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Los doce trabajos de Heracles



Los doce trabajos de Heracles (en griego Οἱ δώδεκα ἄθλοι) (también, Hércules) son una serie de arcaicos episodios relacionados por una narración continua posterior. Los enfrentamientos individuales de este con varios animales le sitúan antes de la literatura griega y los temas orientales: «Es una cuestión abierta si los antiguos griegos tuvieron alguna oportunidad de ver un león vivo, pero la migración de la imagen del león y de las escenas de lucha con éste están bien documentadas arqueológicamente» (Burkert 1985, p. 209), aduciendo también la serpiente con siete cabezas de Ugarit y el Antiguo Testamento. El establecimiento de un ciclo fijo de doce trabajos era atribuido por los griegos a un poema épico (hoy perdido) escrito por Pisandro de Cámiros, quizás sobre el 600 a. C. (Burkert).

Tal como se conservan, los trabajos de Heracles no se narran en ningún lugar único, sino que deben ser recompuestos a partir de muchas fuentes. Ruck y Staples (pp. 169-170) aseveran que no hay una forma única de interpretar los trabajos, pero que seis estaban situados en el Peloponeso, culminando con la rededicación de Olimpia y los otros seis, parte de la misma secuencia, llevaron al héroe mucho más lejos. En cada caso, el patrón era el mismo: Heracles era enviado a matar o conquistar, o a buscar para el representante de Hera Euristeo un animal o planta mágicos. «Todos los lugares seleccionados eran previamente baluartes de Hera o de la “Diosa” y Entradas al Otro Mundo» (p. 169).

Una reorientación helenística de los trabajos con los signos del Zodiaco se discute con detalle más adelante.

Zeus, tras dejar embarazada a Alcmena, que sería así madre de Heracles, proclamó que el próximo hijo nacido en la casa de Perseo se convertiría en rey. Al oír esto Hera, la esposa de Zeus, hizo que Euristeo naciera dos meses antes, pues pertenecía a la casa de Perseo, al igual que Heracles, a quien hizo nacer con tres meses de retraso. Cuando Zeus advirtió lo que había sucedido montó en cólera, pero, no obstante, su imprudente proclama siguió en pie.

En un ataque de locura provocado por Hera, Heracles mató a su mujer, a sus hijos y a dos de sus sobrinos con sus propias manos. Cuando recuperó la cordura y advirtió lo que había hecho se aisló del mundo, y se fue a vivir solo a las tierras salvajes. Fue hallado por su hermano Ificles y convencido de que visitase el oráculo de Delfos. En penitencia por esta execrable acción, la sibila délfica le dijo que tenía que llevar a cabo una serie de trabajos que dispusiera Euristeo, el hombre que había usurpado su legítimo derecho a la corona y a quien más odiaba.

El orden tradicional de los trabajos es:

En sus trabajos, Hércules iba acompañado a menudo por su erómeno: su sobrino Yolao. Aunque se suponía que solo tenía que realizar diez trabajos, esta ayuda hizo que tuviera que sufrir dos más. Euristeo no tuvo en cuenta el trabajo de la hidra (en el que lo ayudó Yolao) ni el de los establos de Augías (porque se le pagó a cambio o, según otras versiones, porque fueron los ríos los que habían hecho el trabajo), por lo que le mandó dos más, que convertirían el total de diez en un total de doce.

Tras concluir sus doce trabajos, Hercules se dirigió a Ecalia. Allí reinaba Éurito, quien había enseñado a Hercules a manejar el arco cuando el héroe era joven. Éurito estaba convencido de que nadie superaría a él ni a sus hijos en el dominio de aquella arma, y por eso prometió entregar a su hija Yole en matrimonio a quien lo venciera en una competición de tiro con arco. Hercules llegó dispuesto a aceptar el desafío y se impuso con gran facilidad sobre Éurito y sus hijos. Sin embargo, el rey se negó a darle la mano de su hija, pues Éurito ya sabía lo que Hercules hizo con su antigua esposa, y no quería que le hiciese lo mismo a su pequeña Yole. Al sentirse rechazado, Heracles sufrió un rapto de ira, blandió su espada e impuso una gran batalla con el rey. Dos de sus hijos pelearon con su padre, pero el más pequeño peleó junto a Hercules, ya que él sabía que su causa era justa. Sin embargo en el fragor del combate, Hercules no distinguió entre sus enemigos y sus amigos, y el pequeño Ífito salió despedido desde la torre en la que peleaban.

Hercules, al volver a matar a un inocente, regresó al Oráculo; su purificación estaba clara. Tenía que servirle a la reina Ónfale de Lidia, durante 3 años. La reina Ónfale, cuando estaba a solas con Hercules, lo humillaba, haciéndole vestirse con un largo manto, como si fuese mujer, y le hacía hilar el lino a los pies de su cama.

A los tres años, Hercules, a su libertad, tras muchas aventuras, llegó a Calidón, en Etolia, donde le dijo a Deyanira que su hermano Meleagro la echaba de menos. Deyanira era tan hermosa que Hercules, a los pocos días, se casó con ella. Durante un viaje, la pareja tuvo que cruzar el río Eveno. El centauro Neso se ofreció en llevar a Deyanira sobre su grupa mientras Hercules atravesaba la corriente a nado. Neso se había enamorado de Deyanira, y cuando se halló en tierra firme, galopó para raptarla. Al ver a su esposa en peligro, Hercules disparó una flecha contra Neso, que le acertó en el corazón. Mientras el centauro agonizaba le dijo a Deyanira que tomara un poco de su sangre: -Cuando sientas que empiezas a perder el cariño de Hercules, úsala sin dudarlo y recuperarás su amor al instante. Hercules regresó a Ecalia y raptó a Yole. Para celebrar la victoria sacrificó doce bueyes en honor a Zeus. Hercules encargo a Deyanira una túnica pues la que llevaba estaba estropeadísima para tal acontecimiento. Deyanira, muerta de celos, echó la sangre de Neso en la túnica de Hercules. Sin embargo, la sangre de Neso no era un talismán, sino un veneno mortal de devastadores efectos. Cuando Hercules se arropó la túnica, su piel se quemaba; se tiró al río, pero se puso peor. Cuando Deyanira se enteró, se hundió un puñal en el pecho, y Hercules acabó muriendo con la piel del león de Nemea, su maza, su arco y tales flechas del veneno de la hidra de Lerna. Tal y como cuenta la historia, la muerte de Hercules fue una gran pérdida para los humanos.

La historia ha sido objeto de adaptaciones y paráfrasis literarias, fílmicas, pictóricas e historietísticas:




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