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María Cristina de Habsburgo-Lorena



María Cristina de Habsburgo-Lorena o María Cristina de Austria,[nota 1]​ o en su forma original alemana: Maria Christina Désirée Henriette Felicitas Rainiera von Habsburg-Lothringen[1]​ (u Österreich) (Groß Seelowitz, 21 de julio de 1858[2]​-Madrid, 6 de febrero de 1929), fue la segunda esposa del rey Alfonso XII y madre de Alfonso XIII. Por nacimiento era archiduquesa de Austria y princesa de Hungría, Bohemia, Eslavonia, Croacia y Dalmacia. Por vía materna guardaba parentesco con las familias reales española y austriaca, puesto que era tataranieta de Carlos III de España y bisnieta de Leopoldo II del Sacro Imperio Romano Germánico.

Fallecido Alfonso XII, ejerció la regencia durante la minoría de edad de su hijo, el rey Alfonso XIII desde 1885 hasta 1902. Durante su regencia se produjo la Guerra Hispano-Estadounidense, en la que España perdió las últimas posesiones de su imperio en América y Asia.

Hija del archiduque Carlos Fernando de Austria y de la archiduquesa Isabel Francisca de Austria, era prima segunda de los emperadores de Austria y de México: Francisco José y Maximiliano I. Fue bautizada el 3 de agosto de 1858 por el obispo de Brünn (actualmente Brno), en la capilla del palacio de Seelowitz. Fueron sus padrinos el matrimonio formado por los archiduques Raniero Fernando y María Carolina de Austria. Se le impusieron los nombres de María Cristina Deseada Enriqueta Felicidad Raniera.[3]

En su infancia se la consideró estudiosa y discreta, lo que contradiría la falta de luces de la que la tacharían sus detractores en España. A la edad de dieciocho años, el emperador la nombró abadesa de la Institución de Damas Nobles del Castillo de Praga.[4][5]

María Cristina se casó con el rey Alfonso XII de España el 29 de noviembre de 1879 en la madrileña basílica de Atocha, convirtiéndose en su segunda esposa, tras enviudar este de María de las Mercedes de Orleans.[6]​ No congenió muy bien con el extrovertido monarca a causa de su carácter tímido y tranquilo, aunque terminó sintiendo su pérdida. Durante sus primeros años en la corte, soportó las continuas infidelidades de Alfonso XII, que desde la muerte de su anterior y amada esposa se había entregado a un frenesí sexual continuado. Solo cuando la situación se había tornado insoportable, se recogen escenas de la reina María Cristina recriminando su conducta al esposo. Parece ser que solo en sus últimos años de convivencia, la pareja real vivió sus momentos de mayor acercamiento.

La muerte del Rey Alfonso XII dejó a España en una incertidumbre sobre cuál sería el futuro de la joven monarquía restablecida hace apenas diez años. La Reina María Cristina se encontraba embarazada de tres meses cuando falleció Alfonso XII, por lo que Cánovas creyó conveniente esperar a que naciera el futuro Alfonso XIII antes de proclamar reina a la Princesa Mercedes[7]​.

María Cristina, inexperta en temas de política por su condición de mujer y de princesa de la corte, se dejó aconsejar por las dos figuras políticas más influyentes de la épocaː Cánovas y Sagasta[7]​. Con el objetivo de evitar los errores que dieron lugar a la crisis del reinado de Isabel II, se llegó al Pacto de El Pardo, mediante el cual se instituyó el sistema de turnos pacíficos en el ejercicio del poder entre liberales y conservadores y consolidó la Restauración hasta finales del siglo XIX y principios del XX.

El principal apoyo durante su regencia fue la Iglesia y el ejército. Sabedora de los problemas del reinado de su antecesora Isabel II, se mantuvo dentro de su papel de moderador que le otorgaba la Constitución de 1876. El segundo apoyo, el de la Iglesia Católica, fue gracias a la piedad que profesaba María Cristina lo que contribuyó a reanudar las relaciones entre la Santa Sede y el gobierno de España, haciendo de esta manera disipar a los carlistas.[7]​ Por esta causa sus enemigos políticos le pusieron el mote de «Doña Virtudes».[8]

Durante el periodo de regencia, María Cristina afianzó la figura de la corona española con diversos actos que hacían que la Corona fuese más cercana al pueblo. Comenzó con el traslado a las Cortes para la apertura de las legislaturas que se fueron sucediendo, así como los diversos viajes por todo el país. María Cristina fundó el ideal de monarca que aún perdura en la actualidad.[9]

El papel de María Cristina en el sistema de gobierno fue representativo, ya que no participó en los enfrentamientos entre los partidos dinásticos, respetando el turno a la hora de llamar a los candidatos a formar gobierno, aunque se sintió más cercana a Sagasta y no puso dificultades al mantenimiento de largos períodos de gobierno del partido liberal. Se promulgaron, entre otras, la Ley de Sufragio Universal y la Ley de Asociaciones.[10]

En sus últimos años de regencia se agravó el problema marroquí y se agudizó la conflictividad social. De esta época datan también los inicios del catalanismo político. Además, la pérdida de las dos últimas colonias hispanoamericanas (Cuba y Puerto Rico) y las islas Filipinas en 1898 y el comienzo de la descomposición de los dos partidos del turno al desaparecer Cánovas y Sagasta pocos años después, sumieron al país en una grave crisis, que evidenció de manera clara la inoperancia que adquirió, coincidiendo con el cambio de siglo, el régimen de la Restauración.[10]

Su más ferviente deseo era traspasar la Corona a su hijo, deseo que vio cumplido en 1902, cuando Alfonso XIII alcanzó la mayoría de edad y fue proclamado rey de España. Desde ese momento se consagró a las obras de caridad y a su vida familiar y, a partir de 1906, al contraer matrimonio su hijo Alfonso con Victoria Eugenia de Battenberg, utilizó el título de «Reina Madre».

En 1887 había inaugurado el Casino de San Sebastián, actual sede del Ayuntamiento. También ordenó la construcción del Palacio de Miramar en 1888. Le gustó tanto la ciudad que no dudó en visitarla todos los veranos. En su memoria se dio nombre a un puente y al principal hotel de la ciudad, que además la nombró Alcaldesa Honoraria en 1926.

El 5 de febrero de 1929 asistió por última vez al Teatro de la Zarzuela con la reina Victoria Eugenia y sus hijas. La familia real cenó como de costumbre en el Palacio Real de Madrid, a las nueve de la noche, mostrándose la reina María Cristina muy contenta durante la cena, sin que nada hiciera presumir anormalidad alguna en su salud. A continuación de la comida, la familia real se trasladó al salón, donde todas las noches se celebraba una sesión de cine. La función terminó a las 12.30 de la noche, ya día 6 de febrero, y los Reyes, sus hijos y la reina María Cristina se despidieron del conde del Vados y demás personas de séquito, retirándose a sus habitaciones particulares. La reina doña María Cristina, al pasar por la galería, explicó a la reina doña Victoria un tapiz que estaba en la parte que da al camón, y allí se separaron. Tras llegar a su habitación y meterse en la cama, experimentó un fuerte dolor en el pecho, que casi le impedía respirar. Su doncella, al ver la angustia, le preguntó si deseaba llamar a Su Majestad Alfonso XIII, y la Reina Madre respondió que no. Al poco rato, la Reina sufrió otro fortísimo dolor, que la dejó privada de sentido y se desplomó pesadamente en la almohada. Fue enterrada en el Monasterio de El Escorial.

Tuvo tres hijos con Alfonso XII:




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