Manuel García de Valbuena y Blanco, quien a veces firmaba como Manuel Blanco de Valbuena o, más frecuentemente, como Manuel de Valbuena (Valladolid ¿? - Madrid, 1821), latinista, traductor y lexicógrafo español, autor de un famoso Diccionario universal latino-español (1793).
Se conoce poco sobre este autor, aunque fue célebre en su tiempo. Desempeñó el cargo de Archivero general del Consejo de Indias en Sevilla, en su llamado Archivo de Ultramar, cargo dotado con un sueldo de quince mil reales. Como esta retribución le pareció insuficiente, habida cuenta de que los anteriores archiveros cobraban tres mil reales más, y además con menores méritos que los suyos, buscó empleo en la Corte de Madrid. Lo consiguió y fue catedrático de Retórica en los Reales Estudios de San Isidro (Madrid); allí amistó en especial con el catedrático de poética y retórica, Santos Díez González. Compaginó este empleo con el de Regente de estudios y Director segundo del Seminario de nobles y además fue miembro de diversas academias reales (la Real Academia Latina Matritense desde el 17 de marzo de 1816 y la Real Academia Española). Ejerció ocasionalmente tareas de censor de libros y falleció en 1821.
Editó y tradujo los Comentarios de Julio César y el De officiis y otras obras de Cicerón en versiones bilingües, así como la Lógica en latín de Cesare Baldinotti. Pero es fundamentalmente conocido por confeccionar un valioso y muy reimpreso Diccionario universal latino-español (1793), mejorado en las posteriores ediciones que controló.
El fundamento de la obra fue una adaptación del Totius latinitatis lexicon de Egidio Forcellini 1688-1768, al que aportó la metodología del Dictionnaire latin francais de Jean Boudot. Así lo explica en el prólogo que antepuso a su obra más famosa:
La quinta edición ya fue póstuma (Madrid: Imprenta Nacional, 1822), de forma que fue corregida por su discípulo Manuel Martín de Heredia para beneficio de su viuda, Ramona Font, que aún vivía en 1832. Vicente Salvá revisó la séptima edición, e imprimió una muy mejorada, el llamado Nuevo Valbuena (París, 1832), aportando nuevas voces y señalando las acepciones que faltaban con un asterisco y mejorando también la prosodia, las siglas, los íneices y otros aspectos; esta versión se siguió reimprimiendo y mejorando sin descanso, y a partir de fines de los años cuarenta se añadió a corregirlo otro filólogo, Pedro Martínez López, con el título de Valbuena reformado, diccionario latino-español aumentado con más de 20.000 voces... lleva además un volcabulario español-latino (París, Rosa y Bouret), criticando ferozmente en su prólogo el trabajo de Salvá, por lo cual tuvo que salir a la palestra y vindicarlo su hijo, Pedro Salvá; así se van sucediendo las revisiones hasta la última, realizada por Miguel de Toro y Gómez (1895).
Los críticos han señalado en el Diccionario de Valbuena algunos errores y galicismos, pese a lo cual es obra muy útil incluso en la actualidad. Durante el Trienio Constitucional (1820-1823), se mostró liberal moderado y señaló en unas inéditas Memorias sobre la educación, e instrucción pública (Sevilla, manuscrito propiedad de Antonio Viñao) la necesidad de que se aprendieran dos catecismos, el religioso y el civil o político, y en este último insistiendo más en los deberes que en los derechos.
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