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Matías Escalera Cordero



Matías Escalera Cordero (Madrid. España. 1956) es un escritor vinculado a prácticas literarias artística y socialmente muy exigentes y comprometidas –ya sea en la novela, en el relato, la poesía o el teatro–; y, en cuanto profesor e intelectual, a modelos de pensamiento materialistas y críticos. Su poesía se adscribe a la corriente denominada “Poesía de la conciencia” o, de un modo más apropiado, “Poesía de la conciencia crítica”. Y, aunque cercano en lo ideológico a otros escritores y novelistas críticos, como Belén Gopegui, Isaac Rosa, Marta Sanz o Eva Fernández; su modo de enfrentarse al relato y a la novela busca, no obstante, la construcción de una especie de nueva novela y relato materialistas que sepan integrar todas las estrategias narrativas, experimentales o tradicionales, de un modo libre y no dogmático, en la elucidación poética de la realidad presente.

Matías Escalera Cordero.

Nace en Madrid, en enero del 1956, pero es en Cáceres donde pasa los primeros años de su infancia. Regresa a la capital de España, a principios de los años sesenta; en donde termina sus estudios y se licencia en Filología Hispánica por la Universidad Autónoma de Madrid (con estudios asociados de Filosofía).

Al final de la Dictadura franquista y durante la Transición democrática, participó muy activamente, como joven militante comunista afiliado al PCE, en las luchas estudiantiles de la época; y, durante su servicio militar obligatorio, estuvo recluido varios meses por objeción de conciencia sobrevenida.

En 1987, recibió una beca del Instituto Pushkin de Moscú, en donde pasó el primer semestre del año, en plena etapa de la Perestroika, liderada por Mijaíl Gorbachov. Desde la capital soviética, se trasladó a la ciudad de Ljubljana –capital de Eslovenia–, en cuya Universidad trabajó de profesor de Lengua y Literatura españolas, y en donde recuperó la escritura literaria, abandonada unos años antes.

Unos meses antes del comienzo de la guerra civil yugoslava, en 1991, volvió definitivamente a España, para incorporarse poco después, en 1992, al cuerpo de Profesores de Enseñanza Secundaria en Alcalá de Henares.

A lo largo de estos cuatro años en la Europa Oriental, primero, en la Unión Soviética, y, luego, en la antigua Yugoslavia –los dos centros modélicos, y contrapuestos, del entonces “socialismo real”–, y en sus viajes por algunos países del entorno (en 1989, fue testigo de los últimos días de la RDA y del Berlín dividido), tuvo la oportunidad de vivir la radical transformación de aquel estatus quo bipolar –de los bloques militares e ideológicos–, y el advenimiento del actual mundo globalizado. Esto, y sus años de lucha y militancia política, se ven reflejados, de una u otra forma, en sus ocasionales artículos en la prensa escrita y digital (en Diagonal, en Rebelión o en Youkali, por ejemplo), y en toda su obra literaria. Como investigador y crítico, ha publicado más de una quincena de artículos especializados sobre textos y autores de la literatura española e hispanoamericana en diversas revistas nacionales e internacionales –Arbor, Literatura, Verba Hispánica o Revista de Crítica Literaria Marxista– y en las actas de los congresos y simposios a los que ha asistido o ha dirigido. Entre otros, ha intervenido en varias ocasiones (del 2007 al 2010), como ponente, en las jornadas anuales dedicadas a los profesores de español de Puerto Rico, tanto en Madrid, como en San Juan, organizadas por el Colegio de Doctores y Licenciados de Madrid y las Universidades del Turabo y Nacional de Puerto Rico. Y, en 2009, en el libro colectivo La República y la cultura: Paz, guerra y exilio, aparecieron sus trabajos presentados en los simposios anuales organizados y coordinados por Julio Rodríguez Puértolas –su maestro–, en la Universidad Autónoma de Madrid, en torno a la cultura durante la Segunda República española.

Desde su fundación, en 2002, Matías Escalera es miembro del consejo editor de Tierradenadie Ediciones, para el que ha coordinando el libro La (re)conquista de la realidad, que suma los trabajos y propuestas de varios autores, procedentes de los distintos ámbitos del pensamiento, la crítica y la creación, sobre la necesidad de reconquistar la “realidad real” como referente objetivo del teatro, de la novela y de la poesía española actuales.

También es redactor y responsable de la revista digital de arte y pensamiento crítico Youkali, asociada a Tierradenadie Ediciones; fue durante varios años Secretario de la revista de filología Verba Hispánica, editada por la Universidad de Ljubljana, en cuya fundación en 1990 participó muy activamente, a cuyo consejo de Redacción Internacional pertenece actualmente.

Desde la misma “acampada de Sol” (Madrid, capital), en mayo de 2011, ha participado en diversos eventos relacionados con el movimiento 15M y, desde agosto de ese mismo año, se ha convertido en uno de los impulsores de la llamada “Marea Verde” en la zona Este de Madrid (región), ejerciendo como portavoz de la Asociación de Profesores de Alcalá de Henares en el conflicto que ha enfrentado a los profesores y a otros sectores de la Escuela Pública madrileña con las autoridades educativas del Partido Popular en la región, primero, contra el gobierno de Esperanza Aguirre; y, después, con la llegada del ministro Wert al Ministerio de Educación, contra el Gobierno central.

Asimismo, desde esas mismas fechas, Matías Escalera Cordero se ha implicado muy activamente en la lucha por la recuperación de la memoria histórica, a través de AMECECA, la asociación de familiares de las víctimas, y de ciudadanos e historiadores, que ha promovido el levantamiento de un memorial en el cementerio de Cáceres (capital) que recuerde a las víctimas de la represión franquista durante la Guerra Civil y la posguerra en la ciudad; entre las que se encontraba su abuelo, Matías Escalera González, asesinado en la Navidad de 1937, junto con otras muchas decenas más de personas.

En octubre de 2012, participó muy activamente, tanto en las sesiones, como en la organización del “Congreso de Escritores, Intelectuales y Artistas por el Compromiso”, celebrado en el Ateneo de Madrid, en conmemoración del 75º aniversario del ya legendario “Congreso en Defensa de la Cultura”, de 1937, que tuvo lugar entre Barcelona, Madrid y Valencia, en plena Guerra Civil española.

En palabras del propio autor, «… si leyésemos atentamente Un mar invisible[1]​ (finalizada en 2004 y editada por IslaVaria en 2009) y El tiempo cifrado (de principio de los años noventa, pero gestada unos años antes, y revisada y reescrita, en parte, a lo largo de 2003), veríamos desplegarse ante nosotros la muerte de un mundo y la constitución de otro; la muerte de una España, en la que nació aún mi generación, y el nacimiento de otra, la que hoy habitamos… Si leyésemos del mismo modo Historias de este mundo (serie terminada en 2009 y editada por Baile del Sol en 2010), veríamos este sistema/mundo emergido en pleno funcionamiento… Esto es, mi proyecto como escritor desde el principio estuvo claro, hacer del presente la “materia novelable”, huyendo del común pastiche pseudo realista y mercantil que, por lo general, constituye el menú único de nuestras letras. La naturaleza de mi obra poética transita parecido sendero, de ahí mi cercanía personal y estética con el grupo de poetas de la conciencia crítica… Desde el punto de vista técnico, quienes las lean verán los recursos estilísticos –y de construcción narrativa– de nuestra tradición literaria occidental, desplegados de un modo que se quiere relevante y funcional; o sea, solo cuando ayudan a cumplir el objetivo –o a salvar un obstáculo– del proceso de narración…»

En Un mar invisible (Amargord. 2009), tal y como escribe José Andrés Calvo, en una de las reseñas aparecidas tras su publicación, «Todo gira en torno de los habitantes de una especie de comuna, “El Trópico Zumbón”, situada en los aledaños de un Madrid símbolo de la ciudad/mundo que nos contiene, enfrentada a la voracidad corruptora de los amos de la urbe. Aunque la trama de esta novela son muchas tramas, en casi todas se va de la elusión utópica del enfrentamiento directo, a la acción/confrontación, con todas sus consecuencias. Y todo esto en una estructura novelística que reúne ensayo, documento, narración y diálogos de una vivacidad teatral extraordinaria. Son multitud de historias cruzadas que imprimen un realismo verosímil, no impostado, a la novela, y que permite, al lector, asistir a una comedia humana donde todos y cada uno de los personajes posee un espacio libertario y democrático donde dejar testimonio de su pequeña historia personal; pues cada personaje tiene una función en la novela, que es la de vivir su propia vida cumpliendo sus sueños y objetivos. A pesar de toda la ferocidad y capacidad depredadora de los “amos del mundo”, Un mar invisible nos abre a la posibilidad de un mundo diferente, si no nos conformamos, si no renunciamos a la acción contra lo establecido, también dentro de nosotros mismos.»

El prestigioso crítico Ángel Basanta, por su parte, en la reseña que hizo de la novela en El Cultural, señala que lo más destacable de esta novela «… está en su explosión de literatura y pensamiento, en un texto de gran densidad intelectual y notoria riqueza técnica y estilística. Como explica César de Vicente en el prólogo, en dos momentos de la obra se recogen las dos paradojas que inspiran las investigaciones de Chomsky. Son el problema de Platón, cifrado en ¿cómo es posible que con tan pocos datos sepamos tanto? Y el de Orwell: ¿Cómo con tantos datos sabemos tan poco? En tan ambicioso cometido radica la ambición totalizadora de esta gran novela, necesaria en tiempos de frivolidad y desmemoria como el nuestro… Este compromiso ideológico no resulta empobrecedor en el tratamiento formal de la historia novelada. Su apuesta literaria es igualmente radical en la experimentación de procedimientos técnicos y ángulos de visión plural en el análisis crítico de la realidad. Estamos ante una novela de suma complejidad, en la cual se integran cualidades de diferentes géneros literarios, desde el aliento poético de muchas páginas, con poemas y canciones incluidos (en varias lenguas), hasta la técnica de acotación teatral y los diálogos fundidos en el tejido narrativo, pasando por digresiones de orden intelectual sobre diferentes problemas del ser humano y la sociedad examinados desde un enfoque anticapitalista…»

Y, en cuanto a la colección de relatos Historias de este mundo[2]​ (2010), tal como escribe en el prólogo del libro, el también escritor y crítico Javier Rodríguez, el fin que persigue la escritura de Matías Escalera Cordero, en estos relatos, y en toda su obra, «es fruto de un raro –y poco frecuente ya– esfuerzo literario, de un autor que hace cosas bastante raras en casi todos los palos de eso que se llama poética, o literatura; que no es otra cosa que la imitación programáticamente sesgada de la realidad. Más que un gradus ad Parnasum, como pudiera parecer, la atenta lectura de los relatos que siguen es un auténtico asaltar los cielos… En la amplia gama de sistemas narrativos que se usan en este libro, conviven casi todos los registros posibles del relato actual; aunque la cosa está en cómo usar estos cuentos, para qué, a favor de qué, y contra qué o quiénes se usan… Y, más allá incluso de la voluntad de Matías Escalera Cordero, estos relatos bien valen para releer, en sentido estricto, y no tanto para mostrar –como dice él–, sino para enseñar, en ese raro y arcaico mundo de lo que fue la literatura, lo que no dicen precisamente ya los modelos literarios. Y es que detrás de cada una de estas narraciones hay un discurso distinto, un modelo distinto de contar que se destripa. ¿No fue esa la voluntad que movió a la primera, y ejemplar, colección de relatos modernos en nuestra lengua?». Y es verdad, pues su escritura parece obedecer, según se ha señalado, a un mandato radicalmente cervantino.

Es por eso por lo que El tiempo cifrado[3]​ (Amargord, 2014) es también un retrato dramático, pero radicalmente verosímil de esos años que van del inicio de la Transición al año 1986, en los que se da paso a un capitalismo voraz y sin memoria que acaba con los sueños y las ilusiones acumuladas por algunos, durante décadas de lucha, y tras la muerte del Dictador, un breve lapso de tiempo en el que todo parecía posible. Y por lo que la trama principal se localiza en un año clave por el simbolismo que arrastra, 1986.

Respecto de su poesía, según escribe también José Andrés Calvo, ««… con Pero no islas[4]​ (2009), su segundo poemario –prologado por Enrique Falcón–, Matías Escalera enlaza, aunque de modo contradictorio y paradójico, y a su modo materialista y crítico, con poetas del fuste de Vicente Aleixandre, del mejor Dámaso Alonso, de Valente o de Jorge Riechmann; pero sobre todo con los poetas de la diferencia, o de la poesía crítica, Enrique Falcón o Antonio Orihuela, por su reivindicación de la memoria y del compromiso con la realidad histórica presente. En este libro, Matías Escalera profundiza en los temas de su primer poemario: Grito y realidad[5]​ (2008). La muerte, el paso del tiempo, la soledad, lo material y lo inmaterial, se expresan con una poética vitalista, pero entroncada con los conflictos de raíz y naturaleza histórica, que manifiesta la fatalidad de ser hombre «pensante y sintiente» en «ciudades inhabitables y delirantes». Lo cotidiano adquiere matices del más hondo existencialismo en este libro, puesto que lo que se puede señalar, escuchar, palpar o vocear son las pequeñas cosas que nos identifican como seres humanos, frente a las macroestructuras alienantes de la sociedad del Capitalismo global.

En Pero no islas hay todo un análisis antropológico/poético de la urbe moderna y de sus habitantes, que aparecen como seres contrahechos que se debaten entre la posibilidad de alzarse o de continuar doblegados. Y luego está, además, el impacto que los discursos científicos y tecnológicos tienen en la vida cotidiana, ahondando la fractura entre idea y materia, que es una de las constantes de la poética de Matías Escalera. Razón y corazón son reclamados como símbolos de existencia frente al nihilismo de las estructuras tecnológicas y económicas que someten la voluntad de los hombres. Frente a los idealismos de todo tipo, aparece la memoria material del pasado presente, como el espacio adecuado de la poesía.»»

Versos de invierno: para un verano sin fin[6]​ (2014), su tercer poemario, tal como escribe Esther Giménez, ««es, ante todo, un poemario para veraneantes hartos del verano; para veraneantes hartos del invierno. Una voz ágil como un dardo que sin embargo transporta una pesada carga: la de hacer de cada verso un incómodo pellizco, un olor acre contra el adormecimiento inoculado por el capitalismo y males aledaños. Poemas para invocar la luz, para recibirla con ojos cerrados o bien para dejar que nos ciegue. La elección queda del lado del lector; elegir es lo importante. Es por ello por lo que Matías Escalera Cordero propone verdades (nótese el plural, no una sola) agujereadas, salpicadas de huecos, de grietas por donde colarse en su mirada, galerías internas por recorrer que nos incitan al movimiento y a la búsqueda. El poeta abre constantes paréntesis que lejos de aclarar o de enmarcar, preguntan al aire; hay habitáculos acogedores donde pararse un rato y puntos suspensivos que alfombran la entrada al verso; y goznes sintácticos que nos invitan a aportar, a dialogar o a protestar airadamente contra el inevitable sesgo ético y estético que todo autor trasluce.»»

Todo este andamiaje poético es el que subyace y cristaliza definitivamente en Del amor (de los amos) y del poder (de los esclavos),[7]​ publicado en Amargord en 2016; un auténtico reto poético, pues, según su autor, en este poemario se trataría de alcanzar un lenguaje y una expresión poéticas que vayan más allá del universo romántico y épico, según los casos, que ha predominado durante siglos, y aún predomina, en buena parte de nuestra literatura y de nuestra poesía, para hablar del amor y del poder, las dos pasiones y experiencias centrales del sujeto moderno.

La (re)conquista de la realidad[8]​ (2007), como todos los libros de Tierradenadie Ediciones, de cuyo consejo editor forma parte Matías Escalera, pretendía ser algo más que una mercancía, en realidad, una “herramienta contra la dominación”. Los derechos de autor de cada uno de los autores fueron cedidos a Amnistía Internacional por adelantado. El origen del proyecto fueron, en palabras de su coordinador, dos de sus obsesiones personales más recurrentes; en primer lugar, la aceptación de lo diverso y lo contradictorio –e incluso de lo aparentemente caótico– como premisa de una deseable y necesaria “unidad de acción” de las distintas culturas y tradiciones anticapitalistas; y la imprescindible búsqueda de los mínimos denominadores comunes que la posibiliten en cualquier ámbito (en este caso en el de la crítica literaria). Y, en segundo lugar, la búsqueda de lenguajes artísticos y poéticos que tengan en cuenta, y respondan, a la realidad presente; pues, como el novelista y periodista Isaac Rosa destacó en el Ateneo de Madrid, durante la presentación del libro, resulta descorazonadora, y muy reveladora del actual estado de nuestra literatura, la casi total ausencia de la realidad presente en la literatura española actual. El objetivo del libro, pues, era reunir «… voces diversas y cualificadas que dialogasen sobre la novela, la poesía y el teatro como herramientas de conquista –o reconquista en su caso– de la realidad presente…» Literalmente, un libro que fuese «… una especie de sacudida del estanque, una potente reivindicación de lo real en el pensamiento y la creación literaria actuales…» Las preguntas a las que todos los autores (Alfonso Sastre, José Antonio Fortes, Antonio Orihuela, Julio Rodríguez Puértolas, Juan Antonio Hormigón, Constantino Bértolo, Jorge Riechmann, Enrique Falcón, Belén Gopegui, Iris M Zavala y Alicia García Ruiz) debían responder en sus escritos fueron estas: «La poesía, el teatro, el ensayo, la novela actuales en España ¿qué relación tienen con la realidad presente española y global?, ¿dan cuenta de la realidad histórica, material, política, social y económica del mundo presente?, ¿aparecen reflejados, codificados artística o simbólicamente los procesos de sumisión y de dominación a partir de los cuales se constituye esa realidad?» El resultado fue un libro colectivo y diverso en el que no están todas las respuestas, pero en el que sí quedan establecidas algunas ideas firmemente compartidas por todos los involucrados en él: «que los realismos, a menudo también, ocultan la realidad; que la relación entre lo real y lo verdadero no siempre es lineal; que la realidad no se muestra mediante la copia, sino mediante la síntesis; que los signos artísticos no pueden renunciar al Referente; y que necesitamos una literatura –un arte– que no tema, ni renuncie a las consecuencias».

Respecto de El refugio[9]​ (2010), la obra de teatro premiada en Alcalá de Henares, el director de escena, profesor y crítico de teatro Ernesto Filardi ha escrito lo siguiente: «… tras la lectura de El refugio no queda duda de que Matías Escalera conoce perfectamente los requisitos para crear un texto dramático consistente y duradero. Todo teatro necesita un conflicto. Todo conflicto implica una lucha. Toda lucha es [puede ser] un germen de revolución. Por esta razón, tras la lectura de El refugio, no queda duda de que [el proyecto literario de] Matías Escalera necesita del teatro [también] como modo de expresión. Y no me parece exagerado afirmar que el teatro necesita a gente como Matías Escalera para, de una vez, dejar el ramo de azucenas y meterse en el fango hasta la cintura. En El refugio asistimos a una lucha perpetua: lucha abierta entre todos los personajes que vemos ante nosotros, lucha individual en el interior de esos mismos personajes, y lucha –en realidad, agresiva amenaza innominada y violencia desatada– de unos personajes externos a la escena, pero integrantes de la escena misma, que ni siquiera llegamos a conocer del todo, pero de los que intuimos lo suficiente. Nos encontramos, por tanto, con una suerte de casa tomada apocalíptica donde no importan los agresores sino las consecuencias incalculables de su agresión: el miedo, la incomprensión social, la agonía de la utopía frente al mercado feroz… El hombre, ya lo sabemos, es un lobo para el hombre, pero el texto de Matías Escalera nos recuerda que no siempre la jauría es más cruel que el individuo aislado frente a una situación incontrolable. Y es que la sociedad nos prepara para que el caos nos asuste, pero no cuenta con nuestro propio e inseparable caos, el que se abre en nuestro interior cuando menos lo esperamos. Un caos al que arrastramos a quien se encuentre en ese momento a nuestro lado, porque el infierno no son sólo los otros: a veces lo somos nosotros mismos. Decía Trotsky que exponer a los oprimidos la verdad sobre la situación es abrirles el camino de la revolución. Son estas palabras las que me ayudan a definir este texto teatral como un verdadero espejo incendiario. Y no creo en absoluto que sea una casualidad.» [el texto puede encontrarse en la biblioteca virtual MLRS]

Como señala el propio autor en el inicio mismo del libro, la intención de Memorias de un profesor malhablado (2013), concebido y escrito contra los ataques furibundos que la Escuela Pública ha sufrido y sufre tradicionalmente en España, «… no es exponer ninguna trayectoria personal; su intención es dar testimonio vivido de una actividad, la de profesor, denostada y despreciada por muchos en la sociedad española actual; al tiempo que defender a ultranza nuestra Escuela Pública –aunque sea de un modo políticamente poco correcto–, frente a los prejuicios y a los ataques furibundos que recibe de la caverna social y mediática; pero también frente a nuestros propios prejuicios e indiferencia...»

Memorias de un profesor mal hablado.

(manifiesto: tomado de Grito y realidad)«… Si, como sostiene Descartes, hay una res cogitans (un espíritu razonable e inmaterial), que se opone a una res extensa (materialidad mecánica, mensurable, ponderable y divisible ad infinitum); o si a un tiempo interior y mítico (del todo irrecuperable) sucede, sin remedio, otro tiempo aprehensible e histórico; tal vez –Spinoza, dixit– ambas substancias no sean más que una y la misma “Substancia”, y ambos tiempos, uno y el mismo tiempo… No es descabellado pensar que ambas substancias y que ambos tiempos se abrazan y se entrelazan en la mente que piensa y razona, o en las vísceras que sienten y se conmueven, o en la boca que habla, que grita, que canta, o en la mano que escribe… La poesía, además –ahora ya lo sabemos–, es un arma descargada y en desuso… A pesar del fuego –y de la distancia–, ha resultado un fenómeno vano e inútil, que solo, a veces –muy de vez en cuando–, logra constatar –o censar, al menos– los interrogantes que quedan sin respuesta; y, otras –las más–, se conforma con dar fe de lo banal, de aquello en que el poeta cifra su estima: de la libertad arrogante, de la ausencia de sentido, de la ilusión del amor o de la vida, y del juego de la muerte (como hilillos de humo procedentes de islotes separados por distancias insalvables, y perdidos) Por eso, habitualmente trata del fracaso y se –nos aparece como un extraño gesto reconcentrado y egoísta, inclinado, por lo común, a la nada y al olvido… ¿Quién recuerda los sueños que anidaron en la recámara de aquel cañón de sílabas contadas? ¿Quién los comparte con el buen poeta que las cargaba? ¿Quién sustenta su nombre, o su origen? ¿Quién, su dolor? (la poesía así concebida no es siquiera un arma contra el olvido; nada en la nada) Espíritu y materia, tiempo interior y tiempo histórico, dos substancias fundidas en una misma y única Substancia… Entre el juego y el grito, puestos a elegir, preferimos el grito…»

(palabras iniciales tomadas de Pero no islas)«… El desafío consistía en poetizar las ideas, las emociones, las experiencias y los actos cotidianos, al tiempo que las ideas, las emociones, las experiencias y los actos excepcionales; esto es, lo inmensamente grande y lo inmensamente pequeño, de modo que en esa transcripción, o mejor, traducción de los actos y experiencias simples –no comunicadas, ni acaso comunicables–, a símbolos poéticos –artificiosos y compuestos, pero comunicables– no se notase fractura evidente alguna. Las responsabilidades directas e indirectas en este “fin del tiempo”, el comienzo de esta desazón y desesperanza que conmueve a los hombres corrientes desilusionados; lo mismo que un embotellamiento, o el despertar de cada madrugada y el mirarse al espejo cada mañana; la violencia contenida y expresada; la firma de una hipoteca; la muerte y la enfermedad; el cobro de la nómina cada fin de mes; la compra de un electrodoméstico cualquiera; el asombro ante la propia ciega estupidez y parálisis ante el desastre; la reacción ante un hombre pidiendo lastimeramente en la calle; las rebajas de invierno, de primavera, de verano, de otoño… En fin, lo grande y lo pequeño; lo evidente y lo oculto; lo que sucede dentro y lo que sucede fuera; y, sobre todo, señalarnos a nosotros mismos –nuestros miedos y temores– como intersección y vínculo necesario –pensante y sintiente– de todo, esa era la intención. Instantáneas de esos seres asustados, confundidos, crueles, miedosos, solitarios, condenados a la incomunicación en ciudades inhabitables y delirantes; seres perdidos fatalmente en medio de un océano de desamparo. Estúpidos y ruines, quizás; pero no islas…»

(Diagonal, n.º 93, Madrid; edición del 8 de enero de 2009: “Entrevista a Matías Escalera: Abogamos por un arte con consecuencias”; realizada por Alberto García-Teresa) «… La poesía (como la novela, el cine o el teatro) por sí misma no basta, no es un arma, como pretendió y soñó Celaya, en tiempos de sueños y de pretensiones irresistibles y acuciantes… No es un arma, pero sí puede ser el inicio del camino para la toma de un arma, cualquiera que ésta sea, que cambie de modo efectivo la realidad; o la canción que acompañe su uso… La poesía no cambia la Historia, pero sí la acompaña. Y eso es lo que trato de hacer con la mía, acompañar –literalmente– a mis “compañeros de trabajo” (aquellos que han renunciado a infligir sufrimiento a los demás) y arrastrar con ellos “sus silencios y su propio sufrimiento”, como quería el protagonista de la monumental y bellísima novela, La estética de la resistencia, de Peter Weiss...»

Poder Popular

El Mundo (10/05/2012)

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