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La casa del ángel



La casa del ángel es una película argentina en blanco y negro que se estrenó el 11 de julio de 1957, basada en La casa del ángel un guion de Beatriz Guido, que sirvió como trampolín a una fructífera carrera literaria.

Llevada al cine por su esposo, el director de cine Leopoldo Torre Nilsson, pronto se convirtió un éxito de taquilla, tanto por su estética de la misma como por lo novedoso de la forma en que había sido filmada.

La película supuso el inicio de una manera de filmar que Nilsson continuó utilizando durante muchos años, estrechamente vinculada con el estilo de la nouvelle vague francesa, y lanzó al estrellato a la pareja Elsa Daniel y Lautaro Murúa.

La historia se centra en Ana Castro, una adolescente de catorce años que vive con una madre muy religiosa y un padre —el Dr. Castro— interesado en la política y en el gobierno. Ana vive también con sus hermanas: Julieta —quien desobedece abiertamente las enseñanzas religiosas de su madre— e Isabel, siempre ausente y a veces muy estricta y vanidosa. Ana comienza a experimentar nuevos cambios en su vida, que la dejarán totalmente confundida.

En las vacaciones de verano su prima Vicenta llega a visitar a la familia y siempre tiene intenciones de fastidiar a Ana con los muchachos, e incluso hablan de sexo y asuntos que ella no está acostumbrada a escuchar.

En el transcurso de los días, Ana comienza a perturbarse con las obsesiones religiosas de su madre, pensamientos acerca del sexo y la imagen del infierno y el apocalipsis que le inculca su nana. Pero su vida cambiará al conocer al diputado Pablo Aguirre, un hombre mujeriego que mató a varios oponentes en los duelos.

Aguirre reta a un duelo de pistola a un opositor que lo acusa de fraudulento. El duelo se va a hacer en la casa de Ana, dónde pensando que puede ser su último baile la invita a bailar en una fiesta.

La noche en que se realiza el duelo, Ana se acerca al cuarto de Aguirre para desearle suerte y le da su rosario. Allí, Aguirre termina violándola y Ana se dirige a su cuarto. Luego, esta le desea la muerte en el duelo pero Aguirre sobrevive y se hace amigo de su padre.

Pasan los años, Aguirre sigue yendo a casa de Ana a visitar a su padre y se quedan horas platicando. La violación nunca se devela y Ana termina triste deambulando por las calles. Ella menciona que ve a Aguirre en todas partes e incluso aparece hasta en los momentos más críticos.

En 1998, Pablo Torre, hijo de Torre Nilson, dirigió una película con un título muy similar, La cara del ángel, en su recuerdo. El nombre se debe a que fue rodada en una mansión del barrio de Belgrano demolida en 1974 que ostentaba como singular detalle la escultura de un ángel, por lo que era oficialmente conocida como Palacio Delcasse.[1]

Elsa Daniel ya había sido dirigida por Torre Nilsson en Graciela y volvió a serlo en La mano en la trampa (donde volvió a trabajar con Lautaro Murúa) y La caída.

La película fue rodada en Buenos Aires, específicamente en la calle Cuba 1919 del barrio de Belgrano, donde queda situada la mansión Cassale utilizada como escenario principal de la película.

La película se proyectó por primera vez en un cine de la calle Corrientes de Buenos Aires el 11 de julio de 1957, habiendo iniciado su rodaje en inicios de junio. Acto seguido disfrutó de una buena comercialización, llegando a los Estados Unidos en agosto del mismo año con el título The House of the Angel. Más tarde, fue vista en muchos cines de países latinoamericanos y así su carrera comercial se extendió hasta Japón,donde se estrenó en 1957 y Alemania, donde se estrenó en 1958. Además, también se exhibió en el Festival de Cannes.

Leslie Halliwell (en Halliwell’s Film Guide, Londres 1989, 7ª edición) escribió:

Roland en Crítica escribió:

Eric Rohmer opinó:

Manrupe y Portela escriben:

El film tiene una densidad novelística poco corriente en el cine, su fidelidad a la obra es tal que a la hora de trasponer al plano fílmico mundos propios de la escritura -la primera voz del texto- consigue conservar su faz literaria sin ser impersonal. Rica en términos simbólicos predominan atmósferas absorbentes y el aura poética de la obra es innegable de principio a fin. Para este cometido Torre Nilsson hace uso de los primeros planos sobre los personajes, intensificando el rol de sus personajes, esos que están sujetos a la sutil observación de ese ojo que todo lo ve –la cámara- y que nos hace cómplices de sus mundos tan extraños.

El personaje central de la historia conlleva desde su origen literario síntomas de locura y decadencia, donde se mezclan inseguridades y certezas del presente y del pasado en lo que por momentos parece un imaginario onírico. Es interesante el abordaje a una temática tan intocable como la religión inclusive desde su perspectiva fanática en cuanto al miedo al pecado inculcado, a la que se anima a desafiar, aquí vista desde una dualidad amenazante: culpa y castigo, alivio y amenaza. El film nos da pautas sobre la génesis de la desgracia que envuelve a su protagonista. Desde Ana y su vinculación con el resto de los personajes, Torre Nilsson ahonda en la incomunicación en medio de una sociedad llena de tabúes donde la censura religiosa habla de una concepción arcaica de la misma. Casi como una radiografía del ser nacional reprimido, figura que abordaría con recurrencia el cine-crítico realista que por esos años emergía.[3]

La película está basada en una novela de Beatriz Guido, quien había recibido el Premio Emecé en 1955. Más tarde, en la 18va. edición de los Premios Globo de Oro, la película fue candidata a la categoría de "Mejor película de habla no inglesa". Además, compitió por el Palma de oro en el Festival de Cannes.




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