La Masacre de San Miguel Canoa ocurrió la noche del 14 de septiembre de 1968 en el pueblo de San Miguel Canoa, junta auxiliar del municipio de Puebla ubicado en las faldas del volcán la Malinche, en donde fueron linchados cinco trabajadores de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla que iban de excursión a la Malinche y que, al ser sorprendidos por la noche y la lluvia, tuvieron que quedarse a dormir en el pueblo, en la casa de un habitante que tenía problemas con sus vecinos y con el sacerdote del lugar. De acuerdo a varias versiones, los habitantes del pueblo, instigados por el sacerdote, acusaron a los jóvenes de ser comunistas y de intentar instalar una bandera rojinegra en la iglesia del lugar en el contexto del Movimiento estudiantil de 1968, a dos semanas de que ocurriera la matanza de Tlatelolco. Días antes de la llegada de los montañistas, el sacerdote había lanzado un discurso inflamatorio: habló de “comunistas” que con su bandera “roja como el infierno, negra como el pecado” insultaban a Dios y a la patria. Aseguraba que pronto llegarían a San Miguel a despojar a sus habitantes y a prohibir la religión. Los habitantes del pueblo fueron despertados y, armados con machetes, palos y antorchas, se dirigieron a la casa en donde estaban hospedados los jóvenes y asesinaron a tres de los cinco empleados, así como al dueño de la casa. No hubo detenciones masivas ni se detuvo a los principales instigadores del linchamiento. Los pocos que fueron encontrados culpables salieron de la cárcel al no poder demostrarse su participación en los hechos. Este suceso fue contado en la película Canoa de Felipe Cazals en 1975.
A más de 50 años de lo ocurrido en San Miguel Canoa, al igual que en esa época, hoy la justicia es la misma porque tanto el sacerdote Enrique Meza Pérez, como los señalados del múltiple homicidio, autores intelectuales y materiales, no recibieron su castigo, acusa Julián González Báez, único sobreviviente del linchamiento.
Por mucho tiempo, San Miguel Canoa fue un municipio independiente, hasta que en 1962 fue extinto para pasar a formar parte del municipio de Puebla, a pesar de estar ubicado a 12 kilómetros de la cabecera municipal. Este vacío de poder ocasionó el aislamiento del pueblo y la falta de una autoridad civil, ya que para los habitantes del pueblo, la única autoridad estaba en el sacerdote de la iglesia de San Miguel, quien actúo cobrando impuestos y gestionando ante el gobierno municipal y estatal la pavimentación de la carretera y la instalación de servicios, cobrando todo a través de sus organizaciones religiosas. A aquellos que no tenían para pagar las contribuciones, los obligaba a trabajar en las faenas de la construcción del pueblo. Esto ocasionó la migración de habitantes que no querían vivir bajo la autoridad sacerdotal pero que tampoco podían oponerse a la mayoría.
Debido a que la mayor parte del pueblo hablaba náhuatl, nadie leía periódicos ni veía televisión, y no estaban enterados del movimiento estudiantil de 1968, que ocurría entonces en la Ciudad de México.
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