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Juan de Palacios



Juan de Palacios (Villanueva de Presa, en Carranza-Vizcaya, 1560 - Argel, 20 de septiembre de 1616) fue religioso de la Orden de la Santísima Trinidad, en la que tuvo el oficio de Procurador General de la Redención y de Redentor General, y como tal participó en tres redenciones en Argel, la última de ellas junto a Bernardo de Monroy y Juan del Águila (trinitario), en la que los tres murieron en las mazmorras de la ciudad.

Juan de Palacios nació hacia el año 1560 en el pueblo de Villanueva de Presa, perteneciente al municipio de Carranza, en la provincia de Vizcaya, hijo de Bartolomé de Palacios y María Santisteban. Tomó el hábito de la Orden de la Santísima Trinidad en el convento de Burgos, donde hizo su profesión religiosa en 1578. En la misma ciudad estudia artes (filosofía) y teología, ordenándose sacerdote una vez concluidos sus estudios, y dedicándose a la oración, al confesonario y a la predicación. En 1590 fue nombrado Procurador General de la Redención, es decir, administrador de todas las limosnas y haciendas para la realización de redenciones de cautivos. Ejerció este cargo hasta 1607 con tesón y eficacia, como demuestran las cuatro redenciones generales que en esos años se efectuaron, en dos de las cuales participó él mismo. Como parte de su oficio de Procurador se preocupó de reunir todas las licencias, mandatos, privilegios reales y bulas pontificias que favorecían a la Orden para la petición de limosnas y recaudación de fondos para la redención, mandándolas imprimir y divulgándolas en todas las casas de la Orden, ciudades y pueblos de Castilla.

En 1592, al regreso de su primer viaje a Argel, tuvo que hacer valer ante el rey Felipe II los privilegios y bulas de la Orden para pedir limosna en favor de los cautivos, notificando de nuevo a todos los alcaldes de villas y pueblos dichas licencias, ya que algunos de ellos impedían a los trinitarios realizar las cuestaciones en favor de los mercedarios.[1]​ El 20 de junio de 1592 Felipe II escribe a fr. Juan Bautista de la Torre, religioso agustino, que Fr. Juan de Palacios le había informado que el año anterior dicho agustino había ido a Argel a redimir cautivos con una herencia que dejó un vecino de Burgos, contraviniendo la orden real que mandaba que solo trinitarios o mercedarios estaban autorizados para ir a hacer redenciones, y había hecho la redención solo y sin escribano; por eso le manda que en diez días se persone en Madrid para dar cuenta de lo que hicisteis en el rescate de cautivos de la dicha memoria a la persona y por la misma horden que se da y toma la cuenta de la redempción que hace la Horden de la Sanctíssima Trinidad.[2]​ Hay que comprender que en aquellos momentos quienes tratasen con los turcos, que eran quienes regían en Argel, lo estaban haciendo con el enemigo de la fe y del Estado, por lo tanto debían siempre con las debidas licencias reales y entregar a su regreso una memoria exhaustiva del viaje y de cuanto allí habían visto y oído.

Juan de Palacios, en cuanto Procurador General de la Redención participó directamente en las redenciones realizadas en Argel en los años 1591 y 1595. Desde que se publicara oficialmente en 1590 una Redención General a realizar en Argel, fr. Juan de Palacios recorrió ciudades y villas de Castilla realizando pregones y recogiendo limosnas: Madrid, Valladolid, Oviedo, Astorga, La Bañeza, Zamora, Toro, Medina del Campo, Arévalo, Ciudad Rodrigo, Salamanca, Ávila, Segovia, Talavera de la Reina, Oropesa, Guadalupe, Trujillo, Plasencia, San Clemente, Albacete y Cuenca.[3]

La redención se realizaría conjuntamente por las provincias de Castilla y Andalucía, por parte de la provincia de Castilla el Redentor General designado fue fr. Francisco Vázquez, y por parte de la provincia de Andalucía fr. Antón de la Bella, que ya había participado en la redención general de 1580. El 1 de agosto de 1590 ambos redentores se hicieron cargo en Madrid de 50.163 reales (equivalente a 1.705.542 maravedíes, procedentes de la Tertia Pars de los conventos de Castilla y de las limosnas obtenidas; y de 16.660 reales (566.440 maravedíes), de la Tertia Pars y limosnas de la Provincia de Andalucía. Por su parte, el rey Felipe II les entregó la licencia para sacar de España los 24.000 ducados que sumaban las dos provincias. Mientras tanto, fr. Juan de Palacios, en cuanto Procurador de la Redención, estuvo tres meses en Valencia comprando la hacienda para la redención, regalos y víveres. Se unió a los redentores generales y el 25 de octubre de 1591 llegaron a Argel. Rescataron entre 119 y 228 cautivos[4]​ y se embarcaron el 20 de enero de 1592 en la saetía Santa María de la Serena rumbo a Valencia.

El 29 de septiembre de 1593 se anunció en Madrid una nueva redención: En esta ocasión, el viaje de predicación y recolección de limosnas de fr. Juan de Palacios comenzó en la Provincia de Andalucía, Córdoba, Sevilla, Jaén, Baeza, Membrilla, Úbeda, y posteriormente en castilla visitó Alba de Tormes, Salamanca, Burgos, León, Valladolid, Medina del Campo, Palencia, Cuenca y Segovia. La suma reunida fue esta vez de 24.000 ducados, entre los que estaban 200.000 maravedíes que el Duque de Alba D. Fadrique Álvarez de Toledo y Enríquez de Guzmán había dejado como herencia para entregar a los trinitarios con el fin de la redención de cautivos.[5]​ Esta vez fr. Juan de Palacios participó también como Redentor General de la Provincia de Castilla, por la Provincia de Andalucía se nombró a fr. Antonio Serrano. Se embarcaron en el Grao de Valencia. Entre octubre y diciembre de 1594 llegaron a Argel. Con ellos viajaban los trinitarios Juan Sanz y Juan del Águila, que iban para permanecer un tiempo en Argel atendiendo a los cautivos. También de esta redención se ha perdido el acta levantada por el escribano real, por otras noticias se conoce que fueron entre 189 y 225 los cautivos rescatados. A su regreso a España residió en Madrid y en Burgos.

El 28 de diciembre de 1606 el Consejo Provincial de Castilla de la Orden Trinitaria acordó la realización de una redención en Tetuán, para la que designó a los religiosos Bernardo de Monroy, Juan del Águila y Juan de Palacios como Redentores. En esta ocasión la misión redentora sería solo de la Provincia de Castilla, sin la participación ya de la de Andalucía. Partieron de Madrid el 18 de enero de 1609, despedidos en palacio por los reyes Felipe III y Margarita de Austria-Estiria, llevando 18 mulas que portaban los 30.000 ducados recaudados para la redención, entre los que destacaban los más de 9.000 ducados entregados por el Condestable de Castilla, D. Juan Fernández de Velasco y Tovar, procedente de la obra pía fundada para la redención fundada por sus antecesores en la capilla propia de la Catedral de Burgos. Cuando llegaron a Valencia fueron recibidos por las autoridades con música y mucha solemnidad por las autoridades de la ciudad, entre las que estaba el arzobispo Juan de Ribera. Juan del Águila y Juan de Palacios se quedarían en Argel una vez realizada la redención para asistir a los cautivos, en cumplimiento de la obra pías de D. Lorenzo Suárez de Figueroa y Fernández de Córdoba, obispo de Sigüenza, Bernardo de Monroy regresaría con los cautivos rescatados, ya que era el único sin experiencia de los tres. La travesía hasta Argel fue muy accidentada, además de las tormentas que les obligaron a tomar refugio en el puerto de Ibiza, fueron atacados por piratas, pero finalmente, tras hacer valer los salvoconductos que portaban, desembarcaron en Argel el 1 de abril. Pasada la octava de Pascua comenzaron a vender las mercancías y a tratar los rescates. Hasta mediados de mayo de 1609 rescataron 130 cautivos cristianos, 69 de ellos liberados directamente del fondo de redención del Condestable de Castilla mencionado.[6]

Una vez concluida la redención y pagados todos los derechos de embarcación y salida de la ciudad, Monroy se disponía a regresar a España con los cautivos liberados el 13 de mayo, y por su parte Juan del Águila y Juan de Palacios se quedaron en casa de unos mercaderes castellanos. Se presentaron en la casa unos guardias para llevarlos ante el Duán, o Consejo de Gobierno. Allí se reunieron los tres religiosos y les comunicaron su detención como prisioneros. El motivo era que Fátima, una niña de unos 10 años, hija de Mamet Axá, un poderoso turco de la ciudad, había sido tomada cautiva por los genoveses y tras rescatarla en Livorno, llegó noticia de que la habían obligado a bautizarse en Calvi, puerto de Córcega, de manos del obispo de Saona. El Duán había decidido retener a los tres redentores trinitarios, revocando la libertad otorgada a los 103 cautivos, y obligando a que Bernardo de Monroy tramitara la entrega de la niña. No estaba en la mano de los redentores trinitarios esa embajada, y el sábado 16 de mayo fueron encarcelados en el Baño del Rey, donde recibieron malos tratos, estrechas prisiones y mal comer. La presión diplomática fue grande durante el cautiverio de los tres religiosos. Todos los gobiernos cristianos de Europa y el mismo papa, escribieron numerosas cartas a las autoridades musulmanas de Argel y del Imperio Otomano para que se liberara a los religiosos y a los cautivos por los que se había pagado el rescate. Pero todo resultó vano.

En los años de prisión desarrollaron un importante trabajo con los cautivos, ayudándoles a mantener la fe y a resistir las pruebas. Administraban los sacramentos y les curaban de sus heridas. Incluso, con permiso del Bajá, fundaron un hospital en el interior de las mazmorras en 1612, que incluía un pequeño aposento a modo de iglesia con el título de la Santísima Trinidad. Al frente del hospital estaban un médico-barbero natural de Lavaxos y un enfermero, Pedro de Torres Miranda, natural de Madrid que después fue quemado vivo por no renegar de su fe.

Desde la prisión continuaron su labor redentora e hicieron llegar a tierras cristianas a muchos cautivos. En carta de 9 de enero de 1613 Monroy habla de 58 rescatados, y en otra de 29 de abril de 1615 habla de más de 400. El dinero lo recibían de los trinitarios de Madrid, en especial de Simón de Rojas que como Ministro Provincial de Castilla les envió en una ocasión 60.000 reales y en otra 22.000 reales.

Los tres murieron de muerte natural, tras sufrir innumerables penalidades y malos tratos. Juan del Águila, el más joven de los tres, murió el primero, el 5 de junio de 1613 y Bernardo de Monroy fue el último en morir, el 31 de julio de 1622. Fr. Juan de Palacios murió el 20 de septiembre de 1616 . En los años de cautiverio se dice que pasaba hasta más de tres horas en oración. Un religioso basilio que estuvo preso con él declaró en el proceso que tras conocerse la noticia de que habían quemado en Valencia a un renegado que había rescatado allí un turco, fueron a buscar a Juan de Palacios y Bernardo de Monroy, y los llevaron a empujones ante el Duán, donde los maltrataron de palabra y los encadenaron para el resto de sus días, les escupían por la calle y recibían golpes y empujones.[7]​ Tras su muerte se celebraron funerales, que predicó fr. Bernardo de Monroy, incluso algunos de sus guardianes lamentaban la muerte de un hombre que nunca se quejó y siempre tenía la palabra perdón en sus labios.


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