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Mitología budista



El budismo cuenta con su propio sistema de creencias y con una mitología relativamente extensa al haber sido adoptado y, por tanto, influido por numerosas culturas, comenzando por las de la antigua región de Gandhara.

Más adelante en el tiempo, ha incorporado aspectos culturales de países como China y Japón[1]​ por ejemplo, muchos budistas japoneses consideran a los kami japoneses como bodhisattvas locales.

Una característica notable del budismo tibetano y otras tradiciones Vajrayāna es el uso de deidades iracundas.[2]​ Aunque las deidades tienen una apariencia repulsivas y feroces[3]​ no son personificaciones del demonio o fuerzas demoníacas[2]​ La feroz apariencia de estas deidades solían instilar miedo como malos espíritus que amenazaban el Dharma.[3]

Las deidades iracundas se utilizan para su culto y devoción[2]​ con la práctica datada desde el s. VIII, [2]​ habiendo éstos sido instituidos por Padmasambhava.[2]​ El origen de estas deidades proviene de la mitología hinduista y el Bön.[2]

Espíritus de la naturaleza, por lo general benévolos, tutores de los tesoros naturales escondidos en la tierra y entre las raíces de los árboles.

En el budismo vajrayāna, un Yidam es un ser completamente iluminado utilizado como foco en una meditación personal, bien sea durante un retiro espiritual o de por vida.

Vocablo sánscrito correspondiente al inframundo, literalmente significa ‘humano’ o ‘del ser humano’ y es un sitio de tormento.



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