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Negro literario



Un escritor fantasma, calco del inglés ghostwriter, pero denominado preferentemente en español y francés como negro literario o sencillamente negro,[1][2]​ es un periodista o escritor profesional a quien se contrata para escribir por cuenta de otra persona o bajo su nombre autobiografías, cuentos, artículos, novelas, o incluso discursos, en especial para políticos, actores o personas sin instrucción en este tipo de trabajos literarios, sin recibir oficialmente el crédito como autor de esas obras. A lo sumo, en todo caso, recibe créditos como "colaborador". Es muy común que diversas celebridades contraten escritores fantasmas para escribir la historia de su vida, o para redactar artículos (ya que multiplicar artificialmente la fecundidad retribuida de un escritor famoso es muy lucrativo para la editorial o el propio escritor) o contestar a entrevistas (sin que en realidad hayan sido entrevistados) en las revistas.

Alejandro Dumas padre usó a varios noires ("negros," en francés) para escribir sus más famosas novelas de aventuras, especialmente a Auguste Maquet;[3]​ de hecho, se le conocen 67 negros.[4]Edward Stratemeyer recurrió a este tipo de escritores continuamente. El valenciano Vicente Blasco Ibáñez fue durante un tiempo uno de los varios escritores fantasma que escribían obras firmadas por el famoso folletinista decimonónico Manuel Fernández y González.[5]​ El periodista español Carlos Luis Álvarez compuso hagiografías de mártires de la Guerra civil que firmaba fray Justo Pérez de Urbel. La periodista española Ana Rosa Quintana contrató a una escritora fantasma para que le escribiese el libro Sabor a hiel (Barcelona: Planeta, 2000) que firmó ella y tuvo que ser retirado por plagio. Muchos escritores hoy famosos empezaron trabajando de escritores fantasmas para otros: Paul Auster, José Luis Coll (de un famoso periodista) o Alejandro Sawa (de Rubén Darío). A los editores y a algunos autores les resultan especialmente rentables, ya que permiten multiplicar la fecundidad y por tanto la producción de beneficios de una "marca" literaria.

Esta práctica se realiza también en otras esferas del arte. El compositor Wolfgang Amadeus Mozart compuso su Réquiem para que lo firmara otro compositor, un noble rico. También muchos pintores solían firmar copias de sus obras maestras que habían hecho en su taller sus alumnos. En el mundo de la historieta es normal que autores consagrados o las empresas que los contratan recurran a otros dibujantes para que imiten su estilo y hagan parte o la totalidad de las historietas para luego publicar las páginas con su nombre. Por ejemplo, Francisco Ibáñez vio a su famoso personaje Mortadelo dibujado por otros y con guiones también ajenos (el llamado Bruguera equip) durante el tiempo que pleiteaba la posesión de los derechos editoriales del mismo. También se da el caso en que la editorial acuda a otros autores para que continúen con los personajes porque se quiere modificar los originales, aumentar la producción (y por tanto el beneficio económico) o se ha roto por algún motivo la relación con el dibujante original. Muchos de los dibujantes de cómics famosos hoy en día comenzaron siendo los dibujantes fantasma de otros autores. También es habitual el término clon, ya que se clona el estilo del dibujante imitado.

Algunas obras reciente han abordado centralmente el tema del negro literario:



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