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México posrevolucionario



El México posrevolucionario hace referencia al periodo comprendido entre 1917 y 1940 en la historia del país.[1]

Después de terminados los enfrentamientos armados de la Revolución mexicana, se emprendió el proceso de formación del «estado mexicano moderno», que buscó legitimarse en el conflicto armado y en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917.[1]​ En ese periodo se desarrollaron diversos conflictos y luchas por el poder, especialmente entre los grupos surgidos del conflicto: zapatistas, carrancistas y villistas, que se disputaban la hegemonía política.[2]

Entre 1917 y 1928 la reconstrucción nacional fue la prioridad,[3]​ inicialmente encabezada por Venustiano Carranza y, luego de su asesinato, por Álvaro Obregón.[2]​ A partir de esto se cimentó la soberanía del grupo de sonorenses, integrado por Obregón, Adolfo de la Huerta y Plutarco Elías Calles. De acuerdo con Soler Durán (2013), a este último se remontan las raíces del presidencialismo mexicano y su gobierno se caracterizó por buscar «unir los intereses de la burguesía y de los latifundistas, así como por una campaña anticlerical» que desató enfrentamientos entre el gobierno y la iglesia, y degeneró en la Guerra Cristera.[4]​ En este periodo también se establecieron las «bases doctrinarias de una ideología nacionalista caracterizada por una postura hostil hacia todo aquello considerado no nacional».[5]

Según Garrido (1985), la Constitución estableció y reestableció «"instituciones" sociales», pero dejó el «reparto de la tierra, las nacionalizaciones, las relaciones del gobierno con el clero y la política económica» en manos de los gobernantes, que también buscaban «someter a las masas populares a la política gubernamental».[1]​ En este sentido, a partir de la carta magna y sus reformas se estableció la Secretaría de Educación Pública, el Banco de México, la Comisión Nacional de Caminos y la Secretaría de Asistencia Pública, entre otras instituciones.[6]

La influencia de Calles degeneró en un periodo conocido como Maximato, luego del asesinato de Obregón, en el que se creó una nueva institución: el Partido Nacional Revolucionario, el partido del Estado, que se acompañó del «proceso de pérdida de independencia de las cámaras legislativas federales». No obstante, se produjo una ruptura con Lázaro Cárdenas del Río, en cuya presidencia se buscó impulsar el reparto de tierras y la política nacionalista, que permitió la nacionalización del petróleo.[1]




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