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Lorenzo de Roma



¿Dónde nació Lorenzo de Roma?

Lorenzo de Roma nació en Santa_Fe.


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Bandera de Colombia Arauquita, Yolombó, Zagra (Granada), La Rambla (Córdoba)
Bandera de España Astrabudua, Benillup, Benirredrà, Busot, Donhierro, Ezcaray, Hoyos, Huesca, Ibahernando, La Antilla, La Mata de Alcántara, La Morera, Luey, Pámanes, Provincia de Huesca, Riodeva (Teruel), San Lorenzo de El Escorial (Madrid)
CanadáFlag of Canada.svg Canadá
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Bandera de Paraguay Ñemby, San Lorenzo
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Bandera de Chile San Lorenzo de Tarapacá
Sri LankaBandera de Sri Lanka Sri Lanka

Lorenzo de Roma, en latín Laurentius (‘laureado’), fue uno de los siete diáconos regionarios de Roma, ciudad donde fue martirizado en una parrilla el 10 de agosto de 258, cuatro días después del martirio del papa Sixto II.[2]​ Su nombre se atestigua en los calendarios litúrgicos más antiguos: la Depositio martyrum del año 354 [3]​ y el Martirologio jeronimiano del siglo V.[4]​ Ambos especifican la ubicación de su sepultura en la vía Tiburtina, y el Martirologio jeronimiano lo califica de «archidiaconus», título que ya antes le había dado San Agustín, quien le dedicó uno de sus sermones (Sermo 302, de Sancto Laurentio).[5]​ Por la misma época, el poeta latino Prudencio le dedicó uno de los himnos de su Peristephanon,[6]​ y León I el Magno una de sus homilías.[7]

Los estudios de Pietro Guidi ratificaron la concordancia de los antiguos martirologios al reconocer definitivamente en Lorenzo al titular de la necrópolis de la vía Tiburtina,[8]​ sobre cuyas reliquias se edificó primero una basílica, y a fines del siglo VI otra subterránea ad corpus.[1]

La tradición sitúa el nacimiento de Lorenzo de Roma en Huesca, en la Hispania Tarraconensis, aunque también podría ser originario de Valencia, donde sus padres habrían residido un corto espacio de tiempo, viniendo a nacer el santo en esta ciudad. Cuando en 257 Sixto fue nombrado papa, Lorenzo fue ordenado diácono, razón por la cual oficialmente es el santo patrono de los Diáconos, y fue encargado de administrar los bienes de la Iglesia y el cuidado de los pobres. Por esta labor, es considerado uno de los primeros archivistas y tesoreros de la Iglesia, y es considerado también el patrón de los bibliotecarios.

El emperador Valeriano proclamó un edicto de persecución en el que prohibía el culto cristiano y las reuniones en los cementerios. Muchos sacerdotes y obispos fueron condenados a muerte, mientras que los cristianos que pertenecían a la nobleza o al senado eran privados de sus bienes y enviados al exilio.

Víctimas de las persecuciones de Valeriano destacan los papas Esteban I, degollado sobre la misma silla pontificia; y Sixto II decapitado el 6 de agosto del 258. Obispos como Cipriano de Cartago (decapitado en el norte de África), diáconos como Agapito, o el popular san Lorenzo.

Una leyenda posiblemente creada por Ambrosio de Milán dice que Lorenzo se encontró con el papa Sixto en su camino al martirio, y que le preguntó: «¿Adónde vas, querido padre, sin tu hijo? ¿Adónde te apresuras, santo padre, sin tu diácono? Nunca antes montaste el altar de sacrificios sin tu sirviente, ¿y ahora deseas hacerlo sin mí?». Entonces el papa profetizó: «En tres días tú me seguirás».[9]

La leyenda dice que entre los tesoros de la Iglesia confiados a Lorenzo se encontraba el Santo Grial (la copa usada por Jesús y los Apóstoles en la Última Cena) y que consiguió enviarlo a Huesca, junto a una carta y un inventario, donde fue escondido y olvidado durante siglos. Los padres de Lorenzo, santos Orencio y Paciencia, sí serían de Huesca, y habrían llegado a la ciudad de Valencia por motivo de las persecuciones.

Según la Vida y martirio de san Lorenzo, texto apócrifo del siglo XVII supuestamente basado en la obra del monje Donato (siglo VI), el papa Sixto II le entregó el Santo Cáliz junto a otras reliquias, para que las pusiera a salvo. En la cueva romana de Hepociana, Lorenzo acudió a una reunión de cristianos presidida por el presbítero Justino. Allí halló a un condiscípulo y compatriota hispano, llamado Precelio, originario de Hippo (la moderna Toledo), en Carpetania, a quien entregó varias reliquias, entre ellas el santo cáliz, con el encargo de que las llevara a la familia que le quedaba en Huesca (sus padres vivían en Roma). Precelio llevó las reliquias a los tíos y primos de Lorenzo en Huesca que las escondieron, perdiéndose la pista, aunque algunas tradiciones afirman que el santo cáliz fue depositado en la iglesia de san Pedro de la localidad, de donde sería puesto a salvo por el obispo Acilso cuando huyó en 711 ante el avance de los musulmanes, para esconderse en los Pirineos.[10]

Aprovechando el reciente asesinato del papa, el alcalde de Roma, que era un pagano muy amigo de conseguir dinero, ordenó a Lorenzo que entregara las riquezas de la Iglesia. Lorenzo entonces pidió tres días para poder recolectarlas y en esos días fue invitando a todos los pobres, lisiados, mendigos, huérfanos, viudas, ancianos, mutilados, ciegos y leprosos que él ayudaba. Al tercer día, compareció ante el prefecto, y le presentó a este los pobres y enfermos que él mismo había congregado y le dijo que esos eran los verdaderos tesoros de la Iglesia. El prefecto entonces le dijo: «Osas burlarte de Roma y del Emperador, y perecerás. Pero no creas que morirás en un instante, lo harás lentamente y soportando el mayor dolor de tu vida».

Lorenzo fue quemado vivo en una hoguera, concretamente en una parrilla, cerca del Campo de Verano, en Roma. La leyenda afirma que en medio del martirio, dijo: «Assum est, inqüit, versa et manduca» (traducción: ‘Asado está, parece, gíralo y cómelo’). Su santo se celebra el 10 de agosto, día en el que recibió el martirio.[2]​ Lorenzo fue enterrado en la Vía Tiburtina, en las catacumbas de Ciriaca, por Hipólito de Roma y el presbítero Justino. Se dice que Constantino I el Grande mandó construir un pequeño oratorio en honor del mártir, que se convirtió en punto de parada en los itinerarios de peregrinación a las tumbas de los mártires romanos en el siglo VII.

Un siglo más tarde, el papa Dámaso I (366-384) reconstruyó la iglesia, hoy en día conocida como Basilica di San Lorenzo fuori le Mura, mientras que la iglesia de San Lorenzo in Panisperna se alza sobre el lugar de su martirio. En el siglo XII, el papa Pascual II (1099-1118) dijo que la parrilla usada en el martirio fue guardada en la iglesia de San Lorenzo en Lucina.

Lorenzo es uno de los santos más ampliamente venerados por la Iglesia católica. La representación más común del santo es como un joven imberbe (señal de esa juventud) y con tonsura clerical, de pie, con sus símbolos propios en las manos. Viste alba, y sobre ella la dalmática, prenda propia del diácono. Como atributo general lleva la palma de mártir, y su atributo particular propio es la parrilla, instrumento de su martirio. Su martirio ocurrió muy temprano en la historia de la Iglesia, por lo cual muchas otras tradiciones cristianas lo honran también.

Lorenzo es el tercer santo patrón de la ciudad de Roma, después de san Pedro y san Pablo.[11]​ Cada 10 de agosto, en la Ciudad del Vaticano se expone un relicario que contiene una cabeza quemada ―que se supone de san Lorenzo―, para recibir veneración.

En la Comunidad de Madrid se encuentra el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, construido por Felipe II para conmemorar la victoria de San Quintín el 10 de agosto de 1557, agradeciéndosela a la intercesión ante Dios del mártir san Lorenzo. Para ello, hizo construir el monasterio con forma de parrilla, por haber sido el instrumento de su martirio. El rey mandó reunir en El Escorial un considerable número de reliquias que se encontraban dispersas por todo Europa para su veneración; entre ellas estuvieron la cabeza de San Lorenzo, su pie derecho, varios de sus huesos y restos del lienzo en que fue envuelto y de la parrilla donde fue martirizado. [12]

San Lorenzo aparece en el Decamerón (de Giovanni Boccaccio) en el cuento 6.10, donde un fraile utiliza la veneración del santo para escapar de una situación embarazosa.

Entre las ciudades y locaciones que tienen a san Lorenzo como santo patrón se cuentan:

Además resalta la representación de la captura del Inca por parte de los españoles en tiempo de la conquista. Celebración dónde resalta las costumbres propias de sus moradores.



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