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Paleolítica



El Paleolítico (del griego παλαιός, palaiós: ‘antiguo’, y λίθος, lithos: ‘piedra’) significa etimológicamente piedra antigua, término creado por el arqueólogo John Lubbock en 1865 en contraposición al de Neolítico (piedra nueva). Es el periodo más largo de la existencia del ser humano (de hecho abarca un 99 % de la misma[cita requerida]) y se extiende desde hace unos 2,59 millones de años (en África)[1]​ hasta hace unos 12 000 años. Constituye, junto con el Mesolítico/Epipaleolítico (fases de transición) y el Neolítico, la llamada Edad de Piedra, denominada así porque la elaboración de utensilios líticos ha servido a los arqueólogos para caracterizarla (en oposición a la posterior Edad de los Metales).

Aunque esta etapa se identifica con el uso de herramientas de piedra tallada, también se utilizaron otras materias primas orgánicas para construir diversos artefactos: hueso, asta, madera, cuero, fibras vegetales, etc. Durante la mayor parte del Paleolítico inferior, las herramientas líticas eran gruesas, pesadas, toscas y difíciles de manejar, pero a lo largo del tiempo fueron haciéndose cada vez más ligeras, pequeñas y eficientes. El hombre del Paleolítico era nómada, es decir, su vida estaba caracterizada por un desplazamiento continuo o periódico (estacional).

Escala en miles de años.
Colores de la escala estratigráfica internacional.

El Paleolítico ha sido dividido tradicionalmente en tres periodos:

Esta periodización solamente es válida en su totalidad para Europa y las áreas de África y Asia más cercanas. Para el resto del Viejo Mundo y América se han comenzado a desarrollar diferentes periodizaciones pero todavía no se han establecido consensos acerca de su utilización.

Al identificarse el Paleolítico con el uso de herramientas líticas por parte de las especies conocidas del género Homo, buena parte de nuestros ancestros homininos, como Australopithecus, quedan fuera de su ámbito de estudio. Se consideran dentro:

Por diversas razones (variaciones en la inclinación del eje de rotación de la Tierra, cambios en la órbita terrestre, ciclos polares...) el clima de la Tierra ha ido variando, hasta donde sabemos, desde el Precámbrico. Entre estos cambios las denominadas glaciaciones del período Cuaternario son los mejor conocidos. Hasta hace pocos años se suponía que en Europa, Norteamérica y Asia Central hubo largos períodos en los que el clima se parecía al que hay ahora en Siberia, Groenlandia o Alaska —es decir, una temperatura media 10 o 12 grados más baja que la actual (glaciaciones)—, durante los cuales se vivía en condiciones similares a las actuales de los lapones o esquimales. Estos momentos se alternaban con los interglaciares en los que el clima era tan templado como el de hoy en día.

Esta visión está sujeta actualmente a revisión. Una de las razones es que son episodios que no están bien datados; otra, es que son regionales, de escala amplia, pero que no afectaron por igual a todo el planeta. Bien es cierto que se ha intentado una correlación entre los períodos glaciares de los diferentes continentes, sobre todo entre las glaciaciones clásicas de Centroeuropa, el Mediterráneo y el Atlántico; pero sigue siendo un tanto arriesgada.

Además, la noción misma de las glaciaciones como unos largos períodos fríos que se alternaban con otros largos episodios cálidos de manera estable está siendo muy cuestionada. Actualmente se da por seguro que lo que hubo fueron una serie de cambios climáticos muy numerosos y de corta duración, a los que identifican los científicos en la escala de estadios isotópicos con numeraciones pares para las fases frías e impares para las templadas. A pesar de lo cual sigue manteniéndose la terminología relacionada con las glaciaciones como referencia a la hora de fechar los acontecimientos del Paleolítico.[7]

Notas: en negrita los periodos glaciales. En otras partes del planeta cada periodo puede recibir otros nombres.

En el hemisferio norte, el casquete polar permanente superaba el paralelo 50 en los períodos de máximo glaciar. Se sabe que las glaciaciones afectaron también a los Andes y que la Patagonia se cubrió de una capa permanente de hielo. También hay glaciares extintos de época pleistocena en las montañas más altas de África central, Nueva Zelanda y otros puntos de Oceanía.

Las zonas en las que no se produjeron episodios glaciares (como la mayor parte de África) sufrieron unos períodos de mayor humedad conocidos como pluviaciones, seguidos de otros de mayor sequedad, pero esta alternancia es todavía muy mal conocida.

A pesar de todo, existe un método relativamente preciso para medir las variaciones climáticas a nivel global, al menos desde hace unos 700 000 años, gracias a las llamadas Curvas de paleotemperaturas de isótopos de oxígeno. Este sistema se basa en el principio de que el oxígeno de los océanos (concretamente sus isótopos 16O y 18O) ha ido variando en su proporción a lo largo del tiempo. Dado que tales isótopos quedan atrapados en las conchas de animales marinos (foraminíferos), es posible calcular tales variaciones por medio de sondeos estratigráficos submarinos. El más utilizado es el V28-238 del Pacífico, pero también lo hay en el Mediterráneo.

Similares medidas pueden tomarse, también por medio de los isótopos de deuterio (δD), que también refleja la cantidad de 18O en las conchas de foraminíferos, pero en este caso los sondeos son practicados en los casquetes polares.

La economía del Paleolítico era depredadora, del tipo caza-recolección y con ella cubrían sus necesidades básicas: comida, leña y materiales para sus herramientas, ropa o cabañas. La caza fue poco importante al principio del Paleolítico, predominando la recolección y el carroñeo. A medida que el ser humano progresó física y tecnológicamente la caza fue cobrando mayor importancia:

En esencia, las técnicas de fabricación de utensilios no cambiaron demasiado a lo largo del Paleolítico, a pesar de la multitud de culturas que han llegado a diferenciarse; lo que sí se produjo fue un proceso de perfeccionamiento más o menos constante en la obtención de las formas deseadas.

Canto tallado, el utensilio más antiguo y sencillo que fabricó el ser humano en el Paleolítico inferior

El bifaz supuso una auténtica revolución tecnológica, dando lugar a una cultura propia, el Achelense

El hendidor achelense, de apariencia sencilla, pero conceptualmente muy avanzado

La raedera, una lasca preparada para curtir pieles, se generalizó en el Paleolítico medio

Utensilios del Paleolítico superior: hoja de sílex, raspador y perforador

Punta foliácea (en forma de hoja de laurel) con talla bifacial por presión (Solutrense)

Arpón con microlitos, arpón de doble hilera y azagaya (Magdaleniense)

Pequeños útiles de hueso del Paleolítico superior: aguja de coser y anzuelo

Hasta hace poco las primeras evidencias de que los hominidos habían desarrollado ciertas creencias religiosas y espirituales pertenecían al Paleolítico medio: los neandertales presentan un comportamiento funerario complejo, caracterizado por hechos como que enterraban a sus muertos, les ofrecían ofrendas (artefactos líticos, flores o restos de animales) y, en algún caso, manipulaban los cuerpos.[21]​ Pero el hallazgo de decenas de individuos de H. heidelbergensis arrojados intencionadamente a la Sima de los Huesos junto con un bifaz sin utilizar ha llevado a los investigadores a remontarse hasta más allá de los 300 000 años.[17]​ Este tipo de comportamientos se generalizó y diversificó con la aparición del H. sapiens.

Por otro lado, antropólogos como James Harrod y Vincent W. Fallio, han propuesto recientemente que la religión y la espiritualidad (así como el arte) podrían haber surgido primero entre homínidos prepaleolíticos o en las sociedades tempranas del Paleolítico inferior. De acuerdo con Fallio, el ancestro común de los chimpancés y los humanos experimentó estados alterados de conciencia, participando en el ritual, el cual fue utilizado en sus sociedades con la finalidad de fortalecer los lazos sociales y la cohesión del grupo.[cita requerida]

Aunque existen una placa grabada hace 300 000 años en Alemania (en Bilzingsleben)[22]​ y una posible figura antropomorfa de 250 000 en Israel (en Berejat Ram), solo son ejemplos aislados de arte paleolítico, no habiéndose generalizado las manifestaciones simbólico-artísticas hasta la aparición de H. sapiens. Estas evidencias se remontarían a, por lo menos, 75 000 años, consistiendo en unas placas grabadas y pintadas, así como una serie de conchas marinas perforadas, halladas todas ellas en Sudáfrica (en la cueva de Blombos). Es posible que el H. sapiens haya producido elementos artísticos o decorativos con anterioridad a esta fecha, pero su cuna es África y allí es muy difícil datar adecuadamente ciertas manifestaciones artísticas y las investigaciones al respecto no son tan abundantes como en otros continentes.[23]

En Europa se han encontrado gran cantidad de obras de arte posteriores, pintadas o esculpidas en las paredes de las cuevas (arte parietal) o decorando elementos de uso cotidiano (arte mueble, que abarca artefactos de piedra, hueso o marfil, como arpones, puntas de lanza o bastones). No se sabe cuál era el objeto de estas representaciones simbólicas, pero es posible que tuvieran alguna finalidad mágica o religiosa, ya que su temática está íntimamente relacionada con el medio natural y su numen. Quizás eran una forma de magia simpática o evocaban figuras apotropaicas (protectoras). Las venus paleolíticas nos proporcionarían, según algunos autores, un indicio, ya que podrían haberse utilizado para asegurar el éxito en la caza o para lograr la fertilidad de la tierra o femenina.[24]​ Otras veces han sido explicadas como representaciones de la Madre Tierra, similar a la diosa Gea,[25]​ siendo descritas, además, por James Harrod como representantes de las mujeres (y hombres) en chamánicos procesos de transformación espiritual.[26]



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