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Metamizol



El metamizol (DCI), también conocido como dipirona o novalgina, es un fármaco perteneciente a la familia de las pirazolonas, cuyo prototipo es el piramidón. Es utilizado en muchos países como un potente analgésico, antipirético y espasmolítico. El principio activo metamizol puede presentarse en forma de metamizol sódico o metamizol magnésico.

Fue introducido para uso médico por primera vez en Alemania en 1922 bajo la marca comercial «Novalgin» y estuvo durante décadas disponible sin restricciones en la mayoría de países, hasta que se fueron descubriendo sus efectos tóxicos.[2]​ A día de hoy, sigue vendiéndose sin receta en algunos países, pero en los países desarrollados solo puede conseguirse por lo general con receta médica, debido a sus potenciales efectos adversos.

Se comercializa bajo numerosas marcas comerciales en todo el mundo y también está disponible como medicamento genérico.[3]

El metamizol fue sintetizado por primera vez por la compañía alemana Hoechst AG (ahora absorbida por Sanofi) en 1920, y su producción masiva comenzó en 1922. En todo el mundo su adquisición y compra fue libre (sin exigir prescripción médica) hasta los años 70, cuando se descubrió que existía riesgo de agranulocitosis, enfermedad muy peligrosa y potencialmente mortal.[4]​ Sigue habiendo controversia en relación con su nivel de riesgo. En varios países, las autoridades médicas han prohibido el metamizol totalmente o han restringido su uso, y lo autorizan exclusivamente bajo prescripción médica.

El metamizol se absorbe bien por vía oral, alcanzando una concentración máxima en 1-1,5 horas. Se hidroliza a los metabolitos activos 4-metilaminoantipirina y 4-aminoantipirina y a la molécula inactiva 4-formilaminoantipirina. La vida media de los metabolitos activos es de 2,5-4 horas y aumenta con la edad.

El metamizol es un inhibidor (no selectivo) de la ciclo-oxigenasa.[5]​ El mecanismo responsable del efecto analgésico es complejo, y lo más probable es que se base en la inhibición de una ciclo-oxigenasa-3 central y la activación del sistema opioidérgico y del sistema canabinoide. Puede bloquear tanto las vías dependientes de PG como las independientes de PG de la fiebre inducida por LPS, lo que sugiere que este fármaco tiene un perfil de acción antipirética claramente diferente del de los AINEs. El mecanismo responsable del efecto espasmolítico de metamizol se asocia con la liberación inhibida de Ca+2 intracelular como resultado de la síntesis reducida de fosfato de inositol.[6]

La administración de este fármaco puede provocar reacciones anafilácticas que pueden aparecer en cualquier momento una vez se ha iniciado el tratamiento. Aunque no se han observado disminuciones en el número de plaquetas en sangre, sí hay casos de hipersensibilidad en la piel y en las membranas mucosas.

A pesar de que no se han dado demasiados casos de aparición de ampollas cutáneas, en el caso de que ocurriese debería interrumpirse de manera inmediata el tratamiento.

Sin embargo, sí ha provocado proteinuria y disminución en el volumen de orina, sobre todo en pacientes con insuficiencia renal previa o en casos de sobremedicación. También puede producir coloración roja en la orina cuando se inicia el tratamiento que desaparece una vez finalizado.[7]

Puede provocar neutropenia (agranulocitosis) y anemia aplásica aunque el riesgo de anemia es menor que con otros medicamentos equivalentes como los AINEs.

Según comentarios del Dr. Anthony Wong de la universidad de São Paulo, Brasil en el boletín de noticias de la OMS,[8]​ los estudios recientes estiman que el índice de incidencia de agranulocitosis está entre 0.2 y 2 casos por millón -uso por persona y día-, con aproximadamente un 7% de casos mortales (teniendo acceso a la asistencia médica urgente). Por lo tanto se pueden alcanzar de 50 a 500 muertes anualmente debido al metamizol en un país de 300 millones de habitantes (de 5 a 50 muertes en un país de 30 millones), si se supone que cada ciudadano toma el fármaco una vez al mes. Ésta no es una alta tasa comparada con otros fármacos, pero cuando se conoce el riesgo debe valorarse el tratamiento analgésico sobre todo a la vista de alternativas más seguras como la aspirina y el ibuprofeno.

Un estudio en el norte de Suecia publicado en 2002 concluyó que el riesgo durante la terapia del metamizol para los pacientes hospitalizados y no hospitalizados era cerca de 3 a 100 veces mayor que lo estimado por el Dr. Wong: -Dadas las condiciones habituales incluyendo las cantidades reales del tratamiento con metamizol que se prescribieron los riesgos calculados de agranulocitosis serían, aproximadamente, uno de cada 31.000 hospitalizados y uno de cada 1.400 pacientes no hospitalizados-.[9]

Hay antecedentes de pacientes que sufren reacciones adversas graves ante la administración de dipirona: edema de glotis y shock anafiláctico.[10]

El metamizol se administra por vía oral como un profármaco, que se transforma en el tracto intestinal al metabolito 4-metilaminoantipirina (4-MAA), este es fácilmente absorbido, necesitando un corto periodo de tiempo para alcanzar la concentración sistémica máxima (tmax de 1,2 a 2,0 horas). El metamizol administrado por vía oral se absorbe casi de forma completa.

En el hígado, el (4-MAA) se convierte en un segundo metabolito activo, el 4-aminoantipirina (4-AA).

Posteriormente el (4-AA) se transforma en los metabolitos inactivos: 4-formil aminoantipirina (4-FAA) y 4-acetilaminoantipirina (4-AAA).

Durante tratamientos biológicos convencionales, muchos de estos compuestos o sus metabolitos escapan de la degradación y se liberan en el medio ambiente. El metamizol después de la ingesta oral, se hidroliza espontáneamente a su principal metabolito, 4-metilaminoantipyrine (4-MAA) y después en una variedad de compuestos por reacciones enzimáticas. Estos metabolitos no son biodegradables y, aunque se sabe poco sobre su comportamiento y persistencia en el medio ambiente, ya se han detectado en los efluentes y las aguas superficiales en concentraciones elevadas. En los últimos años, se han estudiado una serie de procesos para el tratamiento de compuestos no biodegradables o compuestos tóxicos, como son: el uso de la energía solar en procesos de oxidación avanzada (AOP), así como la fotocatálisis homogénea mediante foto-Fenton y la fotocatálisis heterogénea con TiO2.

En los últimos años, la aplicación de estas técnicas ha sido de notable importancia en la degradación de productos farmacéuticos debido a que con plantas de tratamiento de aguas convencionales esto no sería posible.

Hoy en día, la presencia de productos farmacéuticos y sus metabolitos en el medio acuático es un problema emergente y reconocido en todo el mundo. De hecho, muchos estudios realizados en diferentes países confirman la aparición de productos farmacéuticos en las aguas superficiales, en concentraciones que pueden incluso alcanzar el rango de 1 µg/L(Halling-Sørensen et al., 1998; Heberer, 2002; Jones et al., 2002; Bound and Voulvoulis, 2006). La ruta principal de la introducción de estos fármacos y sus metabolitos en el medio ambiente es el alcantarillado convencional. En las plantas de tratamiento de aguas, en muchos casos, la concentración de los productos farmacéuticos se redujo en el proceso de la degradación microbiana o adsorción en lodos activos, pero no se produce su completa eliminación.

La descarga continua de productos farmacéuticos en el medio ambiente ha provocado una exposición continuada de los organismos acuáticos a estos compuestos o a sus metabolitos activos.

Entre los fármacos más comunes detectados en el medio ambiente están los analgésicos. Según Sanderson et al. (2004) más de 500 toneladas se consumieron en Alemania en 1997. Entre ellos el metamizol.

Aunque su uso ha sido prohibido en algunos países (EE. UU., Reino Unido), debido a su asociación con enfermedades como la agranulocitosis, en Alemania, Italia y España, sigue siendo uno de los fármacos más consumidos.

Un documento reciente (Feldmann et al., 2007) muestra la presencia de los metabolitos del metamizol (también llamado dipirona) en diferentes efluentes de aguas residuales y aguas superficiales, lo que evidencia el alto consumo de este medicamento, sobre todo en su uso clínico.

El metamizol fue prohibido en Suecia en 1974, en Estados Unidos en 1977; más de 30 países, (incluyendo Japón, Reino Unido, Australia, Irán, y parte de los países miembros de la Unión Europea) han seguido su ejemplo. En estos países el metamizol todavía se utiliza como fármaco veterinario. En Alemania se convirtió en un medicamento de venta con receta. Algunas compañías farmacéuticas europeas, especialmente Hoechst y Merck, continúan su desarrollo y fabricación para su venta en diversos países. En Suecia, la prohibición fue levantada en 1995 y se reintrodujo su uso en 1999.

En otras partes del mundo, Argentina, Uruguay, México, El Salvador, Brasil, Rusia, Chile, Turquía, Macedonia del Norte, Bulgaria, Rumanía, Israel y ciertos países en desarrollo, el metamizol se halla disponible libremente y sigue siendo una de los medicamentos analgésicos más populares, desempeñando un papel importante en la automedicación. Por ejemplo, el metamizol y la combinación de otros fármacos con metamizol abarcan el 80% del mercado analgésico en Rusia, mientras que el ibuprofeno alcanza un 2,5%. En Colombia, desde el 2000, el INVIMA y el Ministerio de salud restringen el uso del metamizol ya sea sólo o en combinación, y sólo se permite administrar cuando todos los tratamientos terapéuticos son insuficientes.[11]

En España el metamizol está disponible únicamente con receta médica y su acceso a extranjeros está restringido.[12]​ En Brasil, los productos con metamizol (Novalgina) aunque legales, llevan advertencias que prohíben su uso a los menores de 19 años, y contienen información sobre la detección temprana y tratamiento de la agranulocitosis. Aunque el gobierno brasileño no ha promovido su prohibición, su uso está en declive entre otras razones por la presión de las compañías farmacéuticas y los profesionales médicos que extienden el uso de otros fármacos como la aspirina, el paracetamol y el ibuprofeno, especialmente en los tratamientos infantiles. En adultos es todavía muy utilizado.

El metamizol recibió una especial atención por los medios de comunicación de Estados Unidos en el año 2001,[13]​ cuando se hospitalizó un muchacho inmigrante sudamericano en la clínica de Salt Lake City con síntomas de agranulocitosis. Se descubrió que el fármaco seguía estando fácilmente disponible y su uso era muy popular, especialmente entre los inmigrantes mexicanos, a pesar de estar prohibido.

También está disponible como medicamento genérico bajo otras denominaciones.[3]



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