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Las corsarias



Las corsarias es una humorada cómico lírica en un acto dividido en un prólogo y tres cuadros, con libreto de Enrique Paradas y Joaquín Jiménez y música del maestro Francisco Alonso. Se estrenó en el Teatro Martin de Madrid, el 31 de octubre de 1919.

En los comienzos del siglo XX España se hallaba con serios problemas y conflictos derivados de la Guerra del Rif. Europa entró en la Primera Guerra Mundial, contienda que duró desde 1914 hasta noviembre de 1918. En este ambiente hostil y de preocupaciones la música seguía unos derroteros frívolos que conseguían hacer olvidar por unas horas los problemas del momento a un público deseoso de divertirse.[1]

Después de la guerra del 14 empezó a notarse en España un gran cambio en las costumbres sociales. En el vocabulario común entró el término «vida moderna» que no era sino una actitud que se oponía a los usos de años anteriores y que se empezaba a demostrar con las nuevas modas en el vestir, el desprecio por lo tradicional y la ruptura y desacuerdo por parte de la mujer por lo que se llamaba «decencia» y «sumisión». Todo influyó notablemente en el género musical: la ópera quedó relegada, la zarzuela tuvo que cambiar de estilo y el género chico salió triunfante al abrirse a nuevos ritmos llegados del extranjero y difundidos a través del gramófono y la radio. [2]​ Hubo réplicas y contrarréplicas por parte del público y de la crítica; los textos también se modernizaron adoptando palabras que nunca se habían escuchado en ambientes castizos y clásicos como «whisky», «motocicleta» o «gomoso». En lo que se refiere a los números musicales se dio la evidencia del florecimiento del pasodoble que, sin ser una modernidad estuvo siempre presente en cualquier obra musical que pretendiera obtener éxito y popularidad.[3]

En estos años se pusieron muy de moda y con gran aceptación del público los cuplés, las humoradas líricas, los sainetes y las revistas, además de las zarzuelas que continuaban estando en vigor. Uno de los compositores más fecundos en estos temas fue el granadino afincado en Madrid Francisco Alonso, siendo una de sus primeras revistas Las corsarias.

Siguiendo una estructura de tipo revista, presenta un planteamiento de diálogos, situaciones, ambientes y números musicales que no tiene nada que ver con el argumento. El tema es ingenioso y novedoso para la época pues era inconcebible e inverosímil un mundo al revés en que las mujeres van a la guerra y además son ellas las que piropean y seducen a los hombres mientras estos se dejan querer. Las situaciones y los diálogos picarescos y divertidos se suceden con buen tono y sin caer en la chabacanería, pero sin cortapisas. Indirectamente hay un canto al amor libre, al erotismo, pero no aparecen en absoluto los celos. [1]

La obra tuvo un éxito prodigioso —especialmente la música— en varias capitales de provincia: En Madrid se dieron más de mil representaciones seguidas; en Valencia se representó en dos teatros a la vez, lo cual dio lugar al súbito enriquecimiento del empresario del teatro Ruzafa (Russafa) que pudo comprarse una huerta a la que llamó «Las corsarias». En Buenos Aires se dieron más de tres mil funciones sin descanso. Fue en una de estas donde debutó una joven corista o chica de conjunto llamada Celia Gámez. Cuando Celia Gámez se afincó en Madrid, siendo ya una acreditada actriz y cantante de revista, puso en escena Las corsarias, asumiendo ella el papel de protagonista. Además estrenó las obras más desenfadas del maestro Alonso, que ya por entonces se había convertido en uno de los compositores más populares de la lírica española. [4]

La trama es muy simple pero está llena de situaciones inverosímiles y enredos, todo intercalado por números musicales desconectados del argumento. El personaje principal masculino es fray Canuto, un fraile que vivía en un convento y que ha sido raptado por un grupo de mujeres corsarias, junto con otros dos hombres. Fray Canuto es joven y apuesto y las corsarias organizan una rifa para determinar cuál de ellas podrá casarse con él. La papeleta cae en manos de la corsaria más fea, pero se descubre el engaño: fray Canuto es en realidad Serafín, un hombre casado que tiene siete hijos. Alrededor de este simple argumento se desarrollan escenas picantes de texto atrevido para la época, escenas divertidas y burlescas que hacían reír al público.

El manuscrito de la partitura de canto y piano se conserva en el archivo e la SGAE-ICCMU así como los materiales de orquesta (4626). Fueron un legado del maestro Alonso. Las ediciones de música, canto y piano son de la Unión Musical, 1921. Las ediciones del libreto pertenecen a la Imprenta Helénica, 1919.[4]



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