La osteología es una rama de la anatomía descriptiva que trata del estudio científico del sistema óseo en general y de los huesos que lo conforman en particular.
Los huesos, vistos tanto como unidad o conjunto, poseen cuatro funciones:
El hueso esponjoso, sinónimo de hueso trabecular, es uno de los dos tipos de tejido óseo que forma los huesos. En comparación con el hueso compacto, tiene una superficie mayor, pero es menos denso, más suave, más débil y menos rígido. Por lo general se produce en los extremos de los huesos largos, en las proximidades de las articulaciones y en el interior de las vértebras. El hueso esponjoso está muy vascularizado y con frecuencia contiene la médula ósea roja, donde tiene lugar la hematopoyesis o producción de células sanguíneas. La principal unidad anatómica y funcional del hueso esponjoso es la trabécula.
Según sus dimensiones, podemos clasificar a los huesos en:
Los primeros huesos son originados a nivel embrionario por medio de membranas. Además, en ciertos puntos del cuerpo el cartílago existente se transformará en hueso a medida que crecemos, proceso conocido como osificación. La osificación consiste en la incorporación de sales minerales al cartílago, reemplazando su conformación original de sustancias orgánicas como el mucopolisacárido por sales de calcio y magnesio. El lugar donde se produce este proceso en un hueso es conocido como centro de osificación. Se pueden distinguir dos tipos de desarrollo en un hueso: el crecimiento y el alargamiento.
Los reparos anatómicos óseos son zonas del hueso que poseen formas irregulares, cada una con una función específica. Se pueden clasificar en dos tipos: prominencias y depresiones.
El esqueleto es el conjunto de todos los huesos del cuerpo. Se pueden clasificar según su distribución en el organismo de dos formas:
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