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La última bruja de Trasmoz



La última bruja de Trasmoz es una novela del escritor español César Fernández García. Se trata de una novela fantástica de terror, cuya primera edición fue publicada en noviembre de 2009 por la editorial La Galera. Obtuvo el Premio La Galera Jóvenes Lectores 2009, cuyo jurado estuvo formado por 221 lectores de toda España.[1]

La novela gira en torno a la obsesión que sufrió Gustavo Adolfo Bécquer por la última bruja de Trasmoz y que, dos siglos después, hereda un descendiente suyo.[2][3]

La acción comienza en el invierno de 1870. El escritor romántico Gustavo Adolfo Bécquer ha abandonado temporalmente su trabajo en el periódico El Entreacto para recluirse en el Monasterio de Veruela. Su mujer Casta le había echado en cara que volviera a las andadas, como cuando dejó la redacción del periódico El Contemporáneo para alquilar una celda de dicho monasterio. En esta ocasión, el escritor pretende retomar una leyenda de la comarca del Moncayo que últimamente le tiene obsesionado. Tanto que padece frecuentes pesadillas. Se trata de la última de las famosas e históricas brujas de Trasmoz, la jovencísima Gorgona. En sus sueños se le aparece con una calavera de cristal, del tamaño de un puño, pendiendo de una cadena negra que utilizaba como colgante.[4]​ A esta dinastía de brujas ya había dedicado tres de las nueve narraciones que componían su obra Cartas desde mi celda.[5]

Durante uno de sus paseos por el bosque cercano al monasterio, Bécquer siente que es perseguido. Huye. Al salir del bosque, se encuentra con una aldea abandonada. Su esperanza de encontrar ayuda se desvanece. Su perseguidor cada vez está más cerca. Bécquer se esconde en el camposanto, ya que la verja estaba abierta. En un charco encuentra una calavera de cristal. La misma que aparecía en sus pesadillas y que había pintado el hermano pintor de Gustavo Adolfo Bécquer: Valeriano Domínguez Bécquer.

La calavera se enciende en sus manos.[6]​ Ante los ojos del escritor surge un torbellino alucinatorio, de tal forma que asiste a un desfile onírico de seres desconocidos. Entre ellos está un joven, del que deduce que será un descendiente suyo. La alucinación desaparece cuando la adolescente Gorgona le quita de las manos la calavera. Bécquer logra escapar, pero un frío interior lo acompañó ya durante los pocos días que le restaron de vida. El frío, de raíces más hondas que un constipado, lo acompañó hasta que el 22 de diciembre de aquel 1870 murió en la cama. Su íntimo amigo Ramón Rodríguez Correa dejó escrito que Gustavo Adolfo Bécquer, unos segundos antes de expirar en la cama, pronunció unas enigmáticas palabras:

– Todo mortal.

La necesidad de escribir sobre la última bruja de Trasmoz será heredada, en el siglo XXI, por un descendiente de Bécquer. El joven se llama Emilio. Al igual que su genial ascendiente, abandona su trabajo y se marcha a un monasterio de la comarca del Moncayo. Sin embargo, su estancia no será unas vacaciones donde pueda escribir con tranquilidad. Desde su llegada asistirá a sucesos extraños. Y tampoco estará solo. Una joven llamada Beatriz le acompañará en su intento por acercarse al mundo de la última bruja de Trasmoz y a la calavera que portaba. Supondrá un viaje de conocimiento de lo que entrañaba Gorgona, una inmersión en el mundo interior de los personajes y un descubrimiento de lo que cada día esconde de mortal e inmortal.[7]

La última bruja de Trasmoz está escrita en tercera persona y de forma lineal, es decir, la trama sucede de forma cronológica ordenada, aunque ocasionalmente el narrador retrocede (flashback) en los pensamientos de los personajes para mostrar algún punto importante de su vida pasada.[8]

La narración combina momentos de acción frenética con fragmentos líricos, numerosos diálogos, descripciones y reflexiones argumentativas en torno al proceso de escritura, la inmortalidad y el significado de la literatura. Los diálogos son más naturales y directos. Sólo el narrador se permite utilizar un lenguaje más culto y cargado de referencias literarias.[9]

Otros rasgos de La última bruja de Trasmoz son:

El corpus temático y estilístico del Romanticismo literario configura el universo interno de esta novela. Se podría definir, por tanto, como un rescate en el siglo XXI de los motivos y recursos que podríamos detectar en Gustavo Adolfo Bécquer y sus compañeros de generación.[12]​ Entre ellos:

La trama se desarrolla en dos tiempos externos diferentes. El primer capítulo nos sitúa en el invierno de 1870, en los alrededores del Monasterio de Veruela. Los restantes capítulos transcurren en algún año indeterminado del siglo XXI entre Madrid, un monasterio de la comarca del Moncayo y Zaragoza.[13]​ El tiempo interno de la novela, desde el segundo capítulo, es de unos pocos días. Entre otros sitios y calles que se mencionan están:

La obra está dividida en 20 capítulos formalmente.[16]​ Desde un punto de vista organizativo, la obra consta de cuatro partes:

Para configurar la novela, el autor se basa en el mundo temático del Romanticismo y en los propios textos de Gustavo Adolfo Bécquer.[17]​ Especialmente se centra en la figura de la dinastía de las brujas de Trasmoz, tal y como aparece en tres de las nueve cartas que componen la obra de Bécquer titulada Cartas desde mi celda. Concretamente, en la sexta había escrito sobre la bruja Casca; en la séptima, de cómo el diablo levantó el castillo de Trasmoz para sus discípulas; en la octava, acercaba la figura de la primera bruja cuando esta hizo su pacto satánico. Al utilizar la obra de Bécquer como uno de los pilares de la trama,[18]​ en el libro se hace referencia a muchas obras del escritor romántico. Por ejemplo:




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