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Mercurio (mitología)



En la mitología romana, Mercurio (en latín, Mercurius) era un importante dios del comercio, hijo de Júpiter y de Maia Maiestas. Su nombre está relacionado con la palabra latina merx (‘mercancía’). En sus formas más antiguas, parece haber estado relacionado con la deidad etrusca Turms, pero la mayoría de sus características y mitología se tomó prestada del dios griego análogo Hermes.

También es el dios de la elocuencia, mensajes, comunicación (incluida la adivinación), viajeros, fronteras, suerte, artimañas y ladrones.

Mercurio ha inspirado el nombre de varias cosas en cierto número de campos científicos, como el planeta Mercurio, el elemento mercurio y la planta mercurial. La palabra «mercurial» se usa comúnmente para aludir a algo o alguien errático, volátil o inestable, y deriva de los rápidos vuelos de Mercurio de un lugar a otro.

Mercurio no aparecía entre los numina di indigetes de la primitiva religión romana. Más bien subsumió a los antiguos Dei Lucrii cuando la religión romana se sincretizó con la griega durante la época de la república romana, sobre principios del siglo III a. C. Desde el principio, Mercurio tuvo esencialmente los mismos aspectos que Hermes, vistiendo las talarias y el pétaso alados y llevando el caduceo, una vara de heraldo con dos serpientes entrelazadas que Apolo regaló a Hermes. A menudo iba acompañado de un gallo, el heraldo del nuevo día, una cabra o cordero que simbolizaba la fertilidad y una tortuga en alusión a la legendaria invención de Mercurio de la lira a partir de un caparazón.

Como Hermes, era también un mensajero de los dioses y un dios del comercio, particularmente del comercio de cereal. Mercurio también era considerado un dios de la abundancia y del éxito comercial, particularmente en la Galia. También fue, como Hermes, el psicopompo de los romanos, y llevaba las almas de los recién fallecidos al más allá. Además, Ovidio escribió que Mercurio llevaba los sueños de Morfeo desde el valle de Somnus a los humanos que dormían.[1]

El templo de Mercurio en el Circo Máximo, entre el Aventino y el Palatino, se construyó en 495 a. C. Este era un lugar adecuado para adorarle como un veloz dios del comercio y el viaje, debido a que era un importante centro de comercio además de una pista de carreras. Debido a que se erigía entre el baluarte plebeyo del Aventino y el centro patricio del Palatino, enfatizaba también el papel de Mercurio como mediador.

Debido a que Mercurio no fue una de las deidades primitivas que sobrevivieron a la monarquía romana, no tenía asignado un flamen (sacerdote), pero sí tenía una importante fiesta el 15 de mayo, la Mercuralia. Durante la misma, los mercaderes rociaban agua de su pozo sagrado cerca de la Porta Capena sobre sus cabezas.

Cuando describían a los dioses de las tribus celtas y germánicas, más que considerarlas como deidades separadas, los romanos los interpretaban como manifestaciones locales o aspectos de sus propios dioses, un rasgo cultural llamado interpretatio romana. En particular, Mercurio se hizo extremadamente popular entre las naciones conquistadas por el Imperio romano: Julio César escribió que era el dios más popular en Bretaña y Galia, considerado el inventor de todas las artes. Esto probablemente se deba a que en el sincretismo romano se equiparó a Mercurio con el dios celta Lugus, y en este aspecto solía ir acompañado de la diosa celta Rosmerta. Aunque Lugus pudo haber sido originalmente una deidad de la luz o del sol (aunque esto es discutible), parecido al Apolo romano, su importancia como dios del comercio le hizo más comparable a Mercurio, y Apolo fue equiparado a su vez con la deidad celta Belenus.[1]

Mercurio también estuvo fuertemente relacionado con el dios germánico Wodanaz: el escritor romano del siglo I Tácito identificaba a ambos como uno solo, a quien describía como el dios principal de los pueblos germánicos.

En las regiones celtas, Mercurio se representó a veces con tres cabezas o caras, y en Tongeren (Bélgica) se halló una estatuilla de Mercurio con tres falos, en la que sobresalen los dos adicionales de su cabeza en lugar de su nariz, lo que probablemente se deba a que el número tres se consideraba mágico, lo que hacía de tales estatuas hechizos de buena suerte y fertilidad. Los romanos también hicieron popular el uso de pequeñas estatuas de Mercurio, probablemente al adoptar la antigua tradición griega de las hermas.

Mercurio, conocido por los romanos como Mercurius y que aparece ocasionalmente en los escritos más antiguos como Merqurius, Mirqurios o Mircurios, tuvo cierto número de epítetos, que representaban diferentes aspectos o roles o sincretismos con deidades no romanas. Los más comunes e importantes son:

OVIDIO: Las metamorfosis, II, 679 – 701 (Mercurio y Bato).



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