Los neogramáticos (junggrammatiker) fueron un grupo de lingüistas principalmente alemanes del siglo XIX que constituyeron una escuela de pensamiento lingüístico que procuró introducir en la lingüística histórica los principios positivistas que triunfaban en la ciencia y la filosofía del momento, esperando renovar la gramática comparada.
Varias de las tesis de los neogramáticos provocaron la controversia lingüística más importante del último cuarto del siglo XIX. Sus dos representantes más importantes son H. Osthoff y K. Brugmann.
La historia de una lengua es reconstruida por medio de las variaciones registradas en las formas y en los significados de sus palabras, y se sabe que determinadas lenguas están relacionadas porque poseen palabras que mantienen correspondencias formales y semánticas entre sí que no pueden ser atribuidas al simple azar o a préstamos recientes. Si los cambios fonéticos no fueran regulares, si las formas de las palabras estuvieran sometidas a variaciones inmotivadas, inexplicables y fortuitas producidas a través del tiempo, tales argumentos perderían su validez y las relaciones lingüísticas solo podrían establecerse históricamente por medio de la evidencia extralingüística, como ocurre en el campo de las lenguas románicas descendientes del latín.
H. Osthoff (véase Ley de Osthoff), por ejemplo, expuso que las leyes sonoras siguen un proceso de necesidad ciega, independiente de la voluntad de los individuos; sin embargo, no concebía el lenguaje como una entidad orgánica supraindividual con su propio desarrollo y vida (como proponían Humboldt y otros), sino que existía simplemente en los individuos que forman una comunidad de habla y los cambios lingüísticos eran cambios de los hábitos de las hablas individuales.
Los neogramáticos se ocuparon de los hechos y datos, y de las leyes que los rigen, basándose en la fisiología (para la fonética) y en la psicología para ámbitos tales como los cambios sonoros, las modificaciones o las resistencias analógicas.
Por un lado, dieron un vigor muy importante a la fonética descriptiva, en especial en lo concerniente a las lenguas vivas, y en lo que se refiere a la insuficiencia de las letras de las lenguas muertas para informarnos sobre las verdaderas pronunciaciones que tuvieron.
Por otro, dieron mayor categoría a los dialectos, considerándolos vitales para su investigación científica, por la luz que podían arrojar sobre los cambios lingüísticos, ya que representaban el último estadio dentro de la diversificación de la familia indoeuropea. Los estudios, los atlas, las encuestas, comenzaron a hacerse con seriedad en su periodo.
Dieron, además, la mayor importancia al estudio del préstamo de palabras, y a préstamos lingüísticos en general, como rasgo universal de la historia de las lenguas, y también, a la analogía como tendencia lingüística siempre presente.
Los miembros más destacados de la escuela neogramática fueron, por orden cronológico:
Pueden sumarse a esta corriente el estadounidenses William Dwight Vhitney (1827-1894) y el danés Karl Verner (1846-1896).
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