cuyo importe contribuía a sostener esta institución benéfica. Al parecer solo desempeñó este cometido durante un año. La actividad del taller y la librería de Jerónimo de Anchuela se fue debilitando progresivamente hasta la extinción. De hecho el último libro impreso en él apareció en 1753, diez años antes de su fallecimiento.

Aragonés, nacido en Daroca hacia 1706[1]​, hijo de Tomás Anchuela y de Josefa Martín y Heredia[2]​, comienza a trabajar en Pamplona en la imprenta de José Joaquín Martínez, primero como “mancebo” para después alcanzar el rango de oficial. Hombre de confianza de esta casa, contraerá matrimonio, en 1730, con Fermina de Esain, sobrina de Magdalena Vidaurre, la esposa de su patrón.[3]​ A la sazón Anchuela debía de tener 24 años. Al cabo de 16 meses, el 16 de octubre de 1731, tiene lugar en la parroquia de san Nicolás, donde se habían casado, el bautizo del primer hijo, José Joaquín Antonio. El patrón del padre, el impresor José Joaquín Martínez, actúa como padrino y da su nombre al niño. Dos años después, concretamente el 27 de julio de 1733, se celebra el bautizo de la primera hija, María Teresa, que será apadrinada por su tío paterno, Pedro de Anchuela. En 1735 nacerá María Josefa, que es bautizada el 28 de noviembre, siendo su padrino Martín de Ibiricu. El cuarto hijo llegará en 1738 y será bautizado, el 11 de agosto, con el nombre de Pedro Lorenzo, el de su padrino y tío paterno, Pedro de Anchuela. El nacimiento del quinto se producirá cuatro años más tarde, el 21 de octubre de 1742; será bautizado con el nombre de Lucas Jerónimo, siendo su padrino el diácono Juan Jerónimo Learte. Jerónimo de Anchuela reside y trabaja, en los primeros años de su matrimonio, en la calle de Bolserías, en la parroquia de San Saturnino, al amparo del taller de José Joaquín Martínez. Posteriormente, cuando se distancia de su protector y pone en marcha una imprenta, traslada taller y vivienda a la calle San Agustín, tal y como se anuncia en los pies de imprenta de 1736 y 1744. Al mismo tiempo, mantiene abierta la librería en la calle Bolserías, según se constata en 1740.[4]​ De cualquier manera, Anchuela residió en la parroquia de San Juan Bautista, en la barrio de la Navarrería, puesto que aquí bautizó a sus hijos y recibió sepultura.

En 1734, las relaciones laborales entre José Joaquín Martínez, el maestro impresor, y su empleado Jerónimo de Anchuela se enturbian y las discrepancias los conducen ante los tribunales, aunque finalmente llegan a un acuerdo que suspende el litigio. Actúan como testigos el impresor aragonés Juan Camín, empleado en el taller de José Joaquín Martínez, y el comerciante pamplonés Juan de Berrueta, librero y en tratos mercantiles con el mismo impresor[5]​; los Berrueta eran influyentes comerciantes pamploneses de origen francés.[6]​ A la muerte de José Joaquín Martínez, en 1741, se reavivan los conflictos entre las dos familias. Jerónimo de Anchuela reivindica los derechos de su esposa Fermina de Esain a la herencia de su tía Magdalena de Vidaurre y, por extensión, a la de José Joaquín Martínez. A este fin, concurre en su reclamación con su cuñada Antonia Esain y su esposo Martín Gainza. José Joaquín Martínez había fallecido sin descendencia y sus abundantes bienes eran disputados por los allegados de su primera esposa, Magdalena de Vidaurre, y por su segunda mujer, María de Lizasoain. El 3 de agosto de 1741 comparecen Martín Gainza y Antonia de Vidaurre, su mujer, vecinos de Cirauqui, y Jerónimo de Anchuela y Fermina de Esain y Vidaurre, su mujer, los cuales manifiestan que en los tribunales del Reino se les ofrece litigar contra María de Lizasoain, segunda esposa y viuda de Joaquín Martínez, maestro impresor, “sobre la sucesión de los bienes que quedaron por fin y muerte de Magdalena de Vidaurre, su primera mujer”. Los comparecientes dan poderes para litigar a Francisco Rubio, procurador de los tribunales.[7]​ Además de la herencia de Martínez, Anchuela reclama deudas atrasadas, como 80 reales por tres años que había trabajado como “mancebo” en el taller de Martínez y el pago de diversos trabajos de encuadernación. En total, las deudas reivindicadas por Anchuela suman 1.593 reales y 24 maravedís, al tiempo que reconoce que había cobrado 2.913 reales y 24 maravedís. En 1742 la Corte Mayor de Navarra falla a favor de Anchuela y obliga a la viuda de José Joaquín Martínez a pagarle los 1.593 reales y 24 maravedís reclamados por salarios atrasados y por la encuadernación de 900 libros.[8]​ No cabe duda de que Martínez ayudó a Anchuela a establecerse como impresor en los primeros momentos. Le envió trabajo abundante, tanto de impresión como de encuadernación, favoreciendo de esta forma su consolidación empresarial. Anchuela asegura que imprimió para Martínez 1.549 ejemplares de la primera edición de los Ejercicios de san Ignacio y que de esta misma obra le llegó a encuadernar 4.818 ejemplares.

Las primeras impresiones de Anchuela son de 1736. Se trata de dos obras de dimensiones modestas: una novena a san Fermín, editada por el Regimiento de Pamplona, y otra a la Virgen del Pilar. A partir de esa fecha se sucederán los trabajos de remendería –impresiones sencillas, de papelería- para el Regimiento; así, el 16 de noviembre de 1737, el Ayuntamiento autoriza el pago a Jerónimo de Anchuela de 86 reales “por la impresión de las cédulas en derecho del pleito que ha litigado la ciudad contra la de Tudela”. Garralda da cuenta de otros encargos del municipio en 1741.[9]​ Al año siguiente imprime “los aranceles de los derechos de alcabalas y correduría que deben percibir sus portaleros y 100 copias que ha sacado de ellos, en que se incluye el coste del papel” por importe de 56 reales[10]​ y, al cabo de seis meses, vuelve a tirar 60 copias más, que le reportan 40 reales. En 1746 imprime por encargo del Ayuntamiento el sermón de las exequias de Felipe V pronunciado por Antonio Lobera, por lo que percibe 284 reales.[11]​ También trabaja para el Hospital General de Pamplona, que le encarga una impresión del Libro Quarto de Bravo, cuya venta tenía en exclusiva. Los encargos no proceden únicamente de las instancias oficiales; también atiende trabajos de particulares como el de Fermín de San Martín, con el que pleitea por el cobro de la impresión y encuadernación de una cédula de derecho. Así, el 14 de mayo de 1741, Anchuela presenta una reclamación judicial ante el Real Consejo de Navarra en la que manifiesta que ha impreso y encuadernado por orden de Fermín de San Martín, padre e hijo, la cédula en derecho del pleito que litiga San Martín, padre, sobre los mayorazgos de Altarriba y Torreblanca contra Martín Tiburcio Ibáñez de Ibero. La sentencia ordena que se pague a Anchuela el importe del trabajo conforme a la tasación, que asciende a 123 reales y 6 maravedís.[12]

Al cabo de diez años de matrimonio y cuando habían transcurrido unos cuatro desde su emancipación del taller de José Joaquín Martínez, en 1740, Anchuela aparece asentado como impresor y librero, con una actividad que se podría calificar de moderada y constante. En este sentido, la inspección realizada por el Consejo Real en la mañana del 10 de octubre del citado año ofrece una imagen precisa de la dimensión del negocio de Anchuela, al que se denomina maestro impresor y librero. La revisión comprende “el cuarto donde tiene la imprenta y el tórculo de sacar láminas y los demás cuartos de su habitación, y asimismo la tienda, que la tiene en la calle de la Bolsería, donde pone de venta lo que trabaja”.[13]

Cinco años después, en 1745, el taller ofrece una dotación más completa. Dispone de cinco cajas con tipos de “lectura” y “tres pliegos más o menos de letra de dicha lectura, del libro que se imprimió del sr. don Francisco Saldías, y tres cajas con tipos de ‘texto’, con dos pliegos poco más o menos, que componer pueden de alegaciones regulares”. La imprenta, en ese año, cuenta con una prensa, dos ramas, doce galeras, un tórculo y ocho tablas de levantar formas. En cuanto a los útiles de encuadernar, dispone de un juego completo de hierros de dorar, con siete piezas, que habían costado diez pesos (80 reales); lo había mandado traer de Roma Agustín de Lanz, presbítero, corista mayor de la parroquia de San Juan Bautista de Pamplona, a la que pertenece Anchuela, quien lo donó al impresor.[14]​ Desde 1739 Antonio Castilla trabaja en su taller en calidad de aprendiz. Es natural de Pamplona, tendría a la sazón unos 18 años y aquí alcanzaría el rango de oficial. Cuando Anchuela alquila su imprenta a Botaya y Rada, en 1745, en el contrato exigirá a los arrendatarios que sigan empleando a Castilla, con el mismo sueldo que tenía hasta la fecha, ya que él no puede darle trabajo.

La actividad de Anchuela está datada entre 1736 y 1753, 17 años en total, en los que imprime 24 libros,[15]​ lo que viene a suponer poco más del tres por ciento de la producción de libros en Navarra en el Setecientos; por otra parte, representa una media de 1,4 obras impresas en su taller por año, que coincide con la media anual de ediciones de libros registrada en Navarra en el siglo XVIII. Cabe destacar la elevada proporción de reimpresiones, de obras ya editadas con anterioridad en Navarra, que constituyen más de la mitad de los títulos salidos de su taller. Dominan los piadosos, de carácter popular, como los Ejercicios de san Ignacio de Loyola y la Historia del Sagrado Corazón de Jesús de Juan de Loyola.

El periodo de actividad más intensa es relativamente corto, ya que se concentra en el quinquenio 1742-1746 en el que aparecen nueve títulos. La producción se orienta a obras preferentemente religiosas —17 de los 24 libros—, a las que se añaden tres encargos oficiales referidos a discursos fúnebres. Las obras religiosas están dedicadas al gran público y, en consecuencia, se trata de trabajos de gran difusión, elevadas tiradas y coste bajo, en los que predominan los formatos pequeños y volúmenes de un número reducido de páginas —18 de los 24 libros tienen menos de 200 páginas—. Sus clientes son religiosos, con predominio de los jesuitas. En 1743 suscribe un contrato con José Marco, catedrático de Zaragoza, para imprimir una obra de la que no se tiene noticia, lo que hace pensar que no vio la luz.[16]



La inmensa mayoría de los títulos, el 70 por ciento, aparece en castellano. Las obras en latín se refieren a publicaciones litúrgicas, mientras que los dos títulos en vascuence pertenecen a publicaciones piadosas del jesuita Jerónimo Dutari y del sacerdote José Antonio Miquelestorena.

En cuanto a los formatos, la producción se ajusta a los patrones de la época, en el sentido de que en su mayor parte, 14 títulos de 24, se encuadran entre los tamaños habituales de cuarto y octavo. De todas formas, se advierte una significativa presencia de los tamaños menores, que corresponden a obras piadosas, de difusión popular, y a las "gallofas" -anuarios litúrgicos para uso de los clérigos-. La única publicación en formato grande, en folio, es Teología práctica, de Francisco de Saldías, una obra de prestigio, para venta en el restringido círculo de los clérigos. La relación entre el formato y el número de páginas se comprueba en la producción de Jerónimo Anchuela, en el sentido de que a los formatos pequeños, menores del octavo, corresponden publicaciones con escasa paginación, que en este caso representa el 46 por ciento. Por el contrario, la única obra en folio es una de las dos que tiene más de 400 páginas.

El balance de la calidad tipográfica de la producción de libros de Jerónimo Anchuela es más bien modesto. De los 17 títulos evaluados 11 están en el nivel de suficiente o en el de deficiente, y ni uno solo alcanza la calificación de excelente. Este resultado muestra, en cierta medida, la trayectoria personal y profesional de este impresor que, al final, se ve en la necesidad de cerrar el taller, obligado por el rumbo inadecuado que le ha marcado en su vida profesional, mientras que otros colegas de la capital navarra, como es el caso de José Joaquín Martínez, levantan un próspero negocio.

Este taller, como es habitual, desarrolla al mismo tiempo trabajos de encuadernación para distintas instituciones. Así, entre 1734 y 1751 se registran arreglos de libros de coro de la catedral.[17]​ Por otra parte, en 1735 cobra del Regimiento 96 reales por encuadernar “los libros antiguos y modernos de Consultas de la ciudad y otros, por estar maltratados”[18]​; el 6 de septiembre de 1738 percibe 192 reales “por la encuadernación de diferentes libros de la ciudad, cartón y pergamino”.

A comienzos de 1745, posiblemente por la mala marcha del negocio, Anchuela lo reorienta: se centra en la actividad de librero y arrienda la imprenta a José Botaya y Martín José Rada, dos impresores jóvenes —30 y 22 años respectivamente—, con ambición. Las relaciones de Anchuela con Botaya van más allá de lo profesional. Al mes y medio de la firma del contrato de arriendo, el 12 de abril, Anchuela interviene como testigo, junto con el también impresor Francisco Estruel, en la boda de Botaya.[19]​ En el contrato de arrendamiento suscrito con Botaya y Rada se precisa que los libros impresos se destinarán exclusivamente para la venta por Anchuela y que en el pie de imprenta ha de figurar el nombre de este y no el de los arrendatarios. El alquiler de la imprenta se hace por tres años, a contar desde el 20 de febrero de 1745.[20]​ Botaya deberá abonar por cada jornada de imprenta dos reales de plata y si no trabaja no ha de pagar. Los daños y deterioros sufridos en el utillaje serán reparados por Botaya. En cuanto a las encuadernaciones, convienen que de cada 500 libros impresos se entreguen a Botaya 100 para encuadernar, al precio que se ajustase con los editores. Pero este acuerdo resultará efímero. En 1746 Rada pasa a regir el taller de la viuda de Alfonso Burguete, a raíz de la boda con su hija mayor. Por otra parte, en 1748, Botaya se encuentra al servicio de Miguel Antonio Domech, su antiguo patrón. Precisamente en este mismo año interviene junto con Jerónimo de Anchuela, ambos en calidad de “maestros libreros”, en un informe pericial sobre la importación de papel de Francia.[21]

Hasta el momento de coger la imprenta de Anchuela, Botaya y Rada habían trabajado en el taller de Domech, quien se siente perjudicado por su marcha, ya que temía la pérdida de clientes y encargos por la competencia de los nuevos impresores y, lo que era más importante, se dolía de la salida de dos trabajadores competentes a los que no sería fácil reemplazar “por la falta que hay de semejantes oficiales”. Así, pues, el paso de los oficiales Botaya y Rada del taller de Domech al de Anchuela provocó la enemistad entre los dos impresores, que pronto trascendió el plano personal y laboral hasta llegar a los tribunales. Anchuela denuncia a Domech, en 1747, reclamando la devolución de diversos elementos de trabajo y el pago de una impresión. Afirma que prestó a Domech cuatro “hierros que en su oficio se llaman de dorar [...] y necesitando de ellos le pidió se los volviese lo que efectuó a excepción del principal que supuso haberse sustraído”.

Además, asegura que en otra ocasión Domech le pidió prestadas dos cajas de letra bastardilla, una de caja alta y otra de baja, y que se las mandó con un criado de Domech, con la condición de que le pagase por el tiempo que las tuviese, que fue de 14 meses. Se queja de que Domech le ha devuelto las letras “revueltas con las suyas propias”, lo que supone un grave perjuicio ya que las letras de Domech son más pequeñas. En su descargo, Domech reconoce que Anchuela le había dejado una porción de letra bastardilla “compuesta de dos partes que llaman caja de arriba y caja de abajo”, que ya la había devuelto, sin que hubiera acuerdo de pagar por su alquiler. Asegura que “los oficiales que las han manejado” han echado letras suyas en las de Anchuela y que por este motivo se ha beneficiado mientras que él ha salido perdiendo, pues se ha quedado sin sus tipos de bastardilla.[22]​ La reclamación de Achuela se extiende, también, al cobro de 15 resmas de los Ejercicios de san Ignacio que Domech le había contratado. El precio de la impresión se estableció inicialmente en cinco reales la resma, aunque posteriormente se habló de cuatro, ya que, en lo que concierne al precio entre impresores, Domech mantuvo que “no se debía tirar tanto la cuerda como con el autor”, a lo que Anchuela aseguró que por el precio no iba a haber problemas. Finalmente Domech se negó a pagar la impresión de las 15 resmas a Anchuela y, con malicia, declaró ante el tribunal que lo que en realidad hacía Anchuela era imprimir sin licencias los Ejercicios de san Ignacio, trabajo “que se haría sin facultad del Real Consejo y contra el privilegio de la Casa de Martínez”.

Desde 1748, coincidiendo con el periodo de inactividad como impresor de libros que va de 1748 a 1749, Anchuela actúa como apoderado de los libros en monopolio del Hospital General de Pamplona, de conformidad con el poder otorgado por Catalina Josefa de Lizarazu, administradora del Hospital, mediante escritura presentada por Francisco Lorente el 2 de agosto de ese año. Como resultado de sus pesquisas, en 1748 denuncia a Martín José Rada y a Pascual Ibáñez por venta fraudulenta de la Cartilla.[23]​ Al año siguiente presenta, por el mismo motivo, una denuncia contra José Botaya, empleado de Miguel Domech; a Botaya lo había sorprendido con 133 libros “que llaman Quartos y sirven para la enseñanza de la gramática”, cuyo autor era Bravo, cuando los sacaba de una casa de la calle san Nicolás, donde vivía la viuda de un impresor, hermana de Pedro José Ezquerro. Se comprobó que estaban impresos en Valladolid, en la oficina de la viuda de José Rueda. La denuncia de Anchuela implicaba a Domech, ya que podía ser el librero encargado de la venta al por menor, y también a Ezquerro, al que se le podía atribuir la importación fraudulenta de esta obra.

En 1752 Anchuela ha enviudado de Fermina de Esain, con la que ha convivido durante más de 20 años, lo que coincide con su intervención como hombre de confianza en el litigio por la herencia suscitado en la familia de la difunta. Y el primero de octubre, cuando ha rebasado los 45 años, se casa con la pamplonesa Antonia Ezpeleta, hija de Juan José y de Fermina Labayen.[24]​ Poco antes de su boda, en el mes de agosto, Anchuela se había trasladado a una nueva vivienda en la calle San Agustín, al lado de la huerta de los jesuitas. La había alquilado a Fermín de Anocíbar, sacristán de la catedral, por tres años y con una renta anual de 126,5 reales, lo que supone un alquiler bajo para la época.[25]​ Al año siguiente el nuevo matrimonio tuvo su primer hijo, una niña, que fue bautizada con el nombre de María Lucía, siendo su madrina su tía Josefa Anchuela.[26]​ En 1756 nace la segunda hija, María Ramona, bautizada el 2 de septiembre, actuando como padrino Juan Fermín de Beunza, y en su nombre Juan Fermín de Ilarregui. En 1759 tiene el tercer hijo y primer varón de su segundo matrimonio; el 8 de mayo es bautizado en la parroquia de San Juan Bautista con el nombre de José Joaquín Francisco[27]​; se da la circunstancia de que el primer varón de su primer matrimonio recibió el nombre de José Joaquín Antonio. Finalmente, en enero de 1763, nace Manuel Joaquín.[28]​ Es su noveno hijo; había tenido cinco en el primer matrimonio y cuatro en el segundo. Anchuela fallece el 11 de julio, a los seis meses del nacimiento de José Joaquín Antonio: “recibidos todos los santos sacramentos, murió en la calle de la Calderería Jerónimo de Anchuela. Se enterró en esta parroquia de San Juan Bautista con nocturno y misa, no testó”.[29]

La actividad del taller y de la librería de Anchuela marca un proceso de aceptable desarrollo hasta aproximadamente 1746 y a partir de este año, que viene a coincidir con el arriendo de la imprenta, se advierte un declive progresivo. En 1753 aparece el último libro de su taller —una modesta impresión del Ordo recitandi divinum officium— y en lo sucesivo debe de centrar su trabajo en la librería, de la que saca escasos beneficios. En 1754 la letrería le ha sido embargada a instancias de Martín de Ibiricu, vecino de Pamplona, y la ha comprado Pascual Ibáñez que de esta manera iniciará su actividad como impresor autónomo.[30]​ Al año siguiente, en calidad de “maestro librero”, litiga con Martín José Rada al que reclama el pago de una deuda.[31]​ Los últimos 10 años de su vida están sumergidos en el silencio, lo que lleva a pensar que su actividad profesional se ha reducido drásticamente o, sencillamente, se ha extinguido. En 1763 muere sin patrimonio, tras ver cómo su taller había pasado a manos de los acreedores, lo que explica que ninguno de sus hijos siguiera el negocio paterno.



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