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Manuel García de Santiago



Manuel García de Santiago fue un arquitecto de retablos y escultor español que permaneció activo en Sevilla en la segunda mitad del siglo XVIII. Fue uno de los más importantes y prolíficos escultores durante este periodo en la ciudad de Sevilla. Aprendió el oficio en el taller familiar dirigido por su padre, el también escultor Bartolomé García de Santiago.

Una de sus primeras obras fue el altar mayor del convento de Nuestra Señora del Loreto de la localidad de Espartinas (Sevilla), que fue realizada entre los años 1749 y 1750, gracias al patrocinio de Fray Francisco de San Buenaventura y Tejada obispo de Guadalajara (México). La calidad del trabajo pone de manifiesto que sin duda en aquel momento era ya un artista consagrado y debió de realizar anteriormente otras obras de las que no tenemos referencias o han desaparecido.

Se conserva el contrato de 1752 por el que se comprometió a realizar por 18.000 reales, un retablo que aun existe y esta en su ubicación original: La Capilla de San Hermenegildo de la Catedral de Sevilla. Curiosamente está presidido por una talla del santo titular de la capilla que es obra de su padre Bartolomé García de Santiago. Según las cláusulas pactadas, la composición debía tener 14 varas de altura, estar realizada en pino de Flandes de la mejor calidad y el plazo de entrega se establecía en 11 meses.[1]​ También para la catedral, realizó una estatua de San Gregorio que se encuentra actualmente ubicada en una de las capillas de los alabastros del citado templo.

En la Capilla del Sagrario de la localidad sevillana de Olivares, se encuentra otra de sus obras de la que tenemos constancia documental. Se trata de un retablo que según las condiciones estipuladas en el contrato debía estar terminado y colocado el 19 de marzo de 1753. En la hornacina central del mismo se representa a San José flanqueado por dos ángeles a modo de atlantes. Subsiste este conjunto actualmente, aunque la mayor parte de las tallas que en él se encuentran no son de su autoría.

Entre 1760 y 1775 se encontraba en plena etapa creativa y se le encargaron numerosos e importantes trabajos que realizó con la ayuda de los miembros de su taller. De esta época son el retablo mayor de la iglesia de San Roque (1761) , el del convento de Nuestra Señora del Valle (1771) y el de la capilla de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder de la Iglesia de San Lorenzo (1774), todos ellos en Sevilla. También las tallas de San Jerónimo y San Agustín para la Iglesia de San Felipe de Carmona y un retablo para la iglesia parroquial de la localidad de Fuente de Cantos en Badajoz (1779) que está considerado una de las más logradas piezas retablísticas del siglo XVIII. Permaneció activo al menos hasta 1792 fecha en que realizó su última obra conocida.[1]



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