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Lorenzo Ferrer Maldonado



Lorenzo Ferrer Maldonado (Berja, 1557-Madrid, 1626)  es un personaje controvertido en la historia de la navegación y de los descubrimientos marítimos durante los reinados Felipe II y Felipe III. En su publicación  “Relación del Descubrimiento del estrecho de Anián que hice yo el capitán Lorenzo Ferrer Maldonado el año 1588 describe cómo llegó al actual estrecho de Bering a través del paso del noroeste. Este relato, considerado hasta ahora como apócrifo,[1]​ está adquiriendo una revolucionaria interpretación a la luz de recientes investigaciones históricas.

Era hijo de doña Inés de Maldonado y del comerciante genovés Juan Ferrer, que negociaba con diferentes productos en la comarca de la Alpujarra a través del puerto de Adra. Entre los cristianos viejos de la época, encontramos al matrimonio Ferrer Maldonado, que era una de las familias acaudaladas de la sociedad virgitana con varias propiedades, entre ellas un molino, fincas e incluso una capilla propia en la Iglesia.[2]

El padre de Lorenzo Ferrer fue hecho prisionero durante la rebelión morisca de 1568, siendo ejecutado el 5 de enero de 1569. Lo que les obligó a desplazarse a Guadix debido a la destrucción causada por el conflicto, a pesar de ello volvió a vivir en la villa alpujarreña.

La familia permaneció en Guadix en pobres condiciones. Para mejorar su nivel de vida, se inscribió en esa casa para así poder marchar a las Indias.

Al volver a la Alpujarra los oficiales reales no reconocieron los censos moriscos, por ello, Lorenzo pudo preferir mantener la incógnita de su nacimiento. En 1584 su madre recibe un favor del rey, lo que les convierte en la cúspide de la élite repobladora. Tanto Lorenzo como sus hermanas, consideraban a su madre causante de la zozobra de sus bienes. En 1587, Lorenzo se casa en Granada con Beatriz de Montiel y desaparece de Guadix, momento en el que realizó su viaje a las Indias.

Vuelve a Granada en 1589 lleno de riquezas, por lo que puede permitirse adquirir nuevos bienes. Sin embargo en 1590 su suerte cambió debido a la escasez económica, llegando a obligar a vender su capilla.

En el S.XVI no se sabía si el espacio entre Asia y Europa estaba unido. Algunas investigaciones permitieron conocer las Islas de las Especies y, con el fin de encontrar una ruta más rápida hacia China el interés del paso del sur aumentó.

Inicialmente, no se conocía la línea litoral, considerada como archipiélagos inexplorados de Catay. Las exploraciones formaron dos líneas de acción; La Española y la Francesa. En 1529, Fortún Jimenez, determinó que California era una isla que separaba América y Asia, debido a un parón en los descubrimientos y la lenta y confusa información, se denominó al canal Paso del Noroeste. En el pacífico, la salida del canal se llamó Estrecho de Anián. El interés hispano se centraba en el norte de Nueva España, el cual fueron explorando lentamente desde las costas californianas. Posteriormente, en 1539, Francisco de Ulloa concluyó que esas tierras eran el punto más alto de un estrecho que conectaba con el Atlántico.


Debido al parón de las exploraciones Ferrer se dedicó a las pinturas y a la caligrafía, lo cual le llevó a la falsificación documental. Su cuñado le delató, pero Ferrer huyó a Madrid antes de ser arrestado. Allí logró hacerse un hueco como falsificador, más tarde trabajaría como traductor, tres años más tarde se marchó sin despedirse.

A través de Don Rodrigo Calderón, Ferrer accedió a la Corte, donde comenzó su fama de alquimista. En 1609, presentó su informe sobre el viaje que hizo a América. Ferrer afirmó que a los 71 grados de altura, pudo observar una tierra muy alta, aunque no sabía si era una isla o tierra firme.

En 1602 Sebastián Vizcaíno y Martín d ́ Aguilar estuvieron muy cerca de llegar al estrecho, cartografiaron la zona pero tuvieron que abandonar la ruta. Ferrer debió haber tenido esta información ya que alude tanto al cabo Mendocino, a Quivira, a la migración de ballenas y a las gentes que vivían en aquellas tierras.

Ferrer conocía el interés español por proteger el Pacífico debido a las ventajas comerciales con Asia, por ello, el Estrecho de Anián resultaba una vía para acortar el tiempo de viaje. Ferrer priorizó los descubrimientos ingleses antes que los franceses, ya que pensaba que no llegarían a ninguna parte.

Ferrer presentó su informe en 1609. Debido a sus antecedentes, ya que no era considerado fiable, informó de sus descubrimientos al marqués de Velada, pero este le rechazó. Este hecho llamó la atención de Cervantes, que retrató en su obra a Ferrer bajo el perfil de geógrafo.

Los barcos utilizados por Ferrer para el descubrimiento del Estrecho de Anián fueron La Esperanza y Santa Ana, y estuvo acompañado por Miguel Alvear y Bartolomé de Velasco. El piloto, Juan Martínez, resultó fundamental para encontrar el estrecho.

Ferrer informó de su viaje al rey en 1609 y afirmó haberlo hecho en 1588, contando con la autorización real para editar su manuscrito Alfabeto Historial, el cual nadie logró leer. Este informe coincide con los descubrimientos de John Davis. El informe de Ferrer se perdió en los despachos, aunque posteriormente fue publicado en 1866. En 1592, el capitán Juan de Fuca afirmó haber encontrado el estrecho pero sus informes también se perdieron. Se desconoce por qué no informó antes de su viaje.

La fama de embaucador de Ferrer superó su iniciativa para obtener el apoyo de la Corona. No obstante, había personas que seguían creyendo en la posibilidad de la existencia del estrecho, él mismo insistió en la importancia de no ignorar a quienes habían hablado del descubrimiento del estrecho.

En 1728, el danés Vitus Bering corroboró definitivamente la separación entre América y Asia.

En 1790, en la Academia de Ciencias de París el cosmógrafo Philippe Buache leyó una memoria de Ferrer y propuso que quizá el estrecho debería denominarse "de Ferrer".

Ante esta proposición, el gobierno español buscó en los archivos y en 1791 Alejandro Malaspina verificó el viaje de Ferrer quien parecía haber llegado hasta el estrecho, sin embargo, no se demostraron sus textos.

Se insistió en la poca validez de los descubrimientos de Ferrer debido a su mala fama. Pese a esto, la cosmografía extranjera continuó defendiendo su validez.

Ferrer contaba con el favor de la corte debido a sus descubrimientos sobre la alquimia, entre ellos, convertir en oro metales de poco valor. Todos creyeron sus promesas y le proporcionaron todo lo que este pidió. Durante su periodo en la corte, volvieron sus afanes de navegación. En 1615, tras presentar varios memoriales acerca de los secretos hallados con una aguja náutica, solicitó una merced real.

Ese mismo año, la Corona aceptó su petición. Se le permitió marchar con la Flota de Tierra Firme y experimentar con la aguja fija. Si Ferrer le demostraba sus descubrimientos al rey, este mismo obtendría beneficios económicos.

En los años 1615 y 1616 los ingleses empezaron de nuevo la búsqueda del estrecho. Ferrer temía que estos lo encontraran antes de que él pudiese contrastar sus investigaciones sobre la aguja fija. Para tranquilidad de Ferrer, los ingleses no dieron con el paso.

Su obra sobre la aguja fija, salió a luz un año después de su fallecimiento.



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