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Masacre de Múnich



La masacre de Múnich u Operación Ikrit y Biraam[nota 1][1]​ fue un atentado terrorista ocurrido durante los Juegos Olímpicos de 1972 en Múnich, Baviera, al sur de Alemania Occidental, cuando once miembros del equipo olímpico israelí fueron tomados rehenes y asesinados por un comando del grupo terrorista Septiembre Negro,[2][3][4][5]​ una facción de la Organización para la Liberación de Palestina, entonces liderada por Yasir Arafat. Poco después del comienzo de la crisis, los miembros del comando demandaron la liberación de 234 prisioneros alojados en cárceles israelíes,[6]​ como también la liberación de los fundadores de la Fracción del Ejército Rojo, Andreas Baader y Ulrike Meinhof, encarcelados en Alemania.[7]

Los atacantes, que contaron con asistencia logística de grupos alemanes neonazis,[8]​ asesinaron a once atletas y entrenadores israelíes y a un oficial de la policía de Alemania Occidental. Cinco de los ocho miembros de Septiembre Negro resultaron muertos por la policía durante el fallido intento de rescate de los rehenes. Los tres secuestradores que sobrevivieron fueron detenidos, pero liberados tan solo 53 días después, tras el secuestro de un avión de Lufthansa. Israel respondió a los asesinatos organizando las operaciones Primavera de Juventud y Cólera de Dios, con el objetivo de castigar colectivamente a todos los responsables de la masacre.

En el momento de la toma de rehenes, los Juegos Olímpicos de Múnich 1972 transcurrían en su segunda semana. El Comité Olímpico Alemán, organizador del evento, tenía como objetivo que la atmósfera de la villa olímpica fuese abierta y amistosa. Se buscaba de esta manera dejar atrás la imagen de los Juegos Olímpicos de Berlín 1936, que habían sido explotados como parte de la propaganda nacionalsocialista del régimen de Adolf Hitler. El film documental Un día en septiembre proclamó que la seguridad de los atletas fue intencionalmente leve y que los mismos podían entrar y salir de la Villa Olímpica sin presentar ningún tipo de credenciales. Varios atletas eludieron los puntos de control en la villa y escalaban el cerco perimetral para acceder a la misma.[9]

La ausencia de personal de seguridad armado fue motivo de preocupación para el titular de la delegación israelí, Shmuel Lalkin, desde antes de la llegada del equipo olímpico a Alemania. En entrevistas posteriores dadas a los periodistas Serge Groussard y Aron Klein, Lalkin declaró que había hablado con las autoridades alemanas sobre su intranquilidad. El equipo israelí se hospedaría en un sector relativamente aislado del resto de la villa olímpica, en un pequeño edificio cercano al alambrado, por lo que Lalkin entendía que los atletas se encontrarían en una situación vulnerable respecto de un asalto desde el exterior. Las autoridades alemanas aparentemente aseguraron a Lalkin que se proveería de seguridad adicional a la delegación israelí, pero Lalkin expresaría posteriormente que dudaba acerca de que dichas medidas se hubieran aplicado verdaderamente.[9]

Los organizadores del evento consultaron al especialista forense germano-occidental Georg Sieber para que creara veintiséis posibles escenarios de ataques terroristas y colaborase en su prevención. El «escenario 21» previsto por Sieber contemplaba una situación de asalto a las habitaciones de la delegación israelí por parte de un comando terrorista que a su vez requeriría la provisión de un avión para abandonar Alemania. La organización se resistió a la aplicación del escenario 21, ya que iba contra la imagen de «juegos felices» que buscaban, por lo que se negaron a aumentar las medidas de seguridad.[9][10]

El 4 de septiembre, los atletas israelíes habían estado disfrutando de una salida nocturna por la ciudad antes de regresar a la villa olímpica. Hacia las 04:40 del día 5, mientras los deportistas dormían, ocho miembros del grupo terrorista palestino Septiembre Negro, vestidos con trajes deportivos y llevando pistolas y granadas en bolsas de deporte, escalaban la reja de dos metros que rodeaba el complejo. Fueron ayudados por deportistas del equipo estadounidense que desconocían su verdadera identidad y creían que, como ellos, querían acceder furtivamente a sus apartamentos tras una noche de diversión.

El entrenador del equipo de lucha, Moshé Weinberg, de 33 años, oyó un ruido tras la puerta del primer apartamento, observando que alguien abría ligeramente la puerta. Se abalanzó sobre ésta dando un grito de alerta, mientras intentaba cerrarla forcejeando con los terroristas, que tenían sus pies en la otra pared y usaban sus fusiles como palancas.[11]​ En la confusión, nueve atletas pudieron escapar, y otros ocho se ocultaron. El luchador Yossef Romano agarró el arma a uno de los terroristas, pero resultó muerto por un disparo. Weinberg recibió un tiro en la cara que le atravesó las mejillas cuando intentó atacar a un terrorista con un cuchillo de fruta, y fue obligado a conducirles a los otros apartamentos. El israelí descartó deliberadamente el apartamento n.º 2 y los llevó directamente al n.º 3, donde se alojaban los atletas más fuertes, creyendo que podrían reducir a los terroristas. Sin embargo, estos fueron sorprendidos durmiendo y no lograron oponer resistencia.[12]​ Weinberg aprovechó para darle un puñetazo a un palestino, dislocándole la mandíbula. Otro fedayín entró en pánico y le disparó. Su cuerpo fue dejado fuera del edificio. Tras la muerte de este, los terroristas tomaron como rehenes a nueve integrantes del equipo: David Berger, Ze'ev Friedman, Joseph Gutfreund, Eliezer Halfin, André Spitzer, Amitzur Shapira, Kehat Shorr, Mark Slavin y Yakov Springer.

Posteriormente se divulgó que los secuestradores eran fedayínes palestinos procedentes de campos de refugiados de Siria, Líbano y Jordania. El grupo comando estaba compuesto por Luttif Afif (líder; tres de sus hermanos eran también miembros de Septiembre Negro y dos de ellos estaban presos en Israel), Yusuf Nazzal, Afif Ahmed Hamid, Khalid Jawad, Ahmed Chic Thaa, Mohammed Safady, Adnan Al Gashey y su sobrino Jamal Al-Gashey.

Poco después de las 6:00, los secuestradores lanzaron por la ventana los documentos que contenían sus demandas, aclarándose que de no ser cumplidas antes de las 9:00, un atleta sería ejecutado. El jefe de policía de Múnich, Manfred Schreiber, se personó en el lugar y encontró a una joven guardia de seguridad hablando con un hombre de traje de safari blanco, un sombrero del mismo color y su cara ennegrecida con betún, quien se identificó como Issa. El Ministro del Interior, Hans-Dietrich Genscher y el intendente de la Villa Olímpica, Walther Tröger, se le unieron para negociar con los árabes. Genscher intentó explicarles a los palestinos particular delicadeza de la situación en la que se encontraban en razón de la historia reciente de Alemania y se ofreció como rehén voluntario a cambio de los israelíes. Sin embargo, Issa se negó, alegando que la cuestión no se trataba de dinero o rehenes sustitutos, sino estrictamente de los 236 presos.

Un periodista de la República Democrática Alemana, Wolfgang Gitter, logró acceder a los apartamentos del equipo de su país y estableció contacto visual con los terroristas. «Cinco hombres armados sonríen a Gitter», figura en la cronología de eventos redactada por la Stasi, que había infiltrado decenas de sus espías en las Olimpíadas.[13]​ Por la ventana se asomaba Tony, el lugarteniente de Issa y apodado el Vaquero, dado que en todo momento llevó puesto un sombrero gris de ala ancha.[13]

Los árabes comprendieron que el plazo era irracional, puesto que llevaría tiempo notificar a Israel, esperar que el gobierno deliberase y, en caso de una respuesta afirmativa por parte de Tel Aviv, ubicar los expedientes de todos y cada uno de los reos. Issa extendió el límite hasta el mediodía.

A las 11:15, los alemanes recibieron la respuesta definitiva de Israel: no habría negociación. Para conseguir tiempo, Schreiber comunicó a los palestinos que tal respuesta no había llegado y que «si querían matar a uno o a cinco no podrían hacer nada para detenerlos». Issa le dio una hora, aunque la atmósfera estaba lo bastante calmada como para ver al líder terrorista bebiendo una gaseosa con la mujer policía y a Tony (Nazzal) fumar y broncearse en la ventana del piso superior. Issa comentó a su interlocutora que si no había noticias de Israel antes de las 13:00 quería que la prensa le tomara declaración y atestiguara la ejecución de dos atletas.

Schreiber se dirigió de vuelta al edificio y reconoció que aún no había progreso por parte del gobierno israelí para excarcelar a los 236 presos. Aun así, hizo saber al comando que Alemania había liberado a Andreas Baader y Ulrike Meinhof. Issa le concedió otras dos horas y pidió comida «para unas veinte personas». En ese momento, los alemanes decidieron entrar en acción: los alimentos fueron distribuidos en cuatro cajones, de tal manera que se necesitaran más personas para llevarlos arriba. Dos policías disfrazados de chefs entrarían, contarían a los terroristas y verificarían la condición de los atletas. Sin embargo, anticipándose al plan, Issa insistió en llevar la comida él mismo.[14]​ Merck, por su parte, fue a buscar al embajador de Túnez, que también oficiaba como líder de la Liga Árabe. Ambos le exhortaron a que «le muestre al mundo que los palestinos no son asesinos». Issa extendió el plazo hasta las 17:00, aunque era consciente de que estaba siendo engañado.[15]

A medida que pasaban las horas, aumentaba el descontento popular hacia el COI por negarse a suspender los Juegos. A las 15:30, la organización cedió ante la presión internacional y los suspendió indefinidamente. El periodista israelí Dan Shilon afirmó que los medios de comunicación tuvieron una perspectiva muy cínica de la situación y se interesaron más por la audiencia que generaba la toma de rehenes que por la vida de los mismos.

Los fedayines habían logrado el objetivo de hacer pública la causa palestina a lo largo del globo. A las 16:20 la multitud presente en la Villa Olímpica era de entre 75 000 y 80 000 personas. Mientras Tony hacía el signo de la victoria desde la ventana del primer piso, Issa se ponía cada vez más nervioso y pensaba qué hacer con los israelíes. Pese a esta fachada, los palestinos sabían que no podrían mantenerse alerta y ocupar el edificio por mucho más tiempo. Issa le había comentado previamente a la joven oficial que desconfiaba de Schreiber y que los alemanes «estaban jugando con él».[16]

Los germanos también intentaron otro intercambio: los negociadores se entregarían como rehenes sustitutos y acompañarían a los palestinos, y en un par de meses Israel liberaría discretamente a unos cincuenta presos. La propuesta tomó por sorpresa a Issa, quien decidió consultar con sus superiores de Septiembre Negro. Telefoneó a un hombre llamado Talal, quien supuestamente debía estar en Túnez. Sin embargo, desconocía que este había sido detenido en el aeropuerto por carecer de visado y, casualmente, el teléfono fue atendido por otro Talal, quien no entendía por qué alguien lo llamaba desde Múnich y le hablaba en código. Issa creyó que el teléfono podía estar siendo intervenido y colgó. Esperó unos minutos y llamó de nuevo; el Talal erróneo atendió otra vez e Issa se rindió. Les informó a los alemanes que la propuesta había sido rechazada. Aun así, no iban a permitir que los fedayines se salieran con la suya: se decidió asaltar el edificio. Debido a restricciones de postguerra, el ejército alemán no podía operar en tiempos de paz, por lo que las vidas de los atletas dependían de la policía de Múnich.

Un escuadrón de 38 miembros del Bundesgrenzschütz (la guardia fronteriza alemana), vestidos con trajes olímpicos, usando cascos Stahlhelm y llevando subfusiles Walther MPL, tomaron posiciones en el techo del Connollystraße 31 y los edificios adyacentes. Debían esperar a oír la palabra Sonnenschein por radio para introducirse en los conductos de ventilación y eliminar a los terroristas. Sin embargo, dado que las cámaras de televisión filmaban desde todos los ángulos el acontecimiento, sumado al hecho de que todos los apartamentos disponían de televisores, los terroristas pudieron ver en vivo todos los movimientos de los policías por encima de ellos. Debido a esto, la orden de atacar nunca llegó y los efectivos debieron retirarse. La Operación Sonnenschein había fracasado.[17]

A las 18:00, los palestinos dictaron una nueva demanda: un avión para llevarlos a Egipto. Según Jamal al-Gashey, único fedayín sobreviviente, la idea era dirigirse a un país árabe con buenas relaciones con Occidente, que a su vez tenía buenas relaciones con Israel, y poder continuar las negociaciones allí.

Las autoridades fingieron estar de acuerdo con la demanda de ir a El Cairo (aunque el primer ministro egipcio Aziz Sedki ya había afirmado que los egipcios no querían involucrarse en la crisis). Dos helicópteros militares UH-1H iban a transportar a los terroristas y rehenes a Fürstenfeldbruck, una base aérea de la OTAN. Inicialmente, el plan de los perpetradores era ir al aeropuerto internacional de Riem, cerca de Múnich, pero los negociadores les convencieron de que Fürstenfeldbruck sería más práctico. Las autoridades, que siguieron a los fedayínes y rehenes en un tercer helicóptero, tenían un motivo oculto: un asalto armado en el aeropuerto.

Un Boeing 727 fue colocado en la pista, con cinco o seis policías armados y disfrazados como tripulantes. Se acordó que Issa y Tony inspeccionarían el avión. El plan era que los alemanes los reducirían mientras abordaban, dando a los francotiradores la oportunidad de matar a los terroristas restantes en los helicópteros.

Al darse cuenta de que los palestinos y los israelíes debían caminar 200 metros a través de los garajes subterráneos para llegar a los helicópteros, la policía alemana vio otra oportunidad para emboscar a los terroristas, y se colocaron francotiradores allí. Pero Issa insistió en revisar el camino, y algunos fedayines se adentraron utilizando a Schreiber, Tröger y Genscher como escudos humanos. En ese momento, los policías que estaban posicionados detrás de los autos estacionados en las calles laterales se alejaron y el ruido alertó a los terroristas de su presencia, por lo que decidieron utilizar un autobús en vez de caminar. El autobús llegó a las 22:00 y transportó al contingente a los helicópteros. Issa los revisó con una linterna antes de embarcar en grupos.[18]

Los alemanes habían presupuesto todo el tiempo que el comando palestino estaba integrado por solo «cuatro o cinco» terroristas, de acuerdo con lo que Genscher y Tröger habían visto en el interior del Connollystraße 31. Sin embargo, durante el traslado desde el ómnibus a los helicópteros, el equipo de crisis descubrió que en realidad eran ocho. Esta información nunca fue recibida por los francotiradores.[19]

Los cinco francotiradores alemanes que fueron escogidos para emboscar a los secuestradores habían sido seleccionados porque practicaban tiro los fines de semana. Durante la investigación posterior, el oficial identificado como "francotirador n.º 2" declaró: «Yo creo que no soy un francotirador». Los cinco tiradores fueron desplegados alrededor del aeropuerto: tres en el techo de la torre de control, uno escondido detrás de un camión de servicio y uno detrás de una pequeña torre de la señal en tierra, pero ninguno de ellos tenía alguna formación ni armamento especiales (estaban equipados con el G3, el fusil de asalto estándar de las fuerzas armadas alemanas). Los miembros del equipo de crisis –Schreiber, Genscher, Merk y el lugartneniente de Schreiber, Georg Wolf– supervisaron y observaron el intento de rescate desde la torre de control.

Tanto Cooley como Reeve y Groussard ponen como observadores en la escena al jefe del Mossad Zvi Zamir y Víctor Cohen, un asesor de alto rango de Zamir. Este último señaló reiteradamente en entrevistas que nunca fue consultado por los alemanes durante el intento de rescate y que él pensaba que su presencia les incomodaba.

A último momento, viendo que los helicópteros se estaban aproximando a Fürstenfeldbruck, los efectivos a bordo del avión votaron por abandonar su misión sin consultar al comando central. Esto dejó a los cinco tiradores para tratar de dominar a un grupo más grande y mejor armado. El coronel Ulrich Wegener, edecán de Genscher y futuro creador de la unidad antiterrorista de élite alemana GSG 9, exclamó: «¡Estoy seguro de que con esto va a explotar todo el asunto!».

Los helicópteros aterrizaron poco después de las 22:30 y los cuatro pilotos y seis de los secuestradores salieron. Mientras que cuatro de los miembros de Septiembre Negro redujeron a los pilotos a punta de pistola (rompiendo una promesa anterior de que no tomarían ningún rehén alemán). Issa y Tony se acercaron a inspeccionar el avión, solo para encontrarlo vacío. Al darse cuenta de que habían sido engañados, corrieron de vuelta hacia los helicópteros. Mientras pasaban al lado de la torre de control, el "francotirador 3" tuvo una última oportunidad para eliminar a Issa, que habría dejado el grupo sin líder. Sin embargo, debido a la mala iluminación, no logró ver a su objetivo y le erró, en su lugar impactando en el muslo de Tony. Mientras tanto, los alemanes dieron la orden de abrir fuego, que se produjo alrededor de las 23:00.

En el caos que siguió, Ahmed Chic Thaa y Afif Ahmed Hamid, los dos secuestradores que retenían a los pilotos de helicópteros, fueron muertos mientras que los restantes —posiblemente ya heridos— se cubrieron, contestando el fuego por detrás y por debajo de los helicópteros, y fuera de la línea de visión de los francotiradores, disparando a muchas de las luces del aeropuerto. Un policía alemán en la torre de control, Anton Fliegerbauer, fue alcanzado por una bala perdida. Los pilotos de los helicópteros huyeron. Los rehenes, en cambio, no pudieron hacerlo debido a que se encontraban atados. Algunas de las cuerdas serían encontradas mordidas finalizado el tiroteo.

Los alemanes no habían coordinado el apoyo de vehículos blindados, y solo en este punto se contactó por radio a Múnich pidiendo su envío. Puesto que las rutas hacia el aeropuerto no se habían despejado, los blindados quedaron atascados y llegaron recién alrededor de la medianoche. Con su aparición, los secuestradores sintieron el cambio en el statu quo, y posiblemente entraron en pánico al pensar en el fracaso de su operación.

A las 0:04 del 6 de septiembre, un fedayín, probablemente Issa, fusiló a los rehenes del helicóptero oriental. Springer, Halfin y Friedman murieron instantáneamente, mientras que Berger recibió dos disparos en la pierna y se cree que habría sobrevivido al ataque inicial, ya que su autopsia determinó que había muerto por inhalación de humo. Entonces, el terrorista lanzó una granada a la cabina. La explosión resultante destruyó el helicóptero e incineró los israelíes atados en su interior.

Luego, Issa corrió por la pista y comenzó a disparar contra la policía, que respondió acribillándolo. Khalid Jawad intentó escapar y fue abatido por uno de los francotiradores. Lo qué pasó con los demás rehenes sigue siendo motivo de controversia. Una investigación de la policía alemana indicó que la policía pudo haber disparado accidentalmente a algunos rehenes y a uno de sus propios francotiradores. Sin embargo, una reconstrucción de la revista Time del suprimido informe del fiscal de Baviera indica que un tercer secuestrador –Adnan Al Gashey, según Reeve– se situó en la puerta del helicóptero occidental y ametralló a los cinco rehenes restantes. Gutfreund, Shorr, Slavin, Spitzer y Shapira recibieron un promedio de cuatro tiros cada uno. Solo el cuerpo de Zeev Friedman estaba relativamente intacto, habiendo sido expulsado del helicóptero por la explosión. En algunos casos, la causa exacta de la muerte de los rehenes en el helicóptero oriental era difícil de establecer debido a que el resto de los cadáveres quedaron casi irreconocibles debido a la explosión y al posterior incendio.

Tres de los hombres que quedaban yacían en el suelo, uno de ellos haciéndose el muerto, y fueron capturados por la policía. Jamal Al Gashey había recibido un disparo en la muñeca derecha, Mohammed Safady había sufrido una herida superficial en la pierna y Adnan Al Gashey había resultado ileso. Yusuf Nazzal huyó, pero fue rastreado con perros policía unos cuarenta minutos más tarde en un estacionamiento. Acorralado y bombardeado con gases lacrimógenos, fue abatido después de un breve tiroteo. Para la 1:30, la batalla había terminado.[17]

En un principio, la historia pareció escribirse prematuramente. Reuters anunció que todos los rehenes habían sido liberados, y Conrad Ahlers, el portavoz del gobierno de Alemania, aseguró que la operación había sido un éxito rotundo:

La noticia llegó a Israel, donde Golda Meir brindó con su gabinete y llamó personalmente a las familias de los rehenes para felicitarles.[20]

Sin embargo, con el pasar de los minutos, la información proveniente de Fürstenfeldbruck se volvía cada vez más contradictoria y confusa. A las 0:25, el jefe de prensa de las Olimpiadas, Hans Klein, comentó al periodista Jim McKay:

A las 3:24, tras dieciséis horas de transmisión ininterrumpida, Jim McKay anunció la muerte de todos los atletas:

Sorprendentemente, la competición olímpica solo se suspendió por un día, el 5 de septiembre, a pesar de que diferentes personalidades pidieron su cancelación. El entonces presidente del Comité Olímpico Internacional, Avery Brundage, y otros miembros del COI decidieron que los terroristas no podían condicionar la celebración de los juegos con unas famosas y a la vez polémicas palabras pronunciadas por aquel durante la ceremonia de conmemoración de las víctimas celebrada al día siguiente: «Los juegos deben continuar». Al memorial por los muertos que se celebró en el estadio olímpico asistieron 80 000 espectadores y 3.000 atletas. Brundage no hizo ninguna referencia a los deportistas asesinados durante su discurso, en que elogiaba la fuerza del movimiento olímpico. Este hecho enojó a los israelíes y a mucha de la gente allí presente.

Como muestra de duelo, durante el acto, la bandera olímpica se izó a media asta junto con la mayoría de las banderas nacionales de los países presentes en los juegos, a excepción de los países árabes, los cuales exigieron que sus enseñas ondeasen en lo alto del mástil. Las naciones árabes de donde procedían los terroristas lo veían como una claudicación frente a Israel.

El 7 de septiembre, el equipo olímpico israelí anunció que abandonaba Múnich, siendo especialmente protegidos por las fuerzas de seguridad. Lo mismo hizo el equipo egipcio, temiendo posibles represalias.

Los familiares de las víctimas solicitaron al COI levantar un monumento permanente en memoria de los atletas fallecidos, pero éstos declinaron la petición, alegando que el hecho de hacer una referencia explícita a las víctimas podría enojar al resto de la comunidad olímpica.

El mismo 5 de septiembre, la entonces primera ministra de Israel, Golda Meir, instó al resto de naciones a condenar el barbárico acto criminal. El ataque fue ampliamente condenado por todo el mundo, incluidos significativos personajes árabes como el rey Hussein I de Jordania.

Los cuerpos de los cinco fedayínes muertos fueron enviados a Libia, en donde recibieron un funeral de héroes y fueron enterrados con honores militares. Las autoridades alemanas encarcelaron a los tres terroristas sobrevivientes y, tan solo días después, crearon la unidad antiterrorista GSG9 para dar una respuesta contundente en futuras acciones de rescates de rehenes.

El 8 de septiembre, la fuerza aérea israelí respondió bombardeando las bases de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en Siria y Líbano, ataque que fue condenado por el Consejo de Seguridad de la ONU. Asimismo, una resolución de la ONU de condenaba de los hechos de Múnich, amparada por Estados Unidos, fue rechazada.

El 29 de octubre, un avión de Lufthansa fue secuestrado, exigiendo los terroristas la liberación de los tres integrantes de Septiembre Negro presos en cárceles alemanas.[23][24]​ Sus reivindicaciones fueron inmediatamente atendidas por las autoridades germanas, sin consultar al gobierno de Israel.

Los hechos acaecidos en Múnich traerían consigo una espiral de violencia por parte de Israel, con el fin de dar caza a los supuestos responsables del acto terrorista. Tras el ataque a la villa olímpica y la posterior liberación de estos tres terroristas, Golda Meir y el Comité de Defensa Israelí dieron órdenes secretas al Mossad de matar, dondequiera que se encontrasen, a los once hombres de Septiembre Negro y del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) que planificaron y organizaron la matanza de los atletas israelíes. Para ello, el servicio secreto israelí creó una unidad encubierta que sería ayudada por las células de información israelíes instaladas en Europa. Esta misión se conocería más tarde como Operación Cólera de Dios (Mivtzah Za'am Hael en hebreo).

Gracias a la información capturada a la OLP, y a la facilitada por los servicios de inteligencia europeos aliados, el Mossad elaboró una lista de objetivos encabezada por Wael 'Aadel Zwaiter, un miembro sospechoso de pertenecer a Septiembre Negro y que representaba oficialmente a la OLP en Italia, quien sería asesinado el 16 de octubre. La muerte de Zwaiter fue seguida de atentados mediante cartas bomba, que no causaron víctimas mortales, contra representantes de la OLP en Argelia y Libia, contra palestinos en Bonn (Alemania) y Copenhague (Dinamarca), y contra un representante de la Cruz Roja en Estocolmo (Suecia).

El 8 de diciembre, el representante de la OLP en París (Francia), Mohammad Hamshiri fue asesinado mediante una bomba activada por control remoto, la cual estaba instalada debajo de su escritorio. En los tres meses siguientes, cuatro integrantes de la OLP y la FPLP fueron asimismo asesinados en Chipre, Grecia y París.

El 9 de abril de 1973, Israel lanzó la operación Primavera de Juventud en Beirut, en el Líbano. Los objetivos eran Mohammad Yusuf al Najjar (Abu Yusuf), Kamal Adwan y Kamal Nasser, todos ellos importantes dirigentes de la OLP. Un grupo comando israelí desembarcó en una playa desierta del Líbano, dirigiéndose posteriormente a Beirut, donde acabaron con la vida de los tres palestinos, cuatro civiles libaneses, tres turistas sirios y un italiano, dejando 29 personas más heridas. A continuación, explotaron el cuartel general del FPLP en la ciudad y una fábrica de explosivos de Fatah.

El 28 de junio, el argelino Mohammad Boudia, encargado de las operaciones de Septiembre Negro en Europa, fue asesinado mediante un coche bomba en París.

El 21 de julio de ese año, tuvo lugar el conocido como asunto de Lillehammer. Un equipo de agentes del Mossad mató en Lillehammer (Noruega) a Ahmed Bouchiki, un marroquí sin relación alguna con los hechos acaecidos en Múnich, después de que un informador del Mossad le confundiera con Ali Hasan Salameh, integrante de Septiembre Negro. Cinco agentes del servicio secreto israelí, incluyendo dos mujeres, fueron capturados por las autoridades noruegas, siendo juzgados y encarcelados. Posteriormente serían liberados y deportados a Israel.

El 22 de enero de 1979, el servicio secreto israelí dio finalmente con el paradero de Salameh, asesinándole con un coche bomba.

El 3 de julio de 2010, Mohammed Daoud Oudeh, alias Abu Daoud (de quien se dice que fue quien concibió la acción), murió en el Hospital Al Andalus de Damasco (Siria), debido a una insuficiencia renal.[25]



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