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José Rodríguez-Medel



Guerra Civil Española:

José Rodríguez-Medel Briones (Siruela, Badajoz, 9 de diciembre de 1888 - Pamplona, 18 de julio de 1936) fue comandante de la Guardia Civil durante la Segunda República Española con destino en Navarra. Fue asesinado el 18 de julio de 1936 cuando intentaba organizar a los guardias para repeler la previsible sublevación de las tropas del general Mola.

Llegó a Pamplona como oficial de la Guardia Civil en 1908, a pesar de sus reiteradas peticiones de destino a Madrid. En Pamplona conoció a la que sería su mujer y madre de sus siete hijos, la pamplonesa Lucía Carmona con la que contraería matrimonio el 21 de septiembre de 1911, transcurrido el período que el régimen disciplinario militar de la época le obligaba permanecer soltero.

Tuvo amistad con Florencio Alfaro que con el paso del tiempo llegaría a ser concejal en el ayuntamiento de Pamplona.

Obtuvo el título de ingeniero oficial y se trasladó a Granada con su familia. En 1917 se produce la primera ruptura del sistema español de la Restauración y el afloramiento de las Juntas Militares de Defensa, Rodríguez Medel aprovecha para optar por acogerse a la situación de supernumerario sin sueldo, postura que le permitía mantener el escalafón pero dedicarse a un trabajo civil que le proporcionara mayores ingresos para su numerosa familia. En 1933 reingresa en el instituto armado como comandante, solicitando los destinos de Madrid y Pamplona. Le destinan a Madrid como ayudante de campo a las órdenes del general de brigada Federico Santiago hasta que éste es ascendido, con lo que se queda sin puesto, al ser asumido por el comandante De La Lama, hombre de confianza del nuevo titular de la plaza, el general José Sanjurjo. Queda disponible en su destino y esperando órdenes del general Sebastián Pozas.

Mientras tanto, en Navarra, los distintos sectores republicanos se sentían amedrentados ante la exhibición de emblemas y la presencia de milicias armadas organizadas por el general Varela. El Diario de Navarra recogía los sucesos ocurridos en abril de 1936 en Madrid durante el desfile conmemorativo del V Aniversario de la República y otros sucesos (los desórdenes en el entierro del alférez de la Guardia Civil Anastasio de los Reyes y la detención de jefes y oficiales del Cuerpo que habían ido a entrevistarse con el presidente del gobierno Casares Quiroga).

El general Emilio Mola fue trasladado a Pamplona por el gobierno de Manuel Azaña como castigo. Mientras éste conspiraba para la sublevación militar con falangistas y carlistas sin que los militares abandonasen nunca su función directiva. El general Mola no contemplaba la restauración de la Monarquía, sino el restablecer una República autoritaria de derechas con vestigios liberales. Así se produjo el desplazamiento del director de seguridad del Estado a Pamplona junto una resolución del Presidente de la República, que decide la incorporación de ocho jefes a sus destinos, como el nombramiento de José Rodríguez-Medel al mando de la Comandancia de la Guardia Civil de Navarra. Se despidió de su familia para unos pocos días.

El general Mola conocía a Medel de su etapa en la Academia de Infantería, consideró ese nombramiento un obstáculo para sus planes de sublevación. De hecho Medel había presentado sus respetos al gobernador de Navarra y al alcalde de Pamplona, Tomás Mata, pero no así a la autoridad militar, de la que Mola era jefe. Mola lo tomó como una afrenta personal, haciéndole llamar a Capitanía. El Comandante acudió con el uniforme del cuerpo. El general le indicó que debía dejar el sable fuera del despacho a lo que le contestó que sin el sable de la uniformidad no entraba pues estaba allí ostentando el cargo que como Jefe de la Comandancia de la Guardia Civil en Navarra le corresponde.

Casares Quiroga informó al Consejo de Ministros de la constancia de una conspiración militar y en Pamplona los jefes de las milicias requetés se trasladaron a la Comandancia militar donde queda establecido el puesto de mando. Fue entonces cuando el inspector general de la Guardia Civil, general Pozas ordenó a Medel que dispusiera de sus efectivos para realizar una línea defensiva en Tafalla que permitiese aislar a Navarra por el sur.

Mola intentó negociar a última hora con Rodríguez Medel quien, fiel al Gobierno, rechazó la oferta.

Al abandonar la Capitanía militar, sabía que para el Gobierno, Navarra estaba perdida, puesto que la prima de su mujer le había advertido de las deslealtades (conocía bien la situación porque a su sombrerería acudían señoras de gran influencia política en Pamplona).

Rodríguez Medel dirigió el operativo para trasladar los efectivos de la Guardia Civil y ponerlos a resguardo. Poco después de las siete de la tarde arengó a sus hombres, pero no recibió la respuesta esperada. Su grito de ¡Viva la República! fue contestado por los guardias con vivas a España. Al verse perdido intentó huir y disparó con su pistola a un guardia, que resultó herido. Otro guardia, respondiendo al disparo de Rodríguez Medel, le disparó entonces con un subfusil y cayó muerto. El coronel Beorlegui se hace con el control de la situación y ordena la detención de los oficiales Martínez-Friera y Fresno Urzaiz, 2º jefe de la comandancia y capitán Cajero respectivamente.

La noticia de su muerte llega a su familia por las ondas de la radio. Su mujer y su hija María se desplazaron a Pamplona donde los militares sólo les ofrecieron una fosa común para su entierro. La prima de la mujer de Medel logra la autorización de la familia Chueca para enterrarlo en su panteón pero sin inscripción alguna.

No es cierta la afirmación de algunos autores de que fue la primera víctima peninsular de la guerra civil. A las tres de la tarde de ese mismo día, 18 de julio, el general Queipo de Llano había proclamado el estado de guerra en Sevilla y durante las horas siguientes se produjeron enfrentamientos entre las fuerzas militares sublevadas y guardias de asalto, incluso con fuego de artillería, con el resultado de las primeras víctimas mortales peninsulares.



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