La ley de Stigler, también conocida como la ley de la eponimia de Stigler, es un axioma formulado por Stephen Stigler en 1980 que dice que «ningún descubrimiento científico recibe el nombre de quien lo descubrió en primer lugar».
Stigler, profesor de Estadística de la Universidad de Chicago, publicó su famoso trabajo en la revista Transactions of the New York Academy of Sciences. Se da la circunstancia de que en el propio artículo el autor reconocía que la tesis que llevaba su nombre ya había sido formulada de modo aproximado por otro, en este caso por Robert K. Merton, en su concepto de obliteración aplicado a la sociología de la ciencia.
También se da el caso, muy propio de la naturaleza humana, que no se reconozca en su momento el mérito a los creadores, si no es gracias a sus discípulos, ya que no se exponen directamente a la crítica, al no ser los creadores originales. Así pasó, por ejemplo, con la teoría de la evolución, que solo fue reconocida y aceptada cuando los discípulos directos de Darwin, Thomas Henry Huxley, sobre todo, y Herbert Spencer, la divulgaron.
El que, por la Ley de Stigler, en muchas ocasiones los hallazgos científicos no reciban el nombre de los que los realizaron en primer lugar, puede considerarse una manifestación inversa del llamado «efecto Mateo», con el que la Ley de Stigler está emparentada.
En el Evangelio de Mateo (capítulo 25, versículo 29) se dice: «al que tiene mucho, más se le dará, y al que tiene poco, se le quitará hasta lo poco que tiene, para dárselo al que más tiene».
En literatura, artes, industria cinematográfica o ciencias, el efecto Mateo puede observarse en la mayor estimación que reciben los escritores, artistas, cineastas o científicos que ya son previamente prestigiosos frente a otros menos conocidos con anterioridad.
Además de recibir un mayor reconocimiento personal, es más probable que los trabajos de creadores o investigadores más prestigiosos tengan más difusión, impacto mediático, publicidad, (o ventas), y, en el caso de los inventos y descubrimientos, más citaciones y repercusiones posteriores.
Los trabajos o descubrimientos de los autores o investigadores poco o nada conocidos, aunque sean de un nivel equivalente o superior a los de aquellos que son más conocidos, pueden quedar en el completo olvido a no ser que alguien más prestigioso los saque posterior o simultáneamente a la luz pública.
Cuando los trabajos o descubrimientos de autores ignorados son expuestos o publicados por un autor más prestigioso, a veces lo son con leves reformulaciones o modificaciones respecto al trabajo de los autores originales, (citando o sin citar la obra o descubrimiento previo en que se basan), pero en otras ocasiones se atribuye falsamente la autoría al autor, pensador, inventor o descubridor más reconocido.
Aunque con posterioridad se averigüe el nombre del autor o creador original, o que más contribuyó al invento, obra o descubrimiento, es ya muy difícil que la historia dé a cada cual el lugar que les corresponde.
Hay numerosos ejemplos de esta ley. Algunos de ellos son:
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