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Partido de General Lavalle



General Lavalle es uno de los 135 partidos de la provincia argentina de Buenos Aires. Forma parte de la Quinta Sección Electoral de la Provincia de Buenos Aires.

Según estimaciones para junio de 2007 la población era de 3.117 habitantes.[2]

Fuente: Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, INDEC

De inmediato se nombró al primer juez de paz y a partir de mediados del siglo XX a esta autoridad se sumó la de una comisión municipal.

Estrechamente vinculadas al puerto, surgieron las primeras actividades saladeriles en la región, y merced a la promisoria industria la zona adquirió un auspicioso desarrollo. Alrededor de 1844 a 1850 Gibson Hnos. instalaron las primeras «graserías» en el lugar denominado «Isla del Bonete», donde faenaban ovejas viejas para industrializar sus grasas y cuero. La industria de los saladeros tuvo entre sus pioneros a Pedro Luro, un ciudadano francés llegado a la Argentina en le año 1837, radicándose en Dolores donde fue propietario de la estancia «Dos Talas», más tarde al afincarse en Ajó construyó el saladero «San Pedro» y adquirió el «San Carlos» de don Carlos Villar y el «San León» del señor Amespil.

Guiado por una clara visión progresista, Luro perfeccionó la industria saladeril dotándola de los adelantos técnicos de la época. Además logró formar una flota importante de barcos para el transporte de los productos que elaboraba, entre los buques de su propiedad pueden citarse “Lunes, Martes, Miércoles, Sábado, Teiro, Siempre”. La carne salada era enviada a Brasil, Cuba y España. Para dar una idea de lo que representaban los saladeros para el Ajó, basta decir que tan solo en los de Luro, en 1895 se faenaron 65 000 vacunos y 5000 yeguarizos, embarcándose productos por un total de 9 983 203.

El advenimiento de la industria frigorífica , trajo como consecuencia el inevitable cierre de esa fuente de trabajo. Se produjo un masivo éxodo de sus pobladores a otros lugares más propicios, por lo tanto quedaron en el pueblo las familias cuyos componentes trabajaban en establecimientos rurales. Con referencia al cierre de los primeros saladeros escribió don Isidro Roman Fulco en su “Biografía al Ajó”:”... si una cuarta parte de los habitantes de la Capital, e incluso la prensa diaria ha exigido en nuestro gobierno la supresión de los saladeros, en razón de las miasmas pútridas, que no solo enfermaban a los habitantes, sino también los mataba, esa fracción que tal caso podía y lo consiguió , a mi juicio ha contraído un compromiso a cumplir y es retribuir en parte al ciudadano damnificado, los erogados”. Más tarde con la instalación de dos fábricas de conserva de pescado, “La Atlántida” y “La Harcastler”, el pueblo pareció tomar nuevamente senda del progreso pero con el tiempo estos establecimientos desaparecieron, cesando su actividad definitivamente, ese hecho dejó a General. Lavalle sin su principal fuente de trabajo.

El hoy atracadero de barcos pesqueros de mediano tamaño en las quietas aguas de la Ría Ajó, fue en otros tiempos un puerto de considerable importancia. En una biografía de la región escrita por Isidoro Roman Fulco, expresa: “es mi concepto que en esta vida , tanto lo animado como lo inanimado, tiene su biografía, el Ajó tiene la suya”. En la misma menciona el primer barco que entró en el puerto de Ajó, que fue una galeta de los señores Lima y Montserrat, comerciantes de Montevideo. El arribo de la misma marcó el camino para el sucesivo atraco de otras embarcaciones. Recuerda la llegada de don Santiago Mellare con el bergantín “Gota Hamburguesa”, don Francisco Mairalles con el “Patacho” cargado con artículos de almacén. En 1838 el gobierno francés mandó bloquear nuestro puerto, en represalias a Rosas, quien había fusilado algunos súbditos de ese país. Desde el cabo San Antonio era muy riesgoso y difícil la entrada de Buques. Solo el Ajó fue el que franqueó su puerto a muchos barcos, que descargaban a lanchas productos alimenticios y otros artículos de almacén. A los franceses pasa inadvertida esta entrada, ya que en la entrada de la desembocadura de la Ría existía una isla (hoy no existe) que disimulaba el acceso. Posiblemente esa isla fue la que dio origen a un error de toponimia en un mapa topográfica de 1835, que ignora a la Ría Ajó designándola con el nombre de “Arrollo de Isla”. En 1839, llegó la ballenera “Sol de Mayo”. (Capitaneada por don Pancho Madero) y otros barcos en lo que consiguieron escapar con rumbo al norte con el General Lavalle en Baradero. Entre los numerosos voluntarios que engrosaron esa fuerza se encontraba Emilio Conesa, un joven de 16 años oriundo de ese lugar. (hoy se denomina con ese nombre a la cabecera del partido de Tordillo). En 1856, el puerto fue nuevamente protagonista de un histórico embarque Por allí lograron salir los vecinos en el combate de San Gregorio, entre los que se encontraban el Comandante Benito Villar, los Martínez de Hoz, los Cobos, los Canabrias, etc. Fue puerto Nacional por decreto de 1859. Además fue considerado en 1880 el tercero de importancia del país. Los primeros eran los de Buenos Aires y de Rosario. En 1897, siendo intendente Municipal del Partido don Heriberto Gibson se dirigió al Gobierno Central solicitando entre otras cosas el dragado de la barra del Banco de Ajó. En dicho pedido consignaba estadísticas y datos comparativos de los puertos del País.

Aventurando su instalación en la desértica llanura del partido, asentaron su Plaza las “Esquinas” o “Boliches” de Campos. Fueron un punto de avanzada para la usurpación, posta para las galeras, asiento para el Juez de Paz o Alcalde de carteles, fonda y albergue y sobre todo lugar de encuentro y comunicación después de largas jornadas de silenciosa soledad.

Santos Vega fue un payador que nació en el siglo XVIII, un arquetipo de gaucho Argentino que recorrió con su guitarra la inmensidad de la Pampa y llegó con su voz en versos a las pulperías y esquinas de los “Real Viejo” de Eulogio Jorge, “La Amistad “ de los Girados, “Esquina del Pozo”, etc. en la zona de Ajó. La existencia de Santos Vega ha sido acordada como real en la zona. Se cree que contrajo matrimonio en la parroquia de la ciudad mencionada. Tuvo tropillas importantes, pero al final de su vida, al quedar pobre, solo le queda un alazán tostado que lo acompañó en sus últimas andanzas, evocando siempre correrías anteriores por los pagos de Chascomús, la Magdalena, Luján y Arrecifes. Vencedor de todas las payadas, se entristeció en grado sumo. Fue vencido por quienes algunos creían era el diablo, pero se ha comprobado que fue el periodista mendocino Gualberto Godoy. Más tarde se produce su muerte en los campos de “El Tuyú” (cuando contaba alrededor de los 70 años) y su cuerpo depositado en cajón construido con madera de los barcos que naufragaban en la Costa en un lugar denominado “Las Tijeras”. El hijo de una maestra que había sido de la escuela Nº7 de Gral. Lavalle, Bernardo Jackes, que siempre había sentido comentar sobre este tema encargaba a todos que le avisaran si encontraban en el campo restos humanos. Así un día aparecieron, en 1946 los que serían los despojos del barco que dieron origen, a las honras, homenaje y posterior levantamiento del monumento.

El Parque Eólico Esmeralda, en el municipio de General Lavalle, es un proyecto desarrollado por la empresa EPI Energía de Brasil, subsidiaría de EAB New Energy (Alemana), también inversora en el proyecto.

La memoria descriptiva del proyecto indica que el emprendimiento eólico se diseñó con 52,5 MW de potencia nominal a obtenerse mediante 15 aerogeneradores de 3,5 MW de potencia nominal, utilizando un área de aproximadamente 2000 hectáreas.[4]​ Por razones desconocidas, el proyecto no avanzó más allá de los estudios preliminares.

Asimismo, se presentó en 2018 un proyecto de ordenanza para la creación de un Sector Industrial Planificado (SIP), que generaría fuentes de trabajo y organizaría la radicación de industrias. Se prevé que el SIP se instale en tierras cercanas a la ciudad de General Lavalle, sobre la Ruta Provincial 11, de esta forma se aprovechará la construcción de una autovía que está efectuando el gobierno provincial, fundamental para las cuestiones logísticas y las posibilidades de abastecer a las distintas localidades de la costa atlántica.[5]​ Distintas trabas burocráticas y el retraso de la obra de la autovía conspiraron contra el desarrollo de este SIP, que no pasó del papel.



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