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Manuel Rivera Hernández



¿Qué día cumple años Manuel Rivera Hernández?

Manuel Rivera Hernández cumple los años el 23 de abril.


¿Qué día nació Manuel Rivera Hernández?

Manuel Rivera Hernández nació el día 23 de abril de 1927.


¿Cuántos años tiene Manuel Rivera Hernández?

La edad actual es 96 años. Manuel Rivera Hernández cumplirá 97 años el 23 de abril de este año.


¿De qué signo es Manuel Rivera Hernández?

Manuel Rivera Hernández es del signo de Tauro.


¿Dónde nació Manuel Rivera Hernández?

Manuel Rivera Hernández nació en Granada.


Manuel Rivera Hernández (Granada, 23 de abril de 1927 - Madrid, 2 de enero de 1995) fue un pintor español, miembro fundador del Grupo El Paso.

Desde su infancia mostró gran disposición para la pintura y la escultura, por lo que su padre lo envió al taller del imaginero, Martín Simón, con el que aprende el oficio, trabajando la madera y el yeso. Estudió en la Escuela de Artes y Oficios de Granada, donde recibe clases de Joaquín Capulino y Gabriel Morcillo.[1]

Cuando Manuel solo tenía nueve años estalla la Guerra Civil española. Al poco de terminar el conflicto, fallece su madre, acontecimiento que marcará de forma irremediable su vida, y también su trayectoria, ya que su obra se tornaría melancólica e introspectiva. A los quince años, realizó su primer viaje a Madrid, quedando deslumbrado en su visita al Museo del Prado. En 1945, ingresó en la Escuela Superior de Bellas Artes de Sevilla, aquí conoció a la que sería su esposa, Mary Navarro. En 1947 fue nombrado profesor de esta Escuela y ese mismo año expuso su obra en la Asociación de la Prensa de Granada y también fue seleccionado para participar en la Primera Bienal de Arte Hispanoamericano de Madrid, dominando en esta época el arte figurativo.

En 1952 fundó el grupo la Abadía Azul en Granada. En 1953, el Instituto de la Cultura Hispánica, le invita a participar en el Curso internacional de Arte Abstracto celebrado en la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo de Santander. En el transcurso de las actividades que allí tuvieron lugar, Manuel tuvo la oportunidad de conocer a numerosos artistas y críticos de arte. Este curso va a suponer una inflexión en su carrera artística, comenzando a partir de entonces a adentrarse en el arte abstracto, que se materializa en sus series abstractas, como la que se titula "Albaicines". Su participación en las ediciones de la Bienal de Hispanoamérica refuerzan el peso de su nombre. En 1956, Rivera viaja a París donde toma contacto con el arte contemporáneo de su tiempo, a la vez que busca su propio lenguaje:

En este momento de su carrera, Rivera incorpora la tela metálica a sus obras como soporte artístico, primero sobre bastidores de madera y posteriormente de aluminio:

Participó en 1957 en la creación del grupo El Paso, un colectivo de artistas y críticos de gran relevancia que revolucionó el arte español de la posguerra y que supuso la introducción del informalismo en España, celebrándose en abril de 1957, la primera exposición del grupo en la Galería Bucholz de Madrid, en la que presenta sus telas metálicas, realizadas en un solo plano. Su integración en El Paso marcará su trayectoria de forma sustancial, empezando a ser conocido a nivel nacional e internacional. El artista granadino se muestra acorde con su grupo y muestra una doble condición, internacional y castiza. Apuesta por una abstracción cargada con tintes expresivos y concede gran importancia a la identidad abrupta de lo matérico.[1]

En 1959, realizó su primera exposición individual en Madrid, en las salas del Ateneo. En 1965, participó en la exposición Adquisiciones recientes en el Museo de Arte Moderno de Nueva York y expuso en diversas ciudades de Estados Unidos, así como de Marruecos y Sudáfrica.

A partir de este momento se produce una consolidación de la expresión plástica de Rivera. Ya desde 1956, el artista comienza a moverse dentro de la experimentación tangible de la materia. Las posibilidades de ofrecer un tacto real, significan la apropiación poética del espacio físico. Pero su lenguaje acapara también los principios básicos del movimiento y la luz dependiendo de cómo se sitúe el espectador frente a la obra.

Esto supone que quien contempla la obra deja de ser simplemente un observador, y se transforma en sujeto activo. Aquí radica un rasgo fundamental en la obra que produce Rivera a partir de este momento. En algo como lo que cifraba Delacroix, en una página de su diario de 1850, lo esencial del hecho artístico:

En 1967 inició la que sería su segunda etapa pictórica, con la serie Papeles japoneses, en la que accedió a nuevos procedimientos técnicos, con una gran influencia del arte oriental y una intensificación del color. En 1985, realizó conjuntamente con el dramaturgo Antonio Gala y el músico Manolo Sanlúcar, El testamento andaluz, realizando una pintura y tres dibujos de cada una de las capitales andaluzas, en los que se recoge lo más significativo de cada una de ellas.[1]

En la obra de Rivera nos encontramos con referencias diversas. Podemos encontrar homenajes a artistas: Picasso, Juan Gris, Fray Angélico, Piero Della Francesca, Goya, Velázquez, Millares...

También hace alusiones a Johann Sebastian Bach, Vicente Escudero, Ingmar Bergman, Unamuno, Kafka, André Bretón, Federico García Lorca, Borges...

El mundo clásico también le sirve de base par dar nombre a muchas de sus obras: Polifemo, Parca, Marco Aurelio, Hermes, Venus, Príapo...

Incluso el universo religioso está presente en muchas de sus referencias argumentales: exvoto, relicario, tabernáculo, saeta, Herodes, púrpura, episcopal, cardenal, inquisidor, catedral, sacristía...

Formas de espiritualidad exóticas. Y por último cabe señalar las claves específicamente relacionadas con lo español: infanta Margarita, Conde Duque, esperpento, martinete, tauromaquia, capricho, espantajo, máscara...

Durante su periodo de formación las pinturas de Rivera son en su mayoría figurativas, no obstante, sus cuadros apuntaban a una ruptura con la forma tradicional, de la que pronto se distanciaría.

Como ya hemos mencionado anteriormente, la preocupación espacial y el tema de la luz, son temas a los que hace referencia a lo largo de su obra madura.

Al asistir en 1953 al Curso Internacional de arte abstracto, marcó un punto importante, ya que empezó a definir su forma de trabajar y recibió numerosas influencias. A finales de este año, aparece un espacio puro. Comienza a pintar con capas espesas de pintura creando formas que flotan.

Recibe una invitación de Luis González Robles para representar a España junto con Millares en la IV Bienal de São Paulo. Ahí comienza una lucha sin cuartel con el lienzo, en busca del espacio. Prescindió entonces del color refugiándose en el blanco y negro. Seguía pintando formas suspendidas, vacías (o llenas de espacio, según se mire). Llegó en su desesperación a romper el fondo del lienzo agujereándolo para poder ver a través de él, cortando la tela para dejar abierto un hueco. Trabaja sin descanso.

Sumido en una profunda crisis, descubre por fin como salir del material pictórico tradicional. A partir de 1956 se produce el encuentro con la tela metálica. La materia dejará atrás su protagonismo inicial para pasar a ser un mero vehículo de la expresión:

La tela metálica acabaría desmaterializándose y deshaciéndose en brazos del aire, la luz y sus efectos. Comenzó a trabajar realizando obras sobre un solo plano, a modo de collage, mallas metálicas sujetas por un bastidor de hierro. Comprueba admirado que en este soporte tiene cabida el espacio y la luz. Pronto empieza a dejar espacios entre las telas metálicas, consiguiendo así ciertas vibraciones e irisaciones que fueron el principio de toda su producción posterior. Este hallazgo le permitirá trabajar más cerca de la luz y el espacio.

En São Paulo tienen una clamorosa aceptación, así que en 1958 es nuevamente seleccionado para la Bienal de Venecia. Llegaron entonces la fama creciente y el interés de los galeristas más importantes.

Fue una composición de la seria de "Metamorfosis", realizada en 1959, la primera obra realizada sobre un tablero de madera que sujetó las telas metálicas. El tablero servía de soporte para fijar las tramas. Sobre él, apoyaba unos pivotes de hierro que le servían de sujeción. Este soporte le acompañará siempre. En ocasiones las mallas metálicas también pueden colgar del bastidor. Su obra cobra un aspecto diferente en ausencia del tablero, el espacio se hace más corpóreo. Las telas metálicas que envía a a Bienal de Venecia, regresan ligeramente oxidadas por la humedad, lo que da pie a un encuentro fortuito con el color.

Desde la austeridad anterior, el color irá conquistando la sombras a partir de los sesenta. El pintor comenzará a utilizar el mismo sistema de veladuras que los pintores venecianos del siglo XVI. Y con la luz comenzó a formar grandes masas, que junto con el color creaban unas ondas y vibraciones de gran intensidad. Así su obra iba adquiriendo un carácter más constructivo, al superponer las mallas metálicas que iban creando volúmenes diversos en el espacio.

Nacían los primeros "Espejos" en 1964, espacios mágicos llenos de movimiento.

La investigación sobre los espacios físicos y espirituales, el universo metafísico, volvió a aparecer en 1974 a través de las imágenes y formas de los "Mandala", representación de las formas cósmicas e instrumentos de meditación.

En 1977, rompe bruscamente con el lirismo anterior. Introdujo en las telas metálicas elementos que emplearía desde entonces, tales como collares erizados de puntas mortales, bocados de caballo, enganches herrumbosos y alambradas zurciendo heridas.

Más adelante el despliegue oscuro de los "Espejos heridos" y "Espejos rotos" de los últimos ochenta. A mediados de los ochenta, entra en el periodo más escultórico de su producción. El juego de espacios se alejó del plano y los límites cobraron un nuevo sentido. Las formas sales fuera del tablero.

Manuel Rivera ha sido un artista en actividad experimental constante hasta sus últimos días. En 1994, probaba nuevas esculturas, realizando los "Transparentes". Surgían los tablex de colores desbocados. Creaba también la serie de los "Estorzuelos", formas aéreas pendientes de la superficie de unas cajas diáfanas.

Jaime Brihuela en su texto "Removiendo el azogue", sintetiza en la siguiente tipología de recursos sintáctico semánticos, los instrumentos del lenguaje visual de los cuales dispone el artista:



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