José María de Salamanca y Mayol (Málaga, 23 de mayo de 1811-Carabanchel Bajo, Madrid, 21 de enero de 1883), I marqués de Salamanca y I conde de los Llanos con Grandeza de España, fue un influyente estadista, destacada figura aristócrata y social y hombre de negocios durante el reinado de Isabel II de España. Da nombre al actual barrio de Salamanca de Madrid, parte del ensanche de la ciudad que impulsó. De vida aventurera y con múltiples altibajos, a José de Salamanca se le atribuyen numerosos negocios con grandes beneficios en sectores como el ferroviario, la construcción, la banca o la inversión bursátil, además fue acusado de varias corruptelas relacionadas con la especulación en bolsa; a menudo como socio de otros destacados miembros de la sociedad española del momento, incluyendo a María Cristina de Borbón, madre de Isabel II y regente durante su minoría de edad. Probablemente llegó a poseer, en sus mejores momentos, la mayor fortuna de España.
Nacido en Málaga en 1811, fue hijo del médico José María de Salamanca y Paz (1780-?) y de su esposa, María Polonia Mayol y Baso (1787-?). Cursó estudios de Filosofía y Derecho en el Real Colegio Mayor de San Bartolomé y Santiago de Granada, terminándolos en 1828. En esta ciudad probablemente tomó contacto con grupos contrarios al absolutismo de Fernando VII, incluyendo a Mariana Pineda, quien en 1831 sería juzgada y condenada a muerte convirtiéndose en mártir de la causa liberal. Llegó a sentir afecto por la lucha antiabsolutista durante su juventud.
A su regreso a Málaga, fue detenido el general liberal José María Torrijos, en cuyo pronunciamiento probablemente Salamanca estuvo involucrado y tras el cual acudió a Madrid a solicitar el indulto del rey, tarea en la que fracasó. Sus ardores revolucionarios se calmaron temporalmente y, gracias a la amistad de su padre con Cea Bermúdez (Presidente del Consejo de Ministros), logró la alcaldía de Monóvar (provincia de Alicante) en 1833.
Este año murió Fernando VII, ocupándose del gobierno su esposa María Cristina de Borbón. Los movimientos revolucionarios acontecidos durante la regencia catapultaron al futuro marqués a los primeros planos de la escena nacional. En 1835 es nombrado alcalde de Vera (Almería); tras esto, elegido para representar a dicha provincia en la Junta Revolucionaria de Sevilla.
En 1836 tiene lugar el pronunciamiento de La Granja, que obligó a la reina regente a restituir la Constitución de corte liberal de 1812 elaborándose la nueva progresista de 1837. En las nuevas Cortes formadas, José Salamanca es elegido diputado por Málaga, trasladándose a la capital (Madrid) para ejercer este cargo.
En 1835, contrajo matrimonio con Petronila Livermore y Salas, hija del matrimonio formado por el rico comerciante inglés Tomás Livermore Page y Petronila Salas y Rosales, y hermana, a su vez, de Isabel Livermore y Salas, esposa del rico industrial malagueño Manuel Agustín Heredia. Del matrimonio nacerían dos hijos, Fernando y Josefa de Salamanca y Livermore. Los vínculos con familias destacadas de Málaga le proporcionaron, junto a sus jugadas en la Bolsa, un rápido ascenso social.
Establecido en Madrid, Salamanca desarrolló un gran talento para los negocios, que le reportaron a lo largo de su vida grandes alegrías y también momentos difíciles. En la capital amplió su círculo social con la burguesía financiera con la que emprendió negocios. En 1839 obtiene el monopolio de la sal, comenzando además a invertir en la Bolsa de Madrid. Su poder adquisitivo se multiplicaba y aumentaban sus contactos entre la alta sociedad madrileña. Su control sobre el negocio de la sal le granjeó la animadversión del general Narváez, con quien se enemistó temporalmente.
Su carrera política también iba en ascenso, al ser nombrado ministro de Hacienda por el presidente Joaquín Pacheco en 1847. Tras la dimisión de este en octubre del mismo año, Salamanca pasa a ejercer de facto la presidencia del gobierno hasta que el nuevo presidente, Florencio García Goyena, le destituye debido a que una comisión parlamentaria estaba investigando supuestas actividades irregulares de este en su ministerio. Esto supondría un gran frenazo a su ascensión en la política.
La situación volvería a cambiar al intervenir la reina Isabel II, destituyendo al gobierno en pleno y nombrando nuevo presidente a Ramón María Narváez y Campos, que tomaba posesión del cargo por tercera vez en cuatro años. La llegada al poder de Narváez empuja a Salamanca a exiliarse a Francia, donde permaneció hasta 1849.
Cinco años más tarde habría de marcharse por segunda vez, al producirse la revolución de 1854 (de la cual personajes como Salamanca constituían sus bestias negras) que daría pie al Bienio Progresista.
Al término de este, en 1856, Salamanca obtendría el título de senador vitalicio en las Cortes españolas.
Durante los 42 años de su vida que estuvo establecido en Madrid, Salamanca desarrolló la intensa carrera empresarial y financiera que le valió su renombre.
Al regresar de su primer exilio ingresó cerca de 300 millones de reales al arrendar durante cinco años al Estado su monopolio sobre el negocio de la sal. Esta cantidad era el doble de todo lo que había ganado desde la obtención de dicho monopolio.
Rehízo sus relaciones con Narváez, quien llegaría a ser, junto a Fernando Muñoz (duque de Riánsares y marido de la reina regente), su socio por excelencia en multitud de negocios.
En el sector de la construcción, el futuro marqués destacó por la construcción del hoy llamado Barrio de Salamanca de Madrid. Este perteneció a la primera fase del Ensanche de Madrid proyectado por Carlos María de Castro donde el marqués de Salamanca compró solares para construir viviendas para la alta burguesía. Por otro lado, Salamanca, invirtió los beneficios que obtuvo en sus jugadas en Bolsa en la construcción de su palacio en el Paseo de Recoletos. El encargado de su construcción fue el arquitecto Narciso Pascual y Colomer que también construyó una finca para Salamanca en Aranjuez.
Invirtió también en el ferrocarril, empezando por la construcción de la línea Madrid-Aranjuez. En diciembre de 1845 se constituye la Sociedad del Ferrocarril de Madrid a Aranjuez con un capital de 45 millones de reales. Esta vez contó como socios al banquero Nazario Carriquiri y al conde de Retamoso, cuñado de la reina regente.
La construcción de esta línea le supuso a Salamanca algunos malos tragos económicos, pero venciendo las dificultades inauguró por fin la línea, el 7 de febrero de 1851. Presidió este acto la reina Isabel II, y más de mil invitados acudieron a una generosa fiesta pagada íntegramente por el bolsillo de Salamanca. Tres meses más tarde, la línea ferroviaria ya le reportaba 50.000 reales al día.
Hoy día esta línea forma parte de la línea que lleva a Alcázar de San Juan y se desdobla hacia Andalucía o hacia el Levante. Existe un tren turístico, el Tren de la Fresa, que realiza muchos domingos del año un recorrido entre Madrid y Aranjuez recordando esa primera línea. La actual estación de Aranjuez está ligeramente desviada de la cabecera de la línea original que llegaba directamente al Palacio. Sus inversiones no se limitaron al territorio español, sino que se extendieron por Europa y América. En la actualidad, dos poblaciones del Estado de Nueva York (como Salamanca (Nueva York)) situadas en una encrucijada de vías, deben su nombre a sus importantes inversiones en la Atlantic and Great Western Railroad.
Fue el fundador de Companhia Real dos Caminhos de Ferro Portugueses ("Compañía Real de los Ferrocarriles Portugueses"), hoy Comboios de Portugal ("Trenes de Portugal") e Infraestruturas de Portugal.
Un día histórico para el bolsillo de Salamanca y de sus socios se produjo en otoño de 1844.
La Bolsa de Madrid vivió una serie de jornadas entusiastas en las que la mayor parte de los inversores jugaban al alza. El optimismo reinaba ante la estabilidad proporcionada por el gobierno de Narváez. Sin embargo, tras algunos días de análisis, Salamanca empezó a jugar a la baja en una estrategia aparentemente torpe.
Sin embargo la realidad era otra: mediante su privilegiada posición en los asuntos públicos, el futuro marqués conocía la disposición de una serie de generales de levantarse en armas, habiendo incluso llegado su socio Narváez a mantener correspondencia con algunos en un intento de hacerles desistir de su intento.
Haciendo uso de esta información, esperó durante sesiones hasta que llegaron las noticias del pronunciamiento del general Martín Zurbano en Nájera, del cual Salamanca y sus allegados se encargaron de hacer eco con clara intención de causar pánico entre los inversores. Los valores de bolsa, tan sensibles como siempre a cualquier cambio brusco en los asuntos públicos, cayeron en picado y Salamanca, que había jugado a la baja durante las sesiones en las que todos hacían lo contrario, se embolsó cerca de 30 millones de reales en un solo día. El marqués de Riánsares y el general Narváez recibieron dos millones cada uno.
La mayor mancha en el historial financiero de Salamanca es el Banco de Isabel II. Ideado por él, convenció a la reina de su creación. Fundado en 1844, era la primera entidad financiera de crédito privada de España, junto con el Banco de San Fernando y tenía un capital de 100 millones de reales para concesión de créditos, generosamente distribuidos entre el emergente capitalismo inversor de la época.
A pesar de que el banco nunca despegó, Salamanca utilizó su capital para realizar compras, como un lote de 71 cuadros que adquirió a la duquesa de San Fernando de Quiroga, María Luisa de Borbón y Vallabriga, utilizando para pagar un talón del Banco de Isabel II por 1 millón de reales. La mala marcha de la entidad generó problemas a la hora de liquidar talones como este, lo cual generó a Salamanca un problema singular: cuando propuso a la reina que le comprase los cuadros adquiridos, esta le pagó con sus acciones en el ferrocarril Madrid–Aranjuez, que le habían costado 4 millones de reales, pero que en ese momento no valían casi nada. De esta forma Isabel II se vengó astutamente de Salamanca, que le había hecho perder dinero (aunque en otras ocasiones le hizo ganar mucho más).
El banco finalmente desapareció al fusionarse con el de San Fernando naciendo así el Banco de España.
A partir de 1860, la carrera de Salamanca comenzó a declinar. Su patrimonio disminuía rápidamente por sucesivos negocios que no terminaban de arrancar. En esta época obtuvo su renombrado título de marqués de Salamanca de manos de la reina (en 1863) y el de conde de los Llanos (1864) con el que obtuvo la Grandeza de España. En 1876 se vio obligado a vender su palacio, uno de los más elegantes y de mejor factura de la época (palacio del Marqués de Salamanca), en el paseo de Recoletos de Madrid, actualmente pertenece al banco BBVA.
Además de este poseía el palacio de Vista Alegre en Carabanchel Bajo, el de Buena Esperanza en Carabanchel Alto, otro en Aranjuez, posesiones en Los Llanos, el palacio de Mitra en Lisboa, un hotel propio en París y otro alquilado en Roma, todos ellos con un ejército de sirvientes a sus órdenes.
Durante la Restauración, consiguió en 1879 los derechos de construcción del canal del Duero, aunque ello no le iba a permitir rehacer su casi extinguida fortuna, y contribuyó al proyecto de reforma de las prisiones de iniciativa privada impulsado por el jurista y político conservador Francisco Lastres, que fue aprobado por la Real Orden de 29 de diciembre de 1875 y que daría lugar a la construcción de la Escuela de Reforma Santa Rita en Madrid. El marqués de Salamanca formó parte de su Junta de patronos como Presidente, junto al conde de Morphy (Vicepresidente) y Manuel María Álvarez (Tesorero).
Finalmente murió, en 1883, endeudado por valor de seis millones de reales. A lo largo de una vida de lujo y sibaritismo extremos, José de Salamanca había sido revolucionario, abogado, conspirador, alcalde, juez, banquero, contratista de obras, empresario de teatros, director de empresas, ingeniero, agricultor, ganadero, ministro, senador, diputado, marqués, conde y Grande de España.
Existen actualmente calles dedicadas al marqués de Salamanca en Málaga (barrio del Molinillo), Alicante, Talayuela, Navalmoral de la Mata, Torremolinos, Monóvar y Castellón de la Plana. En San Sebastián una calle de la ciudad se denomina paseo de Salamanca en su honor. En Madrid, además del Barrio de Salamanca ha dado nombre a la plaza del Marqués de Salamanca. Esta plaza fue proyectada por el arquitecto municipal Pablo Aranda, al igual que también proyectó el pedestal de la estatua de José de Salamanca que hay situada en la misma plaza. En los Estados Unidos de América, en el estado de Nueva York, el pueblo de Salamanca cambió su nombre en honor a las generosas donaciones a la comunidad indígena (indios Seneca).
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