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Literatura de Australia



La literatura de Australia empezó poco después del asentamiento de colonos europeos en Australia. Entre los temas más frecuentes se encuentran la identidad indígena y de los colonos, alienación, exilio, etc.

Las obras iniciales tienden a ser de una gran variedad, con historia sobre la nueva frontera del outback australiano. Escritores tales como Rolf Boldrewood, Marcus Clarke y Joseph Furphy personifican esta época con relatos que intentar registrar de forma precisa la lengua vernácula de los australianos comunes. Estos novelistas también proveyeron de información valiosa sobre las colonias penales que ayudaron a formar el país, así como sobre los primeros asentamientos rurales. Las visiones románticas del outback y los personajes recios que lo habitaban desempeñan un papel importante en la formación de la psique de la nación australiana, así como los cowboys del Viejo oeste estadounidense y los gauchos de la pampa argentina se convirtieron en parte de la propia imagen de estas naciones.

La primera novela australiana, Quintus Servinton: A Tale founded upon Incidents of Real Occurrence, fue escrita y publicada en Tasmania en 1831. Su autor fue el falsificador convicto inglés Henry Savery y publicada anónimamente, aunque su autoría se convirtió en un secreto a voces. Esta obra es vista como una autobiografía encubierta destinada a demostrar cómo su equivalente ficticio era diferente de la población convicta general.[1]

En 1838, la novela gótica The Guardian: a tale de Anna Maria Bunn fue publicada en Sídney. Se trataba de la primera novela australiana publicada en la Australia continental y la primera novela australiana escrita por una mujer.[1]

La poesía desempeñó un rol importante en la fundación de la literatura australiana. Henry Lawson, hijo de un marino noruego, es uno de los poetas y escritores de ficción del período colonial australiano más conocido y es a menudo denominado el "mayor escritor" de Australia.[2]​ Lawson fue ampliamente reconocido como el poeta más popular de Australia y, en 1922, se convirtió en el primer escritor australiano en ser honrado con un funeral de Estado. En 1966, la imagen de Henry Lawson ilustró el primer billete de diez dólares australianos.[3]

Otros dos poetas australianos destacados fueron Christopher Brennan y Adam Lindsay Gordon. Gordon ha sido denominado el "poeta nacional de Australia" y es el único australiano con un monumento en la Poets' Corner de la Abadía de Westminster en Inglaterra. Tanto las obras de Gordon como las de Brennan (pero, en particular, las de este último) son conformes con los estilos tradicionales de la poesía, con muchas alusiones clásicas y, por tanto, se integran en el ámbito de la cultura occidental. Pero, al mismo tiempo, Australia producía una tradición propia de canciones folclóricas y baladas. Henry Lawson y Banjo Paterson fueron dos de los más grandes exponentes de estas baladas populares. Banjo fue responsable de crear probablemente la más famosa canción popular australiana Waltzing Matilda, la cual ha sido propuesta como himno nacional.[4]​ Para los australianos, se trata de su canción más arraigada y a la que tienen más cariño,[5]​ gracias a lo cual existe un museo dedicado a ella en Winton, Queensland.



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