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José Joaquín de Larriva



¿Dónde nació José Joaquín de Larriva?

José Joaquín de Larriva nació en Lima.


José Joaquín de Larriva y Ruíz (Lima, 17801832) fue un clérigo, poeta, escritor y periodista peruano, apodado el “cojo Larriva”. Escritor satírico y muy mordaz. Fue el “primer poeta cómico” del Perú, a decir de Raúl Porras Barrenechea. Actualmente se le recuerda más por las letrillas que escribiera contra el Dictador Bolívar, aunque en su tiempo fue muy popular y celebrado por sus oraciones fúnebres y laudatorias, sus combativos artículos periodísticos, sus sátiras contra literatos famosos y mediocres, además de sus improvisaciones poéticas. Es considerado precursor del costumbrismo literario peruano, campo en el que brillarían enseguida Felipe Pardo y Aliaga y Manuel Ascencio Segura, con el primero de los cuales sostuvo una notable polémica literaria, poco antes de su muerte.

Hijo de Vicente Larriva e Ignacia Ruiz, cursó estudios en el Convictorio de San Carlos, teniendo como orientador a Toribio Rodríguez de Mendoza, maestro de la juventud de su época. En las aulas carolinas ejerció también como maestro de Filosofía (1798-1802); y, graduado en Artes, regentó la cátedra de esta especialidad en la Universidad de San Marcos (1801-1804). Al mismo tiempo ingresó al Seminario Conciliar de Santo Toribio, donde se recibió de presbítero. Aunque ofició una primera misa, es fama que luego se abstuvo de hacerlo y reiteradamente alegó que su solemnidad requería una devota disposición. Según parece, nunca tuvo una verdadera vocación religiosa.

En San Marcos cursó la carrera de leyes y se graduó de Bachiller en Cánones (1809). Inició su práctica forense en el estudio de Francisco Valdivieso, que fuera su profesor de Artes en el Convictorio carolino. Sucesivamente, tomó a su cargo las cátedras de Prima de Escritura (1812), Artes (1813-1815), y Filosofía Moral y Prima de Psicología (1815-1821); y durante el rectorado de Ignacio Mier fue consiliario mayor de la Universidad.

El virrey José Fernando de Abascal lo nombró Capellán del Regimiento de la Concordia (1812), con el grado de coronel. Válido de tal apoyo, y aprovechando de las libertades nacidas de la Constitución de Cádiz, se dedicó al periodismo satírico en El Cometa (1811-1814) en que atacó al iracundo y vanidoso periodista español Gaspar Rico y Angulo, sostenedor del periódico liberal El Peruano. Asimismo, atendió a la edición de El Argos Constitucional (1813), periódico doctrinario del que solo salieron 7 números, y El Investigador, que tuvo algo más de vida (1813-1814). Inició así una fecunda y versátil contribución al desarrollo del periodismo en el Perú.

Larriva no sintió ninguna inquietud revolucionaria. Su amistad y adhesión a Abascal, le alejaba de tales tentaciones. Después del retiro del virrey tampoco varió su conducta. En los precisos instantes en que se acababa de proclamar la Independencia en Lima, se entretuvo, desde las páginas de su diario El Nuevo Depositario (13 de agosto a 16 de diciembre de 1821) en atacar a Gaspar Rico y Angulo, quien por entonces publicaba El Depositario, un periódico de muy bajo nivel. Pero, la verdad era que el tal Rico y Angulo no se hallaba ya en Lima, sino que se había retirado con los españoles a comienzos de julio del mencionado año de 1821. Tiempo después continuó Larriva dedicando su pluma y su tiempo al objeto de su obsesión, esta vez a través de La Nueva Depositaria (1825).

Durante aquellos años turbulentos, Larriva no se manifestó decidido por la Independencia. Esperó hasta 1824, ya definida la victoria de ésta, para aparecer en Huamanga, pronunciando un sermón en homenaje a los caídos en la batalla de Junín.

En 1826, indiscutible el apogeo de Bolívar, Larriva pronunció el elogio de éste en la ceremonia con que le recibió la Universidad de San Marcos. Larriva explicó su conducta veleidosa diciendo que, en los primeros días de la guerra emancipadora, no encontraba diferencia entre el absolutismo virreinal y la naciente autocracia republicana. Bolívar le habría revelado el trasfondo nobilísimo de la causa emancipadora. Sin embargo, fue excusa vana, porque apenas Bolívar perdió influencia, Larriva le dedicó dos mordaces composiciones, en una de las cuales decía a la letra:

La otra es una muy popular décima, muy reproducida en los textos de historia como ejemplo del descontento que produjo en el Perú la prórroga de la dictadura de Bolívar:

Por entonces colaboró en los diarios El Telégrafo (1827) y el nuevo Mercurio Peruano (1827-1832). Su “duelo de improvisaciones” con el canónigo Echegaray sería inmortalizado tiempo después por don Ricardo Palma en una de sus más recordadas Tradiciones (“De gallo a gallo”). Más tarde, en 1828, empezó a satirizar la tendencia anticriolla, y en 1830, desde el Mercurio Peruano atacó duramente a don Felipe Pardo y Aliaga, quien, recién llegado de Europa, estrenaba su comedia Frutos de la educación. La polémica dio campo a Larriva para lucir el esplendor de su ingenio. Fue, en realidad, lo último que hizo, pues aparte de una paliza que le propinara Pardo y Aliaga, no se conocen otros incidentes en aquellos dos últimos años de su existencia. Murió el 21 de febrero de 1832.

Destacó en el arte oratorio. Pronunció oraciones fúnebres o laudatorias que en su tiempo fueron muy celebradas:

En el plano estrictamente literario cultivó la prosa y el verso, este último en largos poemas, cuya frondosidad aligeró con dichos humorísticos criollos. Algunas muestras de su talento literario son las siguientes composiciones:

En atención a la ligereza criolla de su ingenio y las resonancias que acertó a provocar en su tiempo, el coronel Manuel de Odriozola compiló las "producciones en prosa y verso, serias, jocosas y satíricas" de José Joaquín de Larriva en el tomo II de su Colección de documentos literarios del Perú (Lima, 1864), pp. 343-384.

La mejor semblanza de Larriva está en la brillante conferencia que Raúl Porras Barrenechea ofreció en el Conservatorio Universitario en 1919, organizado por la Federación de estudiantes del Perú, y de la que se publicó el folleto titulado Don José Joaquín de Larriva (Lima, 1919).

Según Raúl Porras Barrenechea, el diario El Investigador (Lima, 1813-1814), que editara y dirigiera Larriva, fue un espejo de las costumbres limeñas, con lo que se justificaría calificar de "costumbrista" al clérigo escritor. O por lo menos en precursor del costumbrismo literario en el Perú.

A continuación una animada síntesis de dicho periódico, por el mismo Porras:

"No era Lima la ciudad encantada, mística y olorosa que nos pinta la colorista historia de Vicuña Mackenna. La ciudad que brota de estas páginas era pobre, sucia, destartalada y oscura. El incienso no era suficiente para dominar el hedor de las calles, convertidas en muladares por la falta de vigilancia y la indiferencia de todos. Las acequias malolientes se desbordaban a menudo. Una bestia de carga, un famélico can expiraba en la vía pública y no había por muchos días quien retirara de ella los fétidos despojos. Alguno construía una casa y los materiales y los desperdicios invadían la calle. En la noche, la ciudad quedaba en tinieblas. Los vecinos no obedecían las ordenanzas que imponían la obligación de mantener una luz en los muros de sus casas. Los transeúntes nocturnos eran atacados por los bandoleros... Idéntico abandono en el orden moral... La enseñanza ofrecía idéntico decaimiento... Esta es la Lima que refleja "El Investigador"....




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