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Lirios rotos



Lirios rotos o La culpa ajena (Broken Blossoms) es una película muda dramática de 1919 dirigida por D. W. Griffith, basada en el cuento de Thomas Burke The Chink and the Child, de su colección Limehouse Nights, publicada en 1916.[1]

Protagonizada por Lillian Gish, Richard Barthelmess y Donald Crisp, muestra un retrato íntimo de Cheng Huan (Barthelmess), un amable hombre venido de China y su amor por una pobre chica llamada Lucy Burrows (Gish), explotada por la brutalidad de su padre, un sádico boxeador.

Cheng Huan (Richard Barthelmess) deja su país natal, China, para difundir la doctrina de Buda en Inglaterra. Su idealismo se desvanece cuando se enfrenta a la realidad brutal de la ciudad de Londres. Sin embargo, su misión es finalmente redimida debido a la devoción que experimenta por Lucy (Lillian Gish), la hermosa hija no deseada de un boxeador de los bajos fondos (Donald Crisp).

Cheng Huan (Richard Barthelmess) abandona su China natal porque "sueña con difundir el gentil mensaje de Buda a las tierras anglosajonas". Su idealismo se desvanece cuando se enfrenta a la brutal realidad de la arenosa ciudad de Londres. Sin embargo, su misión finalmente se cumple en su devoción al "lirio roto" Lucy Burrows (Lillian Gish), la bella pero no deseada y abusada hija del boxeador Battling Burrows (Donald Crisp).

Después de ser golpeada una tarde por su furioso padre, Lucy encuentra refugio en la casa de Cheng, la hermosa y exótica habitación sobre su tienda. Mientras Cheng cuida a Lucy para que recupere la salud, los dos forman un vínculo como dos marginados no deseados de la sociedad. Todo se desvía cuando el padre de Lucy se entera del paradero de su hija y, en medio de una ira ebria, la arrastra a su casa para castigarla. Temiendo por su vida, Lucy se encierra en un armario para escapar de su padre despectivo.

Cuando Cheng llega a rescatar a Lucy, a quien adora tan inocentemente, ya es demasiado tarde. El cuerpo sin vida de Lucy yace en su modesta cama mientras Battling toma una copa en la otra habitación. Mientras Cheng mira el rostro juvenil de Lucy que, a pesar de las circunstancias, irradia inocencia e incluso una leve sonrisa, Battling entra en la habitación para escapar. Los dos se mantienen fijos por un largo rato, intercambiando miradas rencorosas, hasta que Battling se lanza contra Cheng con un hacha y Cheng toma represalias disparando a Burrows repetidamente con su pistola. Después de regresar a su casa con el cuerpo de Lucy, Cheng construye un santuario para Buda y se quita la vida con un cuchillo.

A diferencia de trabajos anteriores más extravagantes de Griffith como El nacimiento de una nación o Intolerancia, Lirios rotos es una película de pequeña escala que utiliza ambientes controlados en estudio para crear un efecto más íntimo.

Griffith era conocido por su disposición a colaborar con sus actores y en muchas ocasiones se unía a ellos en sus salidas para investigar personajes.[3][4]

El estilo visual de Lirios rotos hace hincapié en los ambientes barriobajeros de las calles del barrio londinense de Limehouse, con sus sombras, los drogadictos y los borrachos; lo que contrasta con la belleza de la relación inocente entre Cheng y Lucy, simbolizada por el acogedor apartamento de Cheng. Por el contrario, la habitación de Lucy y su padre transmite una sensación de opresión y de hostilidad. El crítico de cine e historiador Richard Schickel llega incluso a acreditar a este crudo realismo como fuente de inspiración de directores de la talla de Pabst, Stiller, von Sternberg, entre otros; y que posteriormente reaparecerá en los Estados Unidos en la época del sonoro, en el género identificado como "cine negro".[5]

Griffith no estaba seguro de su producto final y le llevó varios meses el poder completar el montaje final de la misma.[6]

La escena más discutida en Lirios rotos es la escena de Lillian Gish en el "armario". Aquí Gish representa el horror de Lucy retorciéndose en un espacio claustrofóbico como un animal torturado que sabe que no tiene escapatoria.[7]​ Existe más de una anécdota sobre la filmación de la escena del armario. Richard Schickel escribe que según Barthelmess, la histeria de Gish fue inducida por las burlas que Griffith hacía sobre ella. Gish, por su parte, afirmaba que improvisó en el estudio los movimientos torturados del personaje y que al terminar la escena hubo un silencio en el escenario, roto finalmente por la exclamación de Griffith, "'Dios mío, ¿por qué no me avisaste de que ibas a hacer esto?'".[7]​ La escena también se utiliza para demostrar la capacidad extraordinaria de Griffith para crear un efecto sonoro con sólo una imagen.[8]​ Al parecer, los gritos de Gish atrajeron a una multitud fuera del estudio, que tuvo que ser contenida para que no entrase.[9]



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