Pablo y Virginia (en idioma francés, Paul et Virginie o Paul et Virginia) es una novela de Jacques-Henri Bernardin de Saint-Pierre publicada en 1787. Los protagonistas son dos amigos de la infancia que se enamoran inocentemente pero terminan muriendo de forma trágica cuando naufraga el barco Le Saint-Geran, en el que viajan (un hecho real que sucedió en el año 1744). La historia está ambientada en la isla Mauricio durante el gobierno colonial francés. El lugar se llamaba entonces Isla de Francia, y el autor lo había visitado.
Escrita en vísperas de la Revolución francesa, la novela es considerada la mejor obra de Bernardin. Muestra el destino de los hijos de la naturaleza corrompidos por el sentimentalismo falso y artificial que prevalecía en la época entre la élite francesa.
En la Enciclopedia Nuttal se dice que:
Saint-Pierre atacaba la división de clases presente en la sociedad francesa del siglo XVIII. En Pablo y Virginia describe la igualdad social de isla Mauricio, donde sus habitantes compartían las mismas posesiones, tenían los mismos terrenos y todos trabajaban para sobrevivir, conviviendo en armonía, sin violencia o inquietud. Estas creencias de Saint-Pierre son similares a las de filósofos ilustrados como Jean-Jacques Rousseau. Además, Saint-Pierre apoya la abolición de la esclavitud; en la vida real era amigo de Mahe de Labourdonnais, el gobernador de Mauricio que proporcionó educación y apoyo económico a los nativos de la isla. Aunque Pablo y Virginia poseen esclavos, aprecian su trabajo y no los tratan mal. Cuando otros esclavos de la novela son maltratados, los protagonistas del libro se enfrentan a sus crueles amos.
La novela también presenta una perspectiva ilustrada de la religión, que Dios o «la Providencia» han diseñado el mundo para que sea armonioso y agradable. Los personajes de Pablo y Virginia viven de la tierra sin necesitar tecnología o interferencia humana. Por ejemplo, cuentan el tiempo mirando las sombras de los árboles. Norman Hampson menciona que la idea de Saint-Pierre de la Providencia divina era evidente y que la tierra estaba diseñada para la felicidad del hombre.
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