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La segunda casaca



La segunda casaca es la tercera novela de la segunda serie de los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós. Terminada en 1875 y publicada al inicio de 1876, narra los acontecimientos que llevaron al inicio del Trienio Liberal,[1][2]​ presentados por una trama folletinesca en la que participan los principales personajes de esta serie: Salvador Monsalud y su antónimo, el guerrillero Carlos Navarro, el entorno absolutista de la familia Baraona y el incombustible Juan Bragas que en este episodio cambia oportunamente de bando.[3]​ Imitando al inmoral covachuelista, Fernando VII de España, aterrorizado por el éxito inicial de la sublevación de Rafael de Riego en enero de 1820, y haciendo gala de «todas y cada una de sus ‘defectuosas virtudes’»,[4][1]​ jura la Constitución que había revocado ocho años antes –sumiendo a España en uno de sus más agudos periodos de terror político y persecuciones–,[5]​ y hace público el manifiesto que contiene la famosa frase del “rey Felón”: «Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional».[1]

En esta entrega, Galdós le ha concedido la responsabilidad y honor de cronista al camaleónico Juan Bragas (o Juan de Pipaón, como a él le gusta que le llamen) que construye un relato cínico y tragicómico de los hechos antes referidos, alternados con descripciones de los calabozos de una Inquisición agonizante y las algaradas callejeras, entretejidos en la trama folletinesca de los principales personajes de la segunda serie y compensados con escenas palaciegas y sesiones del club revolucionario. Como señala Ortiz-Armengol, destaca el análisis cínico del Pipaón cortesano que según su propia explicación fue «absolutista en su momento, y liberal en el suyo, como ha de ser».[3]

¡Ventura incomparable! ¡Qué bien sentaba a mi gallardo cuerpo la nueva casaca! ¡Cómo me reía yo de D. Buenaventura y de todos aquellos vanidosos prohombres que me habían postergado en 1819! Ellos purgaban sus culpas con la ignominia que les resultaba de humillarse ante la revolución, después de haberle combatido hasta el último momento. Verdad es que pronto le declararon nueva guerra; pero fue porque la revolución, despreciándoles, no quiso nada de ellos ni con ellos.



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