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Paulo Freire



Paulo Reglus Neves Freire (pronunciación en portugués: /ˈpawlu ˈfɾeiɾi/ ( escuchar)) (Recife, Pernambuco, 19 de septiembre de 1921-São Paulo, 2 de mayo de 1997) fue un pedagogo y filósofo brasileño, destacado defensor de la pedagogía crítica. Es conocido por su influyente trabajo Pedagogía del oprimido, que generalmente se considera uno de los textos fundamentales del movimiento de pedagogía crítica.[1][2]​ Además, entre otras ideas, Freire proponía la autonomía como fundamento pedagógico en la escuela.

Hijo de una familia de clase media pobre de Recife, Brasil, nació el 19 de septiembre de 1921. Freire conoció la pobreza y el hambre durante la Gran Depresión de 1929, una experiencia que formaría sus preocupaciones por los pobres y que le ayudaría a forjar su perspectiva educativa.

Freire ingresó en la Universidad de Recife en 1943, en la Facultad de Derecho, donde estudió filosofía y psicología del lenguaje al mismo tiempo. Se incorporó en la burocracia estatal, pero nunca practicó la abogacía, sino que prefirió dar clases de portugués en secundaria. En 1944 se casó con Elza Maia Costa de Oliveira, que era profesora de primaria. Tuvieron cinco hijos y colaboraron por el resto de su vida.

En 1946 Freire fue nombrado Director del Departamento de Educación y Cultura del Servicio Social en el Estado de Pernambuco, Estado del que su ciudad natal es capital. Trabajando principalmente entre los pobres que no sabían leer ni escribir, Freire empezó a adoptar un método no ortodoxo de lo que puede ser considerado una variación de la teología de la liberación. En esa época, leer y escribir eran requisitos para votar en las elecciones presidenciales brasileñas.

En 1961 fue nombrado director del Departamento de Extensión Cultural de la Universidad de Recife, y en 1962 tuvo la primera oportunidad de aplicar de manera significativa sus teorías, cuando se les enseñó a leer y escribir a 300 trabajadores de plantíos de caña de azúcar en tan solo 45 días. En respuesta a estos buenos resultados, el gobierno brasileño aprobó la creación de miles de círculos culturales en todo el país.

En 1964 un golpe de Estado militar puso fin al proyecto: Freire fue encarcelado como traidor durante 70 días. Tras un breve exilio en Bolivia, Freire trabajó en Chile durante cinco años para el Movimiento Demócrata Cristiano por la Reforma Agraria y la Organización para la Alimentación y la Agricultura de las Naciones Unidas.

En 1967 Freire publicó su primer libro, La educación como práctica de la libertad. El libro fue bien recibido y se le ofreció el puesto de profesor visitante en la Universidad de Harvard en 1969. El año anterior había escrito su famoso libro Pedagogía del oprimido, que fue publicado en inglés y en español en 1970. Debido al conflicto político entre las sucesivas dictaduras militares autoritarias y el Freire socialista cristiano, el libro no fue publicado en Brasil hasta 1974, cuando el general Ernesto Geisel tomó control de Brasil e inició su proceso de liberación cultural.

En 1997, el día 2 de mayo, a sus 75 años, falleció Paulo Freire; días antes de su muerte él mismo aún debatía sobre las nuevas perspectivas de la educación en el mundo. Su pensamiento pedagógico continúa vigente en nuestros días. Se considera que sus aportaciones sobre la alfabetización crítica emancipadora son un referente obligado en las nuevas aproximaciones socioculturales sobre la lectura y la escritura en el mundo contemporáneo. Así, por ejemplo, las teorías críticas y los Nuevos Estudios de Literacidad, recuperan buena parte del legado freiriano.

La pedagogía crítica constituye un campo de docencia e investigación que ha tenido como impulsor principal a Freire. En esta línea de trabajo se encuentran los estudios de Giroux, McLaren, Apple, Macedo.[3]

La pedagogía crítica ha sido considerada en la actualidad como el nuevo camino de la pedagogía, una en la cual se invite a las dos partes involucradas a construir sociedad desde la conciencia de los problemas sociales que se viven a diario y que afectan de manera directa e indirecta a las aulas de clase. Unos de los representantes de esta pedagogía fue Paulo Freire, exministro de educación de su país, Brasil. Freire planteó que la educación en cada país debe convertirse en un proceso político, cada sujeto hace política desde cualquier espacio donde se encuentre y el aula de clase no puede ser indiferente frente a este proceso; para este crítico de la educación, se debe construir el conocimiento, desde las diferentes realidades que afectan a los dos sujetos políticos en acción, aprendiz y maestro.

El maestro debe ser el ente que lleve a los aprendices a pensarse la sociedad en la cual están desarrollando su proceso de aprendizaje, deben construir desde los conocimientos previos que estos llevan al aula de clase, ya que son ellos un reflejo visible y fiable de las realidades sociales. Por su parte el aprendiz debe construir el conocimiento como un acto político, desde la relación con el maestro y los demás aprendices dentro del aula, para pasar de ser seres sociales pasivos a seres sociales activos, críticos y pensantes de la sociedad en la que están sumergidos. El pensamiento crítico dentro del aula no puede llevar a sus entes a ser seres negativos, por el contrario el negativismo debe estar totalmente alejado del pensamiento crítico para no sesgar la mirada a lo positivo que se está viviendo y poder seguir construyendo desde la realidad.

Es precisamente de la pedagogía crítica propuesta por Freire de donde se desprende la Literacidad crítica que ha tenido como uno de sus principales autores al español Daniel Cassany, entre otros. Entendida como todo aquello que esté relacionado con la gestión de la ideología de los discursos, al leer y escribir, engloba todos los conocimientos, habilidades y actitudes y valores derivados del uso generalizado, histórico, individual y social del código escrito.[4]​ Sin embargo, encontramos otros autores que al igual que Cassany han tenido en el maestro Freire a su principal fundamento para hablar de Literacidad crítica. La razón es que el maestro cree en despertar la conciencia de los estudiantes sobre las posibilidades que existen en el mundo para que, en lugar de conformarse, puedan tomar acciones con el fin de transformar sus vidas. La Literacidad crítica como componente de la pedagogía crítica, se centra en el lenguaje (nieto y Bode. 2008:57), citado en Cummins, 2000. Shor define la literacidad crítica como “el uso del lenguaje que cuestiona la construcción social del individuo” (1999:4)”.[5]

Finalmente, para Freire no hay práctica docente sin curiosidad, sin incompletud, sin ser capaces de intervenir en la realidad, sin ser capaces de ser hacedores de la historia y a la vez siendo hechos por la historia. Teniendo que elaborar una pedagogía crítica que nos de instrumentos para asumirnos como sujetos de la historia. Práctica que deberá basarse en la solidaridad.[6]

La alfabetización crítica, también conocida como alfabetización liberadora o conscientizadora, es el pensamiento pedagógico de Freire, así como su propuesta para la alfabetización de adultos, que inspiraría los principales programas de alfabetización en Brasil a comienzos de los años 60. Freire elaboró una propuesta de alfabetización cuyo principio básico era A leitura do mundo precede a leitura da palavra[7]​ (La lectura del mundo precede a la lectura de la palabra). Su objetivo es, incluso antes de iniciar el proceso de alfabetización, llevar al educando a asumirse como sujeto de aprendizaje, como ser capaz y responsable; así como también sobrepasar la compresión mágica de la realidad y desmitificar la cultura letrada, la cual el educando está iniciando. Durante este proceso el estudiante va desarrollando una visión crítica que le permitirá convertirse en un agente de cambio y/o producción cultural, en oposición al modelo de reproducción cultural que impera en la escuela.

En sus reflexiones sobre el acto de leer,[8]​ Freire explica como en su primera infancia lo primero que aprendió a leer fue su mundo inmediato que, aunque pequeño, brindaba una gran riqueza de experiencias sensoriales. Sonidos, olores, colores y texturas representan los “textos”, “palabras” y “letras” en este contexto. Esta primera lectura se ve enriquecida también por el universo del lenguaje de los mayores quienes en sus conversaciones, a las cuales se ven expuestos los niños, expresan sus creencias, gustos, recelos y valores. Para Freire, sus padres y su profesora de infancia, Eunice Vasconcelos, desempeñaron un papel importante en este proceso; él resalta la importancia de esa primera experiencia con la lectura, en donde el adulto puede tener un rol significativo, promoviéndolo o dificultándolo. Ya en su adolescencia, junto a su profesor de lengua portuguesa, José Pessoa, Freire constituye la comprensión crítica, a través del ejercicio de la percepción crítica de los textos leídos, textos que se ofrecían a su búsqueda inquieta. Poco después, a la edad de veinte años, Freire empieza su labor como docente en los primeros cursos de secundaria y es allí cuando él comienza a poner en práctica su propuesta al permitir a los curiosos estudiantes descubrir los contenidos académicos en forma dinámica y viva, en el cuerpo mismo de los textos. La memorización mecánica de la descripción de un objeto no primaba en el quehacer diario, por el contrario, se daba prioridad al aprendizaje de su significación profunda; de esta manera, se lograba la memorización y posterior fijación.[8]

En los años 80, Freire junto con Macedo[9]​ analizan los diferentes enfoques de alfabetización tradicional y plantean el enfoque de alfabetización liberadora como solución en el marco de las campañas de alfabetización en las colonias portuguesas en África. Dicho análisis muestra las falencias de los modelos tradicionales al enseñar la lectura y escritura como simples técnicas de decodificación (enfoque académico y enfoque utilitario), asimismo estos enfoques fallan al ignorar al patrimonio cultural de los educandos (enfoque cognitivo y enfoque romántico), silenciando sus voces. Freire y Macedo, resaltan la importancia del lenguaje en la alfabetización y las expresiones de dicho lenguaje fuera del aula en prácticas vernáculas. Para ello, es necesario establecer un diálogo con el educando, en donde se diferencia hablar con el estudiente frente a hablarle al estudiante.[8]​Autores como Giroux pedagogía crítica y Cassany nuevos estudios de literacidad entre otros, suscriben los planteamientos de Freire. Cassany, por ejemplo, en sus estudios sobre las nuevas formas de leer y escribir del nuevo siglo, enfatiza en la importancia de lo vernáculo, al hacer referencia al uso de las nuevas tecnologías digitales tanto en el aula como fuera de ella.[10]

Paulo Freire en su libro "Pedagogía del oprimido" hace una crítica a la educación que toma a los educandos como recipientes en los cuales será depositado el saber. A este tipo de educación la llamó bancaría o pedagogía tradicional de los opresores puesto que, el educador es el único poseedor de conocimientos y es él quien va transmitir los conocimientos a los educandos, de tal forma que estos se convierten en sujetos pasivos y por tanto en sujetos oprimidos. En vez de comunicarse, el educador hace comunicados, meras incidencias, mientras que los alumnos reciben pacientemente, memorizan y repiten.

Freire hace referencia a una de las actividades que comúnmente desarrolla el docente, la narración. Nos dice que "La narración, cuyo sujeto es el educador, conduce a los educandos a la memorización mecánica del contenido narrado. Más aún, la narración los transforma en “vasijas”, en recipientes que deben ser “llenados” por el educador. Cuando más vaya llenando los recipientes con su depósitos, tanto mejor educador será. Cuanto más se dejen “llenar” dócilmente, tanto mejor educandos serán.”

En la concepción bancaria de la educación, el saber es una donación de los que se consideran sabios a los que juzgan ignorantes; el educador sabe, el educando no saben. La educación liberadora hace que el educador sea también educado por educando, de manera que ambos pasan a ser educador-educando, los humanos nos educamos en común. La educación liberadora asume el conocimiento de la realidad como un proceso de concientización mutua y comunitaria, de carácter dialógico y creativo.

Freire consideró que la educación bancaria debe cambiar a una educación con una visión crítica del mundo en donde vivimos, puesto que, no permite la conciencia de la realidad y la liberación de los educandos y sólo sirve a la clase dominante u opresora.

Otra de las propuestas que realizó este pedagogo, se titula la pedagogía de la pregunta, que plantea en su libro "Hacia una pedagogía de la pregunta". Esta pedagogía se basa en la creación del conocimiento a través de preguntas, donde el alumnado tanto como el profesor o profesora puedan aprender de ellas y provocar un enriquecimiento recíproco.

Freire considera que el conocimiento parte de la curiosidad, siendo las preguntas puramente curiosidad, ganas de explorar. Las respuestas que se consideran la única verdad son un bloqueo para el avance educativo, y por ello, este pedagogo consideraba fundamental enseñar a plantear preguntas en el ámbito escolar y no centrarse en buscar una única respuesta, si no considerar el proceso de búsqueda como lo realmente educativo.

Como educador obtuvo innumerables reconocimientos en diversas partes del mundo. Entre ellos se destaca, en la conmemoración número 92 del natalicio del educador en 2013, la inauguración de la primera estatua de Paulo Freire develada por la Internacional de la Educación en su ciudad natal, Recife, realizada por su amigo personal Abelardo Da Hora. En el acto participaron más de 700 educadores de todo el mundo reunidos en Brasil en el marco del II Encuentro Hacia un Movimiento Pedagógico Latinoamericano, organizado por la federación de sindicatos de la educación Internacional de la Educación.[11]

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Pedagogía de la pregunta



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