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Pérdida de audición



La pérdida de audición es uno de los problemas de salud crónicos más comunes, que afecta a personas de todas las edades, en todos los segmentos de la población y de todos los niveles socioeconómicos.[1]​ Esta puede ser hereditaria o puede ser el resultado de una enfermedad, traumatismo, exposición a largo plazo al ruido o medicamentos. La pérdida de audición puede variar desde una leve, pero importante disminución de la sensibilidad auditiva, a una pérdida total.

La prevalencia en Estados Unidos según el Estudio de cohorte denominado Beaver Dam,[2]​ realizado el 2011, concluyó que la pérdida de audición es un problema crónico muy común, y mucho más en personas adultas, ya que aumentaba según la edad del paciente:

Además que la Organización Mundial de la Salud estima que la pérdida auditiva afecta alrededor de 466 millones de personas en todo el mundo.[3][1]

Se denomina pérdida de audición o hipoacusia al déficit funcional que ocurre cuando un sujeto pierde capacidad auditiva, en mayor o menor grado. Llamamos umbral auditivo al estímulo sonoro más débil (de menor intensidad) que es capaz de percibir un determinado oído. Frecuentemente encontramos el manejo de los términos sordera e hipoacusia como sinónimos aun cuando no lo son.

La sordera es la pérdida de la audición que altera la capacidad para la recepción, discriminación, asociación y comprensión de los sonidos tanto del medio ambiente como de la lengua oral. La pérdida auditiva es mayor de 70 decibelios, lo que les permite oír sólo algunos ruidos fuertes del ambiente como los provocados por una motocicleta, una aspiradora, una sierra eléctrica o un avión.

La hipoacusia es la pérdida parcial de la capacidad auditiva. Esta pérdida puede ser desde leve o superficial hasta moderada, y se puede dar de manera unilateral o bilateral dependiendo de que sea en uno o ambos oídos; esta pérdida puede ser de más de 40 decibelios en adelante. Las personas con hipoacusia habitualmente utilizan el canal auditivo y el lenguaje oral para comunicarse. Se benefician del uso de auxiliares auditivos para recuperar hasta en un 20 a 30 % de la audición.

Ambiente familiar:

Ambiente escolar:

Para estudiar la pérdida de audición es necesario caracterizarla, así podemos clasificar las hipoacusias de formas tales como:

Existen pues muchas clasificaciones, la más didáctica a efectos prácticos sea quizás la clasificación cuantitativa, que establece los siguientes niveles:

Las personas con pérdida de audición pueden experimentar alguno de los siguientes problemas o todos:

La adquisición del lenguaje va a ser el principal problema de los niños sordos. A menudo la disminución auditiva lleva a presentar en los niños/as conductas anormales, esto hace que el diagnóstico se dificulte, se confunda con un niño distraído, falto de comprensión, autista e incluso discapacitado intelectual, sin embargo estos niños/as pueden ser tan inteligentes como cualquier oyente.

La problemática auditiva no afecta de la misma forma a todos los niños, ya que esto depende de la edad en que aparezca la pérdida y la gravedad de esta y de acuerdo a esto serán las consecuencias que tenga el niño. La edad crítica para la aparición de problemas auditivos graves es a los tres años de edad. Se considera un problema grave a partir de una pérdida severa o mayor, porque con pérdidas menores a 70 decibeles, aun cuando sean desde el nacimiento, los niños pueden adquirir, por un lado el conocimiento sobre la funcionalidad del lenguaje y por otro lado la gran mayoría de sus elementos fonológicos, sintácticos, pragmáticos y semánticos.

Los niños y niñas sordos no desarrollan el lenguaje de forma espontánea; así los niños y niñas sordos de padres y madres oyentes aprenden el lenguaje oral que se utiliza en su entorno familiar. Es muy importante estimular a los bebés sordos a realizar sus emisiones orales con significado diferenciado, incluso en las situaciones de una defectuosa reproducción fonológica. También tienen mayores dificultades para adquirir los conocimientos. Como la lectura de textos escritos.

La pérdida de audición no es sólo la pérdida del sonido, sino toda la serie de consecuencias que esto conlleva en la adquisición del lenguaje oral y en el desarrollo integral del niño. Los niños y niñas con problemas auditivos no tienen por qué presentar problemas en su capacidad intelectual, aunque en su evolución si se llegan a enfrentar con problemas para adquirir el lenguaje. La sordera afecta a la generación y desarrollo de las representaciones mentales, basadas en sonidos y/o grupos fonológicos del habla.

Existen diversos métodos para el diagnóstico de la hipoacusia:

La acumetría se realiza con diapasones de distintas frecuencias (128 Hz, 256 Hz, 512 Hz, 1024 Hz, 2048 Hz), es lo que se conoce como Set de Hartman.

Es un método diagnóstico cualitativo. Su principal misión es distinguir entre la hipoacusia de transmisión y la hipoacusia neurosensorial.

Se realizan distintos tests, para realizar el diagnóstico: Rinne, Weber, Schwabach y Gelle.

El test de Rinne compara la calidad de la percepción de sonidos entre la transmisión mediante la vía aérea y la transmisión por vía ósea (a través del mastoides) en un solo oído, es monoaural.

Se coloca el diapasón vibrando sobre el mastoides, a continuación, se acerca a la oreja, entonces se le pregunta al paciente, cuando ha escuchado el sonido con mayor intensidad.

Es positivo cuando la transmisión por vía aérea es mayor que la transmisión por vía ósea. Esto indica una audición normal o una hipoacusia de percepción.

Es negativo cuando la intensidad por vía ósea es mayor que la de la vía aérea. Esto es indicativo de la hipoacusia de transmisión.

Pueden aparecer falsos negativos en pacientes con cofosis.

El Weber, evalúa ambos oídos a la vez, es binaural. Se coloca el diapasón en la línea media, y según que oído perciba mejor el sonido, se dará un diagnóstico:

El Schwabach compara la vía ósea del oyente y el examinador.

Su principal función es la detección de la otosclerosis, que da un Gellé negativo. Para ello se utilizan el diapasón y pera de politzer.

Sirve para valorar la capacidad de reclutamiento, la fatiga auditiva y la adaptación en la hipoacusia neurosensorial. El estímulo auditivo que se utiliza supera el umbral del sujeto.

A menudo la pérdida de audición conductiva puede corregirse con audífonos o tratamiento quirúrgico (Implante coclear).[5]




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