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Lebrillo



El lebrillo es un recipiente tradicional de barro vidriado o de metal,[1]​ con forma de tronco de cono invertido y similar a un plato hondo o una fuente circular, pero de mayor tamaño por lo general, utilizado con fines culinarios, decorativos o de higiene personal y doméstica (como el lavado de pies, de la ropa o la vajilla).[2]

En el ajuar alfarero, se cataloga como un gran vaso de base recogida y boca amplia, con una relación entre diámetros mayor del doble, tradicionalmente hecho de arcilla y con los bordes y el interior vidriados. De diferentes tamaños, entre veinticinco (lebrillo de a peseta de Úbeda) y noventa centímetros (lebrillo de lavar de Lora del Río), se utiliza históricamente para el lavado de pies o lavado de ropa,[3]​ así el corciol manchego para aclarados (estas piezas, por su tamaño, alcanzan la categoría de barreño).[4]​ El lebrillo tiene también un uso culinario, haciendo funciones de fuente, frutero o incluso bandeja. En muchos casos se decora con dibujos y motivos diversos, que le dan un valor decorativo añadido.

El uso del lebrillo ya era habitual en las culturas judía y egipcia, aparece en el apartado 12-22 del libro del Éxodo, que se refiere a la plaga que mata a todos los primogénitos egipcios:

Durante la época romana se le conocía como labello (diminutivo de labrum o bañera).[5]​ Existen testimonios de que los aztecas también lo empleaban:[6]

Durante el siglo XVI era una de las piezas cerámicas artesanales más decoradas. En los hogares españoles ha sido un recipiente tradicional hasta la mitad del siglo XX. Aún sigue siendo habitual en México y algunas regiones meridionales españolas como Andalucía y Murcia.

Pío Baroja en la primera novela de su trilogía "La lucha por la vida", La busca, deja esta descripción del uso del "lebrillo" en el Madrid de finales del siglo XIX:



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