La ley del mar engloba una serie de tradiciones por las que los marinos de todo el mundo se han regido a lo largo de la historia de la navegación. Tradiciones como que el capitán sea el último en abandonar el navío o que sean las mujeres y los niños los primeros en ocupar las plazas de los botes salvavidas en caso de naufragio, son algunas de estas costumbres. Sin embargo, la ley del mar se refiere más específicamente a la costumbre de practicar canibalismo de supervivencia en el caso de que un grupo de náufragos quede a la deriva tras un naufragio.
De acuerdo a esta tradición marinera, en el caso de que un grupo de marinos quedase a la deriva en alta mar, una vez agotado el alimento, los náufragos podían echar a suertes quién de ellos sería sacrificado para servir de alimento a los demás. Este proceso se repetiría tantas veces como fuese necesario hasta que los supervivientes fuesen rescatados, o hasta que quedase un único superviviente en la balsa.
De acuerdo a la ley del mar, únicamente podían ser usados como alimento bien los cuerpos de personas que hubiesen muerto por causas naturales -habitualmente heridas producidas en el naufragio, o más comúnmente muertos por haber bebido agua de mar-, o bien aquellos supervivientes que el azar hubiese escogido para tal fin. Entre los marinos era habitual usar el método del cordel: se cortaban tantos pedazos de cabo como supervivientes quedasen y aquel que escogiese el cordel más corto era el elegido para el sacrificio.
El caso del Vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya es quizá el ejemplo más reciente de canibalismo de supervivencia, que si bien no se trata de un ejemplo directo de la ley del mar, guarda con ésta muchos puntos en común.
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