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Padres del Desierto



Con la denominación Padres del desierto, Padres del yermo o Padres de la Tebaida se conoce, en el Cristianismo, a los monjes, ermitaños y anacoretas que en el siglo IV tras la paz constantiniana abandonaron las ciudades del Imperio romano, y otras regiones vecinas, para ir a vivir en las soledades de los desiertos de Siria y Egipto, haciéndose famosa la Tebaida por tal fenómeno. Sus equivalentes femeninas son las Madres del Desierto.

Después de la décima, última y más sangrienta persecución de Diocleciano desencadenada en el año 303 contra los cristianos, habiéndose legalizado ya como religión oficial por medio del Edicto de Milán de 313, no tenía sentido el martirio por la fe, y los ascetas cristianos buscaron, imitando a Cristo, que se retiró al desierto, un medio de purificarse y hacer penitencia mediante otro tipo de sacrificio. Entre los conocidos, el primero de tales eremitas y anacoretas fue el egipcio Pablo el Ermitaño, que fue conocido gracias a Antonio Abad, también anacoreta. En Siria hubo otros, como Simeón el Estilita. Cuando vivían en comunidad o en lauras se los llamaba cenobitas. Son principalmente representantes del clero regular y a veces del secular de la Antigüedad tardía (siglos III y IV) que han vivido en comunidad o en ermitas en el desierto de Egipto, fundamentalmente, aunque también hubo algunos en lauras y skete de los desiertos de Siria y Palestina.

Los que han dejado su nombre son a menudo monjes. Algunos obispos eminentes — o percibidos como tales en la época —, como Atanasio de Alejandría, Teófilo de Alejandría, Cirilo de Alejandría, Epifanio de Salamina, Gregorio Nacianceno, se suelen añadir al grupo, pero figuran también a veces algunos seculares o seglares —Eucaristo el Seglar, el «corruptor» de Antonio—, cuyo «género de vida» llenaba de admiración a ciertos ascetas endurecidos. Se encuentran asimismo nombres de algunas mujeres, como Amma Sarra, Sinclética, Eugenia

En la ascesis solitaria tales «padres» (en arameo sing.: abba) y «madres» (amma) buscaban lo que en griego se ha llamado hésykia, es decir, una «paz interior» para posibilitar la re-unión o «unión mística» con Dios, el hesicasmo.

Al ser el testimonio de una especie de fe cristiana radical, tuvieron numerosos discípulos durante toda la Edad Media y sus dichos o Apotegmas fueron recopilados y traducidos a numerosos idiomas, originando de este modo un género literario, el llamado de los Pateriká; con algunos de estos escritos se inicia también la tradición de la Filocalia.

Junto a la Vida de Antonio escrita por el obispo de Alejandría Atanasio el Grande y a la Historia Lausiaca de san Paladio, las diversas recopilaciones resultan los documentos más importantes para tener nociones de la historia de estos personajes. Tal vez las más importantes son los Apotegmas de los Padres del desierto o las Vitae Patrum, pero hay asimismo compilaciones más o menos fiables, como el Flos sanctorum, la Leyenda dorada, etcétera.

Algunos de ellos son:

El tema de los Padres del Desierto ha sido motivo para diversas obras, en pintura Paolo Uccello, Sassetta, El Bosco, Mathis Grünewald trataron el tema, en particular las célebres Tentaciones de san Antonio, retratadas luego surrealísticamente por Max Ernst y Salvador Dalí. En literatura, Gustave Flaubert y Anatole France (siempre para mencionar a los artistas más renombrados) tomaron este tema, que influyó notablemente tanto en la obra literaria como en la biografía de Charles de Foucauld. Y en música lo han hecho Paul Hindemith y Ottorino Respighi. En cuanto al séptimo arte, Luis Buñuel en su obra Simón del desierto también trata sobre este tema.[cita requerida]



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