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Krugman



Paul Robin Krugman (Albany, Nueva York; 28 de febrero de 1953) es un economista estadounidense laureado con el Premio Nobel de Economía.

Profesor de Economía y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton, profesor centenario en Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres, académico distinguido de la unidad de estudios de ingresos Luxembourg en el Centro de Graduados de CUNY, y columnista op-ed del periódico New York Times.

El 13 de octubre de 2008 fue laureado con el Premio Nobel de Economía por sus contribuciones a la Nueva Teoría del Comercio y la Nueva Geografía Económica. Según el Comité que otorga el galardón, le fue entregado por el trabajo en donde explica los patrones del comercio internacional y la concentración geográfica de la riqueza, mediante el examen de los efectos de las economías de escala y de preferencias de los consumidores de bienes y servicios diversos.[1]

Ha sido un fuerte crítico de la doctrina neoliberal[2][3]​ y del monetarismo[4][5][6]​ y un opositor de las políticas económicas de la administración de George W. Bush.[7][8]

Ha escrito más de 200 artículos y 21 libros, algunos académicos y otros de divulgación. Su Economía Internacional: La teoría y política es un libro de texto estándar en la economía internacional.[9]​ Ha firmado más de 750 columnas sobre temas económicos y políticos para The New York Times, Fortune y Slate.

Como comentarista, ha escrito sobre una amplia gama de asuntos económicos, incluyendo la distribución del ingreso, la economía fiscal, la macroeconomía y economía internacional. Krugman se considera a sí mismo un liberal moderno, llamando a uno de sus libros y su blog en The New York Times, "La conciencia de un Liberal".[10]​ Sus ideales han atraído considerable atención, tanto positivos como negativos.[11]

Nacido en Albany, Nueva York y criado en Long Island, se licenció en Economía en la Universidad de Yale en 1974. Luego obtuvo su doctorado en Economía en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) en 1977 y fue profesor de Yale, MIT, la Escuela Económica de Londres y Stanford, antes de pertenecer al claustro de la Universidad de Princeton, donde ha estado desde el 2000.

De 1982 a 1983, fue parte del Consejo de Asesores Económicos (Council of Economic Advisers) de la administración de Reagan. Cuando Bill Clinton alcanzó la presidencia de EE. UU. en 1992, se esperaba que se le diera un puesto en el gobierno, pero ese puesto se le otorgó a Laura Tyson. Esta circunstancia le permitió dedicarse al periodismo para amplias audiencias, primero para Fortune y Slate, más tarde para The Harvard Business Review, Foreign Policy, The Economist, Harper's y Washington Monthly.

Krugman trabajó en el panel de asesores de Enron durante 1999, antes de renunciar para trabajar como columnista para el New York Times, que exigía cierta exclusividad. Dados los escándalos de Enron en 2002, este hecho ha sido una fuente de polémicas y críticas para Krugman.

Desde enero de 2000, ha sido columnista quincenal en la página de opinión del New York Times, lo que le ha convertido, en opinión del Washington Monthly, en "el más importante columnista político en Estados Unidos... ha estado casi solo analizando los más importantes hechos políticos recientes, los descosidos tejidos de los intereses de las corporaciones, clases y partidos políticos, en medio de los cuales sobresale la administración de Bush".

En septiembre de 2003, Krugman publicó una colección de sus columnas titulada The Great Unraveling (publicada en España como El gran engaño). Tomada en su totalidad, era un ataque mordaz contra las políticas económica y exterior del gobierno de Bush. Su argumentación principal se centraba en cómo el creciente déficit fiscal, generado por la disminución de impuestos, el aumento del gasto público y la guerra en Irak, a largo plazo es insostenible, y generará finalmente una crisis económica importante. El libro fue un éxito inmediato.

En 2012 Krugman publica ¡Acabad ya con esta crisis!, libro en el que expone las causas de la actual crisis económica, las respuestas equivocadas que se están tomando y las medidas que considera necesarias salir de ella, recuperando los puestos de trabajo y los derechos sociales.[12]

Fue nombrado doctor honoris causa por la Universidad de Oxford en 2016.[13]

Desde los años 80, Paul Krugman ha promovido el libre comercio en Estados Unidos y en los países europeos. Señala que, aunque el libre comercio ha perjudicado a las industrias, a las comunidades y a algunos trabajadores, es un sistema en el que todos ganan y que enriquece a ambas partes del acuerdo [15]·.[16]​ En su opinión, el déficit comercial no importa, y no se debería a la falta de protección comercial sino a la falta de ahorro interno. Además, los aranceles y las restricciones comerciales no reducen realmente el déficit comercial global.[17]​En 2000, también escribió un libro titulado La globalización no es culpable: virtudes y límites del libre comercio, en el que promueve el libre comercio diciendo que representa la paz económica, ya que el comercio es mutuamente beneficioso.

Sin embargo, en algunos de estos artículos entre 2007 y 2016, adopta posiciones contrarias. De hecho, en 2010, por ejemplo, pidió un arancel del 25% sobre las importaciones chinas a Estados Unidos:[18][19]

En 2010, Paul Krugman escribe que China persigue una política mercantilista y depredadora, es decir, mantiene su moneda infravalorada para acumular excedentes comerciales utilizando el control del flujo de capital. El gobierno chino vende renminbi y compra divisas para mantener el renminbi bajo, dando al sector manufacturero chino una ventaja de costo sobre sus competidores. Los superávit de China están agotando la demanda estadounidense y ralentizando la recuperación económica en otros países con los que China comercia. Por lo tanto, admite que los déficits comerciales empobrecen a los Estados Unidos y constituyen una amenaza. Krugman escribe: "Esta es la política cambiaria más distorsionada que una gran nación ha seguido jamás". Señala que el renmenbi infravalorado equivale a imponer aranceles elevados o conceder subvenciones a la exportación. Una moneda más barata mejora el empleo y la competitividad porque encarece las importaciones y hace más atractivos los productos nacionales. Espera que los excedentes chinos destruyan 1,4 millones de puestos de trabajo estadounidenses para 2011. Propone la imposición de tasas a los productos de determinados países, como modelo para obligarles a reajustar sus monedas. Por lo tanto, pide un tipo general del 25% para los productos chinos. Por lo tanto, cree que los aranceles y las restricciones comerciales pueden reducir efectivamente el déficit comercial general. Y el déficit comercial se debe, por tanto, a la falta de protección contra China, que manipula su moneda, y no a la falta de ahorro nacional.[20][21]​ Y añade: "vivimos actualmente en un mundo en el que el mercantilismo funciona". Por lo tanto, no se trata de un sistema en el que ambas partes se enriquecen mutuamente, sino de un sistema en el que algunos países se enriquecen a expensas de otros. Escribe: "Lo que China está haciendo es una política comercial gravemente depredadora, el tipo de cosas que se supone que se evitan con la amenaza de sanciones"... "Yo digo que tenemos que enfrentarnos al problema de frente." Explicó que en un conflicto comercial, con una economía mundial deprimida, son los países excedentarios los que tienen mucho que perder, mientras que los países deficitarios podrían ganar, incluso si hay medidas de represalia y trastornos económicos. "Las víctimas de este mercantilismo tienen poco que perder de una confrontación comercial. "Sostiene que el proteccionismo no es algo malo cuando el desempleo es alto o cuando la situación económica no es buena. Cita a Paul Samuelson: "Con un trabajo menos que lleno... todos los argumentos mercantilistas que se han desatado son válidos". Además, apoya el proteccionismo de otros países hacia China: "Otros países están tomando medidas (modestas) proteccionistas precisamente porque China se niega a dejar que su moneda suba. Y otras medidas similares son muy apropiadas".[22][23][24][25][26][27]

En 2007, señaló que en el sistema de libre comercio, los salarios reales de los trabajadores menos educados están disminuyendo debido a la competencia de las importaciones a bajo precio. De hecho, los salarios caen más que los precios de importación y el problema está empeorando porque el comercio con los países de bajos salarios es cada vez más frecuente.[28]​ También admite que el libre comercio tiene un efecto significativo en la desigualdad de ingresos en los países desarrollados: "Todo esto significa que ya no es seguro decir, como hace una docena de años, que los efectos del comercio sobre la distribución del ingreso en los países ricos son bastante menores. Ahora hay buenas razones para decir que son lo suficientemente grandes y cada vez más grandes...." [29]

En 2016, escribió que el proteccionismo no conduce a recesiones. De hecho, en una guerra comercial, dado que las exportaciones y las importaciones disminuirán por igual para el mundo en su conjunto, el efecto negativo de una disminución de las exportaciones se verá compensado por el efecto expansionista de una disminución de las importaciones. Así, según él, "las guerras comerciales son un fracaso". Además, señala que el arancel Smoot-Hawley no causó la Gran Depresión. El declive del comercio entre 1929 y 1933 "fue casi en su totalidad consecuencia de la Depresión, no una causa". Las barreras comerciales fueron una respuesta a la depresión, en parte como consecuencia de la deflación.[30][31]

También admite que el déficit comercial ha perjudicado al sector manufacturero estadounidense: "No hay duda de que el aumento de las importaciones, especialmente de China, ha reducido el empleo en el sector manufacturero..., la eliminación completa del déficit comercial en los Estados Unidos en el sector de bienes manufacturados añadiría alrededor de dos millones de puestos de trabajo en este sector.[32][33]

En 2016, en contra de su consejo para el libre comercio en Estados Unidos, escribe: "También es cierto que una gran parte de la élite que defiende la globalización es fundamentalmente deshonesta: falsas acusaciones de inevitabilidad, tácticas alarmista (¡el proteccionismo causa depresiones!), afirmaciones muy exageradas sobre los beneficios de la liberalización del comercio y los costos de la protección, haciéndonos olvidar los grandes efectos distributivos que los modelos estándar predicen en realidad. Espero, por cierto, que yo no haya hecho nada de eso...... "Por lo tanto, el argumento de la élite a favor de un comercio cada vez más libre es en gran medida una estafa".[34][35]

Cronología inversa de las ediciones de las obras de Krugman traducidas al español:




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