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Leyes (Platón)



Las Leyes (en griego, Νόμοι) es un diálogo de Platón perteneciente a su época de vejez y representa una quinta parte de su obra escrita. En él se expresan sus teorías acerca de la política y la organización social de un modo más realista y menos utópico que en diálogos anteriores (quizás influido por sus experiencias con la política en Siracusa).

Por mucho tiempo fue considerada por los representantes de la compilación histórica como una obra apócrifa.

Esta obra trata, como dice en sus páginas, de un estado solamente para dioses e hijos de dioses[1]

Eduard Zeller ya en el siglo XIX y aún en su obra cabecera, Historia de la Filosofía Griega, trata este diálogo a modo de apéndice. Con lo que se puede entender que seguía sin poder encuadrarla dentro del marco de obras del filósofo griego, aunque haya empezado a ser considerada obra del Divino Platón.[2]

Por otro lado, J. Stenzel, dice Jaeger en Su obra Paideia: los ideales de la cultura griega, "Fue una notable seguidora de la idea de que esta obra no es de la autoría de Platón." El mismo autor de la Paideia asegura que las Leyes no son, por su contenido, lógicas ni ontológicas y por eso es considerada como secundaria.

Guthrie, por su parte,[3]​ concuerda en que las Leyes tiene desaciertos estilísticos, irregularidades sintácticas que rayan en ocasiones la incomprensibilidad, repeticiones e incoherencias internas, que algunos especialistas del siglo XIX atribuyeron a la pesada edición póstuma de la obra que llevó a cabo el discípulo de Platón, Filipo de Opunte.

El mismo autor reconoce que las faltas que se han hallado se explican de una forma más natural por el hecho de que Platón, por su avanzada edad, tuvo que dejar esta obra sin revisar.

En fin, las opiniones son varias y se pueden seguir nombrando autores tanto de un lado como del otro. Pero, dejando de lado estos problemas se puede observar que, siempre pensando que esta obra fue escrita por mano platónica, su decepción nunca destruyó su fe en lo que podría lograrse si un hombre joven, con talento, valiente y con el don del autocontrol, pudiera conseguir poderes dictatoriales y ser lo bastante afortunado como para tener a su alcance un legislador del tipo adecuado. Un tirano dócil y un consejero sabio siguen constituyendo su receta para un estado feliz y bien gobernado.

Sobre la datación, Guthrie señala:[4]​ "El único testimonio externo temprano sobre la cronología de este escrito es la afirmación de Aristóteles, en la Política (1264b26), de que es una obra posterior a la República. Desde el punto de vista interno, la derrota de los locrios a manos de los siracusanos, mencionada en 638b, se considera que es la de Dionisio II, en el 356 a.c., lo cual significa que el libro primero, al menos, se escribió cuando Platón estaba alrededor de los setenta."

Por otro lado, dice el autor de la "Historia de la Filosofía Griega": "parte del tono de la obra sugiere que la escribió después del fracaso de su última visita a Sicilia, en el año 360 a.c. Si es así, la composición de una obra tan larga y detallada puede perfectamente haberle tenido ocupado hasta el momento de su muerte."[5]

Estos personajes simbolizan el sistema que va a exponerse, ateniense en gran medida en su origen, endurecido con una disciplina doria y especialmente espartana

Tres ancianos, uno ateniense, otro espartano, Megilo, y otro cretense, Clinias, van de peregrinación desde Cnosos hasta el Monte Ida, santuario dedicado a Zeus. Se supone que fue en el monte Ida donde Rea ocultó a Zeus de su padre Cronos para que no lo devorase como a sus hermanos. También cuenta la leyenda que fue allí donde Zeus dio a Minos el conjunto de leyes tan admirables de los cretenses. El camino es largo y el calor hace mella en los ancianos, así que deciden aprovechar las numerosas paradas a la sombra de los árboles para dialogar sobre el tema de las leyes. Siendo Esparta, Atenas y Creta las regiones más relevantes del mundo griego la confrontación del diálogo permitirá hacerse una idea del escenario político en la Grecia clásica.

Hacia el final del tercer capítulo, Clinias anuncia que tiene el encargo de establecer las leyes de una nueva colonia cretense y que agradecería la ayuda del ateniense. El resto del diálogo transcurre con los tres ancianos elaborando leyes para la nueva ciudad, al tiempo que caminan hacia el santuario.

La cuestiones tratadas en Las Leyes son, entre otras muchas:

El diálogo usa fundamentalmente las legislaciones ateniense y espartana (lacedemonia) para que los dialogantes tengan presente un conjunto de leyes, más o menos coherente, para la nueva ciudad de la que están hablando.

Dice Guthrie[6]​ que los doce libros de las Leyes incluyen varios apartados en los que la exposición se dedica exclusivamente a una constitución y un código letal que se ocupa desde la subversión y la tradición hasta discusiones amables sobre el alcantarillado, el atractivo de las abejas o el robo de fruta. El autor está de acuerdo con que seguir estos temas de un modo detallado no es necesario. También señala que la estructura del diálogo cuenta con capítulos introductorios que tratan temas como la legislación en los estados dorios, las lecciones de la historia, los tipos de constitución, la educación y las artes. También tratan sobre temas como las recomendaciones para la ciudad misma, aparte de externas, como la planificación de la ciudad (778a-79d, 848c-e).

En la obra podemos ver que sobre este tema un desglose en dos partes. Establecer los cargos políticos y su método de elección y la redacción de las leyes que deben imponer (735a).

El tratamiento necesariamente abreviado que se ofrece aquí se dividirá en cuatro secciones principales:[7]

Uno de los temas tratados en la introducción (libros I-III) merece una mención especial por el hecho de sugerir un desarrollo deliberado desde el principio al fin del diálogo y por ello, su unidad fundamental. En referencia a esto, se está hablando de la relación de la virtud como un todo con sus partes

Dice Guthrie:[8]​ En el libro primero el ateniense habla sobre el valor (eíde) y las otras clases o especies de la virtud como un todo, y de tratar del valor, en primer lugar, sin las demás, sin indicación alguna de que su relación presente un problema. Él (Platón) adopta la concepción más lógica: el valor es una especia de virtud, alcanzable por sí misma, pero un legislador debe inculcar la totalidad de las virtudes (630d, 705d).



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