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Juventud Obrera Cristiana



La Juventud Obrera Cristiana (JOC) (inicialmente en francés: Jeunesse Ouvrière Chrétienne) es un movimiento organizado internacionalmente, fundado por el reverendo Joseph Cardijn en Bélgica como los Jóvenes Sindicalistas; la organización adoptó su nombre actual en 1924. Su acrónimo francés, JOC, dio lugar a los términos ampliamente utilizados jocismo y jocista. En 1925, la JOC recibió la aprobación papal, y en 1926 se extendió a Francia y finalmente a 48 países.

El movimiento está coordinado por jóvenes y dirigido a jóvenes. El mismo esta enfocado en jóvenes obreros, que o bien habitan en barrios humildes o que provienen del seno de familias con recursos escasos. El objetivo del movimiento JOC es brindar educación, formar en el ideario cristiano a los jóvenes de clase trabajadora, poniendo énfasis en aquellos que enfrentan condiciones de marginales tanto en el plano económico como social o personal.[1]

El reverendo Cardijn culpó de la muerte de su padre, un minero, a las duras condiciones de trabajo. Los belgas de la clase trabajadora de la época tendían a considerar que la Iglesia estaba al servicio de los intereses de la aristocracia, y algunos viejos amigos consideraban que Cardijn era un traidor; así decidió dedicar su carrera a "reconciliar su Iglesia con los trabajadores industriales del mundo". [2]​ Cuando Cardijn fue nombrado primer sacerdote en el suburbio Royal Laeken de Bruselas en 1912, comenzó a trabajar con trabajadores de fábricas. En 1915, se convirtió en el director de la obra social católica de la ciudad. En los años posteriores a la Primera Guerra Mundial, comenzó a organizar a jóvenes trabajadores católicos en el área de Bruselas para evangelizar a sus colegas; el grupo fue nombrado Jeunesse Ouvrière Chrétienne. Sus enseñanzas se basaron en encíclicas laborales de los Papas León XIII y Pío XI. Recibió la aprobación de Pio XI en 1925.

Time Magazine, en una nota sobre una manifestación de París con 75 000 miembros en 1938, citó a Cardijn diciendo a sus seguidores: «Todo jocista tiene una misión divina de Dios, solo superada por la del sacerdote, para llevar el mundo entero a Cristo».[3]

Cardijn dedicó el resto de su vida al movimiento, y en 1957 la JOC celebró su primer consejo mundial en Roma. Cardijn sirvió como consejero del Concilio Vaticano II y fue nombrado cardenal en 1965.



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