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Pacto entre caballeros (1936)



El «Pacto entre caballeros» fue el nombre que recibió el acuerdo alcanzado entre el Gobierno austriaco presidido por Kurt Schuschnigg y el alemán encabezado por Adolf Hitler el 11 de julio de 1936 para poner fin a la tensión que caracterizaba las relaciones bilaterales entre las dos naciones desde la ascensión al poder de este último.[1]

La ruptura final del frente de Stresa por la invasión italiana de Etiopía hizo que Italia buscase el apoyo de Alemania, única potencia europea que había reaccionado con cierta benevolencia a la expansión colonial italiana y que en marzo de 1936 había infringido impunemente el Tratado de Versalles.[2]​ Deseoso de mejorar las relaciones con Berlín, Mussolini indicó a sus protegidos austriacos la conveniencia de poner fin a las tensas relaciones austro-germanas.[3]

Indicando la imposibilidad de que Italia, enfrascada en la guerra africana, defendiese por sí sola Austria, aconsejó la reducción de las desavenencias austro-germanas.[4]​ Recomendó a los austriacos cesar sus contactos con la Pequeña Entente y apartar del Gobierno a las figuras más abiertamente antinazis, como el caudillo de la Heimwehr Ernst Rüdiger Starhemberg.[4]​ Estos consejos del mandatario italiano, realizados durante la reunión de los firmantes de los Protocolos de Roma en marzo de 1936, causaron un hondo e inmediato cambio en la política exterior austriaca.[5]​ Siguiendo las indicaciones italianas, el canciller Schuschnigg abandonó las negociaciones con la Pequeña Entente, destituyó a Starhemberg y emprendió contactos con los alemanes en las semanas siguientes a la conferencia de Roma.[6]​ Las conversaciones bilaterales mantenidas entre mayo y julio avanzaron rápidamente, con el beneplácito de Mussolini.[7]​ Tras la visita de Schuschnigg a este a comienzos de junio en la que el caudillo italiano encareció al canciller la conveniencia de que los dos Estados alcanzasen pronto un acuerdo que pusiese fin a sus pasadas disputas, el mandatario austriaco tomó el control de las negociaciones, que concluyeron el 11 de julio con la firma del «pacto entre caballeros».[8]

En el comunicado oficial, resultado del pacto entre el canciller austriaco y el embajador alemán Franz von Papen favorecido por el primer ministro italiano Benito Mussolini, se recalcó el deseo compartido de poner fin a las desavenencias entre los dos países que habían marcado las relaciones bilaterales austro-germanas durante los años anteriores.[1]​ En el anuncio, se incluyó la promesa de cada Estado de abstenerse de cualquier intromisión en los asuntos internos del otro, la admisión alemana de la completa independencia austriaca y el deseo austriaco de vincular su política exterior a la del Reich.[1]

La parte del concierto que no se comunicó públicamente incluía un plan de cooperación en aspectos políticos, económicos y culturales entre las dos naciones.[9]​ El convenio englobaba diversas medidas, entre las que se encontraban: la reducción de la censura de prensa, la amnistía de los presos nazis, la abolición de las limitaciones de viaje entre ambos Estados y el establecimiento de un sistema para dirimir posibles disputas futuras.[9]

Al comienzo, tanto Alemania como Austria alabaron el acuerdo, creyendo que permitiría la mejora de las relaciones mutuas.[9]​ Austria esperaba que condujese a la mengua del terrorismo nazi y a un aumento del comercio con el Reich.[10]​ Schuschnigg, convencido de haberse librado de su anterior dependencia de la Heimwehr gracias al pacto con los nacionalsocialistas, disolvió esta el 10 de octubre.[10]​ Para Alemania, el pacto suponía la eliminación del fracaso del golpe de julio y un avance en el proceso de infiltración en el país vecino.[10]

El Gobierno austriaco cumplió gran parte de las obligaciones contenidas en el pacto: amnistió a unos diecisiete mil presos y anuló más de doce mil juicios que se encontraban entonces en proceso; redujo la censura de prensa e incluyó a dos ministros filonazis en el consejo —Odo Neustädter-Stürmer y Edmund Glaise-Horstenau, responsables respectivamente de Seguridad Pública e Interior—.[11]​ Esto no satisfizo, no obstante, a Berlín, que continuó exigiendo nuevas concesiones del Gobierno vienés.[12]

Las diferencias en la interpretación del pacto eran enormes: para el canciller austriaco, reflejaba el límite de las concesiones que estaba dispuesto a realizar a Alemania para mejorar las relaciones con el país vecino; para Hitler, suponía un mero paso en el proceso de absorción de la república alpina.[10]​ En todo caso, el concierto limitó notablemente la política exterior austriaca, obligada a mantener a partir de entonces la cooperación con la posición alemana.[13]​ Las esperanzas austriacas de haber eliminado la intromisión alemana en la política nacional se vieron pronto frustradas.[13]​ Por consiguiente, las relaciones entre los dos países continuaron siendo tensas.[14]

Italia aprobó con vehemencia el acuerdo entre los dos Estados alemanes y lo presentó como un triunfo de la diplomacia nacional.[13]​ La inclusión del respeto del Reich a la independencia austriaca persuadió a Mussolini de que el pacto eliminaba la amenaza de una anexión del pequeño país por su vecino del norte.[13]​ El acuerdo eliminaba además el principal escollo de las relaciones italo-germanas.[15]​ En la práctica, Italia abandonaba con la aceptación del pacto y del carácter alemán de Austria su anterior papel de protector de esta ante las agresiones externas.[15]​ Permitía la disolución de la Heimwehr, la inclusión de ministros nazis en el Gobierno austriaco y el aumento de la influencia alemana en Austria a cambio de la mejora de las relaciones con el Reich, de la aparente desaparición del peligro de anexión y de la participación italiana en cualquier modificación futura de la situación en el país.[16]



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