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Miconazol



El miconazol es un derivado imidazólico que se utiliza en medicina como antifúngico. Químicamente C18H14Cl4N2O es prácticamente insoluble en agua y soluble en disolventes orgánicos.

Su absorción oral o tópica es muy pobre, pero tiene la posibilidad de administrarse por vía intravenosa, lo cual le dio su importancia en cuanto a su uso clínico. La biodisponibilidad de la vía oral es del 25 %. Su unión a proteínas plasmáticas es del 90% y su vida media de unas 20 a 24 horas, siguiendo una curva trifásica. Prácticamente no pasa al líquido cefalorraquídeo. Su metabolismo es hepático, eliminándose en su mayor parte a través de heces y entre un 10% y un 20% a través de orina en forma de metabolitos inactivos.[1]

Actúa de forma similar a otros imidazólicos bloqueando la síntesis de ergosterol por interacción con el complejo enzimático del citocromo p450, aunque de forma menos selectiva que otros antifúngicos sistémicos (ketoconazolo itraconazol entre otros), lo que acarrea más capacidad de provocar efectos secundarios.

Su espectro de acción es amplio, aunque su toxicidad por vía intravenosa ha limitado mucho su uso.

En general las mismas que el resto de los imidazólicos.

En líneas generales podemos decir que son más intensas y frecuentes que en otros fármacos de su grupo terapéutico. Siguiendo la convención de la CIOSM las principales RAM en su uso intravenoso serían:

También se han descrito anafilaxia, prurito, exantema, disminución del sodio en sangre e incluso paro cardíaco con una incidencia sin precisar.[5]



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