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Jibia



Los sepíidos (Sepiida) son un orden de moluscos cefalópodos conocidos con el nombre de sepia, jibia, choco o cachón. Son un ejemplo de la modificación de la concha característica de la mayor parte de los cefalópodos: es sumamente reducida y queda oculta bajo la cara dorsal del cuerpo, cubierta por los pliegues laterales del manto. En el caso de la sepia, dicha concha tiene forma de cuchara. De sus tabiques originales no quedan más que unas láminas calcáreas, que parten de la capa córnea para descender oblicuamente hacia la zona ventral del cuerpo.

Alcanza los 30 a 40 cm de longitud. Vive en el fondo de los mares poco profundos, generalmente entre las hierbas acuáticas y las algas. Está muy bien adaptada para nadar entre dos aguas, actividad que practica intensamente. Se desplaza mediante una ondulación progresiva de los pliegues laterales del manto. A veces también recurre a la energía reactiva, expulsando el aire de la cavidad paleal por el tubo del embudo. En caso de peligro, este modo de locomoción permite una rápida huida, efectuando verdaderos saltos en el agua. Se encuentra entre las especies comestibles.

Come pequeños moluscos, cangrejos, camarones, peces y otros de su misma especie, que mastica gracias a su pico triturador, usado otras veces como defensa de último remedio. Entre sus depredadores se incluyen los delfines, tiburones, peces, focas y otros de su misma especie. Viven de uno a dos años.

Existe una especie venenosa: Metasepia pfefferi.

Las sepias son capaces de algunas de las respuestas de camuflaje más dinámicas en el reino animal. Pueden cambiar sus patrones corporales rápidamente porque los cromatóforos en su piel están bajo control neuronal directo.[1]​ Tienen tres estructuras: los leucóforos que dispersan la luz, los órganos cromatóforos pigmentados y los iridóforos que reflejan la luz todos ubicados en su piel. [2]​ Células con forma de estrella cuyos brazos son músculos y cuyo centro es un saquito de pigmento. Estos músculos están directamente conectados al cerebro, lo que permite a la sepia un gran control sobre ellos y un cambio de color en 2 segundos. Cuando los músculos se excitan, dilatan el cromatóforo, y el pigmento se hace visible en la piel de la sepia.

Las jibias también usan el contraste y los bordes de los patrones visuales para ayudar a dictar su respuesta de camuflaje.[1]
Las sepias tienen distintos efectos cromáticos. Por ejemplo, pueden imitar los colores del fondo y mimetizarse perfectamente. También pueden generar un estampado móvil que se desplace en dirección contraria a la suya, con lo que los depredadores se desorientan al no saber su dirección ni su velocidad. Otro efecto es el aspecto deimático (simular dos ojos en la espalda), que utilizan para parecer más grandes y amenazadoras. Cuando se camuflan, estas reproducen una aproximación increíblemente similar al de su entorno visual, en su propia piel. Para ello, siguen un procedimiento todavía escasamente estudiado pero de gran interés para la ciencia.[3]

La luz solar, al tocar el agua, se polariza. Los factores de polarización no son visibles para todos los animales, pero sí para las sepias. Utilizando sus iridóforos pueden reflejar esos patrones de manera que pueden avisar a otras sepias, mientras están camufladas, sin que el depredador note ningún cambio. Tras diferentes experimentos, los investigadores han informado que en base a cada tipo de estímulo, genera los mismos patrones de coloración.

Los machos grandes custodian a las hembras con las que se van a aparear, y entonces los machos pequeños no pueden reproducirse. Por ello, imitan los colores y los movimientos de las hembras, se acercan a las custodiadas y engañan al macho grande. Cuando fecundan a la hembra, vuelven a mostrar su apariencia de macho y huyen.

En otro estudio se enseñó a una sepia una x cada vez que se le iba a entregar comida. Cuando no se le entregó comida, mostró en su espalda una x, demostrando que había asociado este símbolo a la obtención de alimento, y el control que tiene sobre sus cromatóforos, no automático, sino completamente elaborado y consciente.

La sepia tiene un hueso interno hecho de carbonato de calcio. Es poroso, y tiene la capacidad de modificar su flotabilidad al llenarse o vaciarse de gas y líquido, de manera similar a la vejiga natatoria de los peces, permitiendo a la sepia nadar a mayor o menor profundidad. El hueso de sepia se encuentra solamente en la sepia, y es una de las características que las hacen diferentes de calamares y otros moluscos. Por su alto contenido en calcio, es utilizado como alimento para las aves de compañía.

Los ojos de la sepia se encuentran entre los más desarrollados en el reino animal. La forma en que se desarrollan los ojos de cefalópodos es fundamentalmente diferente de la de los vertebrados como los humanos, pero su forma de trabajar es bastante similar. Aunque no pueden ver el color, pueden percibir la polarización de la luz, lo que mejora su capacidad de ver el contraste. Tienen dos manchas de sensores concentrados en su retina (conocida como fóvea), uno lo usan para mirar más hacia adelante, y otro para mirar más hacia atrás, permitiéndoles un alto ángulo de visión.Su visión es 2 veces el ángulo del ojo del humano.

La sangre de la sepia es de un inusual color verde-azulado, ya que utiliza la proteína hemocianina, que contiene cobre, para transportar oxígeno (en lugar de la proteína hemoglobina que contiene hierro y que se encuentra en los vertebrados). La hemocianina tampoco es tan buena transportando oxígeno como la hemoglobina. La sangre es bombeada por tres "corazones" separados. Dos de ellos se utilizan para el bombeo de la sangre al par de branquias de la sepia (un corazón para cada una de ellas), y el tercer corazón es para el bombeo de la sangre por todo el resto del cuerpo.

En su breve texto Pequeño discurso cristiano sobre la inmortalidad del alma, el filósofo libertino francés François de La Mothe Le Vayer incluyó un elogio de la sepia, de la que destacaba su capacidad de desaparecer a través de una nube de tinta negra.[4]



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