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Los olvidados (película)



Óscar Dancigers
Sergio Kogan
Jaime A. Menasce

Los olvidados es una película mexicana filmada del 6 de febrero al 9 de marzo de 1950 en los estudios Tepeyac y en locaciones de la Ciudad de México, estrenada el 9 de noviembre del mismo año en el cine México.[1]​ Escrita y dirigida por Luis Buñuel, que obtuvo el premio al mejor director en el Festival de Cannes y que ha sido nombrada Memoria del Mundo por la Unesco.[2]Los olvidados cuenta una historia trágica y realista sobre la vida de unos niños en un barrio marginal de la Ciudad de México.

Esta película es la obra más relevante desde que Buñuel comenzó su etapa mexicana. Tras el éxito comercial que le proporcionó El gran Calavera, el productor Óscar Dancigers le propuso que dirigiese una nueva película sobre los niños pobres de México.

La película se sitúa en la línea del neorrealismo italiano, al que Buñuel aporta su toque surrealista como se puede observar en la secuencia del sueño de Pedro, la obsesión por las gallinas o el huevo lanzado hacia la cámara.

Tras un prólogo inmerso en imágenes de Nueva York, París y Londres; se advierte de la universalidad de la tragedia que va a producirse, la cámara localiza enclaves reconocibles de la Ciudad de México. En uno de sus barrios marginales, Jaibo (Roberto Cobo) es un adolescente que escapa de un correccional para reunirse con Pedro (Alfonso Mejía). Como líder de una pandilla Jaibo intenta vengarse de los desmanes de un ciego intentando robarlo, finalmente lo logra y además lo maltrata en un descampado.

Cuando Pedro llega a su casa, al anochecer, su madre se niega a darle de comer, argumentando la vida de vagancia y malas compañías de Pedro, éste se va de la casa, encontrando y haciendo amistad con un niño foráneo, abandonado por su padre ese día, en ese momento se encuentra también con Julián, quien busca a su padre alcohólico. Al despedirse de Julián, Pedro consigue algo de comida con un poco de dinero que tenía el niño abandonado, ahora apodado "Ojitos", ambos comparten la raquítica cena.

La acción siguiente ocurre en la casa de Cacarizo, otro joven de la pandilla, donde hermana Meche, accidentalmente, encuentra escondido en el corral a Jaibo quien se le insinúa, listo para pasar la noche entre los animales; al mismo tiempo Pedro pide permiso a Cacarizo para pasar la noche él y Ojitos también en el corral. Dentro del corral los tres, Jaibo, Pedro y Ojitos, toman leche de los animales.

A la mañana siguiente Jaibo interroga a Pedro acerca del paradero de Julián. Al encontrarlo, y a base de engaños, lo atraen hacia un baldío donde Jaibo le recrimina haberlo delatado. Al subir de tono la discusión, debido a que Julián niega el hecho, Jaibo golpea en la cabeza a Julián con una piedra, quien se desmaya. Jaibo y Pedro escapan.

Ojitos entra al servicio del ciego como lazarillo, que ejerce de curandero en casa de la madre de Cacarizo y Meche.

Posteriormente la pandilla asalta a un tullido callejero y, mientras se reparten el botín, un niño se acerca con ellos con la noticia de que Julián fue encontrado muerto, la pandilla se dirige a ver el cuerpo, pero Jaibo se queda atrás amenazando a Pedro, argumentando que es cómplice del asesinato al haberlo ayudado a localizar a Julián y haber aceptado parte del dinero que le quitaron al dejarlo en el descampado. Este retraso levanta las sospechas de Cacarizo, quien los nota nerviosos y esquivos.

Más tarde, durante la noche, Pedro regresa a casa y se origina la secuencia onírica y surrealista en que su madre le ofrece de cenar unas vísceras a éste, vísceras que Jaibo le arrebata saliendo por debajo de la cama donde yace el cadáver de Julián, mientras Pedro le promete a su madre enmendar su vida por medio del trabajo y la obediencia.

A la mañana siguiente Meche ordeña la burra del corral, y Ojitos le indica los beneficios que tiene la leche de burra en la piel de las personas. Ojitos se retira y Meche procede a aplicar la leche en sus piernas con lo que Jaibo, que estaba escondido en el corral, sorprende a Meche, intentando aprovecharse de ella. Ojitos intenta defender a Meche aunque es golpeado por Jaibo; sin embargo esta acción le concede el favor de Meche.

Posteriormente Cacarizo increpa a Jaibo, haciéndole ver que él sabe que mató a Julián pero no lo delatará porque son amigos. Durante esta discusión Jaibo es descubierto por el abuelo de Cacarizo, quien lo corre de la casa.

La policía comienza a indagar el asesinato de Julián, interrogando gente cercana a él, por lo que Jaibo visita a Pedro a la cuchillería donde trabaja como aprendiz para ponerlo sobre aviso, robando a la par un cuchillo. Posteriormente Jaibo visita la casa de Pedro donde se encuentra con la madre de éste, Jaibo no oculta su turbación al verla lavándose los pies, y se percibe la tensión sexual entre éste y la madre viuda de Pedro.

El padre de Julián recorre desconsolado las calles, encontrando a Pedro y preguntando por su asesino. Mientras tanto Pedro intenta recobrar la estima de su madre trabajando en la cuchillería pero sus buenas intenciones son frustradas por el robo del cuchillo por parte de Jaibo, siendo acusado Pedro, quien es arrestado por ello en una granja escuela.

El director de la institución, confiando en el chico, le da cincuenta pesos y le manda a un recado, pero Jaibo le roba el dinero. Pedro entonces le denuncia como asesino de Julián, y Jaibo se venga matándolo en el gallinero de la casa de Meche. Esta y su abuelo arrojan su cadáver a un muladar. Entretanto, Jaibo es abatido por disparos de la policía y su agonía se ve sobreimpresionada por un perro que avanza y la madre de Pedro diciendo «buenas noches» dirigiendo una mirada a Meche y su abuelo, que llevan el cadáver de su hijo en un saco, a lomos de una burra.

Oscar Dancingers, obligó a Luis Buñuel a rodar un segundo final donde Pedro mataba a El Jaibo y volvía a la escuela correccional. Por lo visto, este final feliz se rodó con la razón de sustituir al verdadero en caso de que no gustase al público.[3]

Aparentemente, la película es un drama o tragedia neorrealista, documentada en los bajos fondos de la gran urbe y que tiene una intención marcadamente social. Sin embargo, el trazado subliminal, crea todo un flujo subconsciente en que los temas son la ausencia del padre, el complejo de Edipo, la orfandad, la maldad y la muerte. Todo esto está subrayado por secuencias oníricas, por la extraña y constante presencia de las gallinas, la rítmica repetición de brazos que se alzan cada diez minutos para golpear y matar cruelmente y, no menos importante, la vanguardista música, atormentada e inquietante, de Rodolfo Halffter sobre temas de Gustavo Pittaluga. Ello crea un clima de malestar que lleva al filme a la característica poética surrealista y tortuosa del aragonés.

Como ha recordado Octavio Paz, Buñuel muestra la evolución del surrealismo, que se inserta ahora en las formas tradicionales del relato, en este caso una tragedia sin coturno, integrando «las imágenes irracionales que brotan de la mitad oscura del hombre».

El estreno de la película en México suscitó violentas reacciones, y se pidió desde diversas instancias mediáticas la expulsión del cineasta del país. A los cuatro días fue retirada de los cines sin que faltaran intentos de agresión física contra Buñuel. Afortunadamente, algunos intelectuales salieron en su defensa y, tras recibir el premio al mejor director en el Festival de Cannes de 1951 (en una edición donde competían Milagro en Milán de Vittorio de Sica o Eva al desnudo de Joseph L. Mankiewicz), Buñuel fue «redescubierto» en los medios franceses y europeos, lo que le valió el respeto y la audiencia en México. La película fue reestrenada al año siguiente en una buena sala de la capital mexicana, donde permanecería más de dos meses en cartel.

Y su éxito comercial se dio pese a su extrema dureza, pues como señaló André Bazin, se trata de un ejemplo del "cine de la crueldad", en consonancia con las propuestas que para el teatro había hecho Antonin Artaud con su "teatro de la crueldad". Buñuel se permite mostrar lisiados sin el menor intento de mover la compasión del espectador hacia ellos. Antes al contrario, muestra al ciego cargado de rasgos negativos (lujurioso, avaro y chivato), y esto se refuerza eligiendo para este personaje a un actor conocido por su interpretación de numerosos «malos» en el cine mexicano.

Los dos grandes temas son la sexualidad y la muerte, sin olvidarnos de la pobreza, la marginación y la miseria, que recorren el primero los componentes surrealistas y profundos de la psique humana y el segundo la dura lucha por la vida de la realidad social. Desde este punto de vista, «olvidados» son todos sus personajes: Ojitos, que es abandonado a su suerte por su padre en la gran ciudad para librarse de una boca que alimentar; Pedro, a quien su madre le niega el afecto y aun el sustento; esta, a su vez, repudiada y vejada por su marido, y luego abandonada; Jaibo, de orfandad total, que ha tenido que sobrevivir en la calle, e incluso el ciego, desasistido de beneficencia, por lo que tiene que mendigar en la calle, desvalido como el hombre-tronco, que se desplaza sobre un carrito con ruedas, y del que los chicos se burlan quitándole su medio de locomoción y tirándolo calle abajo.

Esta tremenda visión del mundo remata en la doble muerte sobreimpresionada de Pedro y Jaibo: ni el bien ni el mal escapan a ella, como constata trágicamente la película (al menos en las condiciones sociales en las que se desarrolla este drama). Su valor cinematográfico se desprende de todas estas sugerencias subterráneas, que, unido a la trama contundente y brutal, crean una gran catarsis.

Los olvidados, junto a Metrópolis de Fritz Lang, toda la cinematografía de los hermanos Lumière y El Mago de Oz, de Victor Fleming, son las únicas piezas del séptimo arte que han recibido la consideración de "Memoria del Mundo".

Este filme ocupa el puesto N.º 2 en la lista de las 100 mejores películas del cine mexicano, según la opinión de 25 críticos y especialistas del cine en México, publicada por la revista Somos en julio de 1994.[4]

La periodista Verónica Calderón, en un artículo publicado el 14 de agosto de 2010 en el diario español El País, recoge declaraciones de Morelia Guerrero, hija del periodista y escritor mexicano Jesús R. Guerrero (Numarán, Michoacán, 1911–1979), en las que Morelia señala que el guion y la película están basados en una novela escrita por su padre, titulada Los olvidados, publicada en 1944, con prólogo del escritor mexicano José Revueltas. El Instituto Politécnico Nacional (IPN) de México publicó, en diciembre de 2009, una segunda edición de la novela de Jesús R. Guerrero.[5]​ No obstante, se han hecho estudios comparativos entre la película y la novela, y no se ha encontrado rastro de ningún plagio por parte de Buñuel.[6]

Premio Ariel

Festival de Cannes

Festival de Cine Iberoamericano de Huelva

Premio a los 10 mejores filmes latinoamericanos, 1981.



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